Jaimanitas, La Habana, julio 3 de 2008, (SDP) Según publica el periódico Granma el pasado día 18, en una versión de cuento ajustado por el “periodista” Freddy Pérez Cabrera, el lunes 16 ocurrió un lamentable incidente. En el, perdió la vida el niño de 11 años Jorge Luís Núñez Sánchez, residente de La Sierra, Encrucijada y la Sra. Yudersi Rosabal Rodríguez, natural de Sagua la Grande. El hecho tuvo lugar cuando como parte de un grupo de 20 personas, todas de Villa Clara, trataron infructuosamente de salir del país de forma clandestina.
Según se explica, el grupo de 14 hombres, 3 mujeres y 1 niño (que suman 18), había llegado a un cayo, ubicado a 16 millas al norte de la playa Uvero, en una embarcación rustica de madera de 5,6 m de eslora, conocida como Chapín. Dicen que estaban internados en el cayo a las 6 a.m. cuando llegó la embarcación que les trasladaría a Miami. A partir de ahí comienza el ajuste de este cuento, en el cual Pérez Cabrera, utiliza hábilmente las palabras de Miguel Laureiro y Ramón Díaz Granado. Estos, muertos de miedo, se prestan a tergiversar lo sucedido, y a dar la versión que conviene.
De pronto, ya no estaban en tierra, sino en el chapín. Los traficantes sorprendidos se lanzan sobre esa precaria embarcación y desalmadamente la hunden para evitar la persecución y arresto. Lo hacen en conocimiento de que las tropas cubanas se detendrán cuando caigan personas al mar. Hay que ver las caras de asesinos que tenían los traficantes, – cuentan en Granma – y con qué ira le fueron arriba al barquito; “los vamos a matar a todos”, dijeron los malos. Entonces llegaron los buenos Guardafronteras, no perdieron un minuto y salvaron la vida de todos. Los encartados, por su parte, reconocen su error y la grandeza del país que pretendían abandonar. Este, además le salvó la visión a Díaz Granado, sin interesar costo alguno. ¿Por qué se irán entonces?
Con este cuento mamerto pretenden obnubilarnos. Pero estos hechos lamentables no son nuevos. Ocurren desde hace muchos años y se conoce cómo actúan unos y otros. Sabemos que el traficante que huye, no tira su embarcación contra otra. Esto implica la posibilidad de un naufragio, que los atrapen y los condenen a cadena perpetua. Tampoco tiene sentido la frase “los vamos a matar a todos” en boca de alguien que va a cobrar 10 mil dólares por cada una de esas personas por las que tendrá que responder ante sus familiares.
En cambio, si hay muchos testimonios de tales frases y otras peores en labios de las tropas guardafronteras. En cuanto a que no pierden un minuto, que priorizan las vidas de las víctimas antes que capturar al enemigo, siento decirle al “periodista” de marras, que hay un rosario de hechos que lo desmienten.
Por último, quiero también refutar enérgicamente aquello de que el encartado Sr. Díaz Granado esté en deuda con “la revolución” que le salvó la vida, la vista, etc. Está bueno ya de eso. Es el gobierno el que está en una deuda eterna e impagable con este pueblo por el despojo de que le ha hecho víctima y por dilapidar su riqueza.
He conocido a muchos de esos traficantes en la prisión, que cumplen sanciones exageradas de hasta cadena perpetua. Haberme interrelacionado con ellos me lleva a tener criterios sobre quienes son. A los que estaban conmigo, los juzgo temerarios, pero también flexibles, razonables y comedidos. No conocí ninguno que fuera avieso para con sus semejantes y mucho menos asesino.
Al parecer, cuando el grupo se estaba trasbordando en el chapín desde la costa a la lancha rápida, llegó el guardacostas y provocó la estampida. Los traficantes, espantados de miedo, aceleraron a toda máquina e hicieron una maniobra sin el debido control. Esto produjo el fatal accidente. Los guardafronteras que llegaron en zafarrancho y dijeron aquello de que “los vamos a matar a todos”, continuaron en su misión de atrapar a los fugitivos. Esto sólo pueden lograrlo chocándolos en el momento que los sorprenden, cuando realizan la citada maniobra brusca, o por rotura. De otra forma, tienen que abandonar la persecución. Aquellos son mucho más veloces.
En 1990 comencé a llevar un fichero sobre gente desaparecida en el estrecho de la Florida. Me entrevisté con muchos sobrevivientes de naufragios que relataban cuentos espeluznantes de la tragedia vivida. Conmovido por ello entregué una carta al Consejo de Estado en 1991, pedí preocupación por las decenas de cubanos que pierden la vida cada año. Les exhortaba a utilizar la prensa radial, escrita y televisiva para informar a la población de lo que ocurre y de los peligros que entraña tal aventura. Pero les recordaba también que si se quería resolver el asunto, era preciso quitar razón al descontento. Los invitaba a dar los pasos correspondientes.
Pero en lugar de soluciones, a finales de ese año, oficiales del (DGCI) me citaron para conminarme a abandonar el país, con la amenaza de encarcelarme por 15 años y hacer padecer a mi familia un calvario (cosa que más tarde cumplirían). También me amenazó con la cárcel la fiscal Edelmira Pedris Yumar, de la Policía Política, en ocasión de acudir como testigo en el tema de los desaparecidos durante el juicio de Sebastián Arcos Vergnes en 1992. Mientras tanto, crecía abrumadoramente el número de las salidas clandestinas, suceso que tuvo su clímax con los hechos del “Maleconazo”, pero ya para entonces yo estaba en prisión con la sanción prometida.
Sobre este gobierno pesa un abultado fajo de acusaciones por los actos criminales ejecutados para impedir a toda costa las salidas del país. Están las salidas prefabricadas por el mismo gobierno para estafar a miles de personas que lo perdieron todo.
Muchas balsas y embarcaciones de diversos portes, fueron partidas en dos o seriamente dañadas por guardacostas que los colisionaban como impronta recurrente para detenerlos. La festinación para impedir que la gente se les escape ha estado por encima de la vida de las personas, incluyendo niños.
Han llegado hasta el punto de acudir al asesinato masivo: el ejemplo más descollante es el ocurrido el día 13 de julio de 1994. El “Remolcador 13 de Marzo”, con 70 personas abordo, fue colisionado por la popa por el Remolcador Polargo, que lo partió y lo hundió en conocimiento de que estaba cargado de niños. Veinte de ellos perdieron la vida, entre los 32 ahogados que hubo.
El 6 de julio de 1980, en Matanzas, ocurrió un caso de similar relevancia en el Río Canímar. La embarcación de recreo “XX Aniversario”, daba su acostumbrado paseo con decenas de familias. Estas traían sus niños a bordo. Resultó desviada de su ruta hacia los EU por unos jóvenes militares irresponsables armados con fusiles AKM. Ante el hecho, la reacción de las autoridades fue criminal. Las tropas guardafronteras los atacaron sin miramientos. Ametrallaron la embarcación y luego la embistieron por el costado. La partieron en dos, con un saldo de más de 30 muertos, entre ahogados y baleados. La primera víctima en esta tragedia fue precisamente una niña de dos años ametrallada en los brazos de su padre. ¿Dónde estaría por entonces, el señor “periodista” Freddy Pérez Cabrera? ¿No le importó la vida de éstas decenas de niños?
Según se explica, el grupo de 14 hombres, 3 mujeres y 1 niño (que suman 18), había llegado a un cayo, ubicado a 16 millas al norte de la playa Uvero, en una embarcación rustica de madera de 5,6 m de eslora, conocida como Chapín. Dicen que estaban internados en el cayo a las 6 a.m. cuando llegó la embarcación que les trasladaría a Miami. A partir de ahí comienza el ajuste de este cuento, en el cual Pérez Cabrera, utiliza hábilmente las palabras de Miguel Laureiro y Ramón Díaz Granado. Estos, muertos de miedo, se prestan a tergiversar lo sucedido, y a dar la versión que conviene.
De pronto, ya no estaban en tierra, sino en el chapín. Los traficantes sorprendidos se lanzan sobre esa precaria embarcación y desalmadamente la hunden para evitar la persecución y arresto. Lo hacen en conocimiento de que las tropas cubanas se detendrán cuando caigan personas al mar. Hay que ver las caras de asesinos que tenían los traficantes, – cuentan en Granma – y con qué ira le fueron arriba al barquito; “los vamos a matar a todos”, dijeron los malos. Entonces llegaron los buenos Guardafronteras, no perdieron un minuto y salvaron la vida de todos. Los encartados, por su parte, reconocen su error y la grandeza del país que pretendían abandonar. Este, además le salvó la visión a Díaz Granado, sin interesar costo alguno. ¿Por qué se irán entonces?
Con este cuento mamerto pretenden obnubilarnos. Pero estos hechos lamentables no son nuevos. Ocurren desde hace muchos años y se conoce cómo actúan unos y otros. Sabemos que el traficante que huye, no tira su embarcación contra otra. Esto implica la posibilidad de un naufragio, que los atrapen y los condenen a cadena perpetua. Tampoco tiene sentido la frase “los vamos a matar a todos” en boca de alguien que va a cobrar 10 mil dólares por cada una de esas personas por las que tendrá que responder ante sus familiares.
En cambio, si hay muchos testimonios de tales frases y otras peores en labios de las tropas guardafronteras. En cuanto a que no pierden un minuto, que priorizan las vidas de las víctimas antes que capturar al enemigo, siento decirle al “periodista” de marras, que hay un rosario de hechos que lo desmienten.
Por último, quiero también refutar enérgicamente aquello de que el encartado Sr. Díaz Granado esté en deuda con “la revolución” que le salvó la vida, la vista, etc. Está bueno ya de eso. Es el gobierno el que está en una deuda eterna e impagable con este pueblo por el despojo de que le ha hecho víctima y por dilapidar su riqueza.
He conocido a muchos de esos traficantes en la prisión, que cumplen sanciones exageradas de hasta cadena perpetua. Haberme interrelacionado con ellos me lleva a tener criterios sobre quienes son. A los que estaban conmigo, los juzgo temerarios, pero también flexibles, razonables y comedidos. No conocí ninguno que fuera avieso para con sus semejantes y mucho menos asesino.
Al parecer, cuando el grupo se estaba trasbordando en el chapín desde la costa a la lancha rápida, llegó el guardacostas y provocó la estampida. Los traficantes, espantados de miedo, aceleraron a toda máquina e hicieron una maniobra sin el debido control. Esto produjo el fatal accidente. Los guardafronteras que llegaron en zafarrancho y dijeron aquello de que “los vamos a matar a todos”, continuaron en su misión de atrapar a los fugitivos. Esto sólo pueden lograrlo chocándolos en el momento que los sorprenden, cuando realizan la citada maniobra brusca, o por rotura. De otra forma, tienen que abandonar la persecución. Aquellos son mucho más veloces.
En 1990 comencé a llevar un fichero sobre gente desaparecida en el estrecho de la Florida. Me entrevisté con muchos sobrevivientes de naufragios que relataban cuentos espeluznantes de la tragedia vivida. Conmovido por ello entregué una carta al Consejo de Estado en 1991, pedí preocupación por las decenas de cubanos que pierden la vida cada año. Les exhortaba a utilizar la prensa radial, escrita y televisiva para informar a la población de lo que ocurre y de los peligros que entraña tal aventura. Pero les recordaba también que si se quería resolver el asunto, era preciso quitar razón al descontento. Los invitaba a dar los pasos correspondientes.
Pero en lugar de soluciones, a finales de ese año, oficiales del (DGCI) me citaron para conminarme a abandonar el país, con la amenaza de encarcelarme por 15 años y hacer padecer a mi familia un calvario (cosa que más tarde cumplirían). También me amenazó con la cárcel la fiscal Edelmira Pedris Yumar, de la Policía Política, en ocasión de acudir como testigo en el tema de los desaparecidos durante el juicio de Sebastián Arcos Vergnes en 1992. Mientras tanto, crecía abrumadoramente el número de las salidas clandestinas, suceso que tuvo su clímax con los hechos del “Maleconazo”, pero ya para entonces yo estaba en prisión con la sanción prometida.
Sobre este gobierno pesa un abultado fajo de acusaciones por los actos criminales ejecutados para impedir a toda costa las salidas del país. Están las salidas prefabricadas por el mismo gobierno para estafar a miles de personas que lo perdieron todo.
Muchas balsas y embarcaciones de diversos portes, fueron partidas en dos o seriamente dañadas por guardacostas que los colisionaban como impronta recurrente para detenerlos. La festinación para impedir que la gente se les escape ha estado por encima de la vida de las personas, incluyendo niños.
Han llegado hasta el punto de acudir al asesinato masivo: el ejemplo más descollante es el ocurrido el día 13 de julio de 1994. El “Remolcador 13 de Marzo”, con 70 personas abordo, fue colisionado por la popa por el Remolcador Polargo, que lo partió y lo hundió en conocimiento de que estaba cargado de niños. Veinte de ellos perdieron la vida, entre los 32 ahogados que hubo.
El 6 de julio de 1980, en Matanzas, ocurrió un caso de similar relevancia en el Río Canímar. La embarcación de recreo “XX Aniversario”, daba su acostumbrado paseo con decenas de familias. Estas traían sus niños a bordo. Resultó desviada de su ruta hacia los EU por unos jóvenes militares irresponsables armados con fusiles AKM. Ante el hecho, la reacción de las autoridades fue criminal. Las tropas guardafronteras los atacaron sin miramientos. Ametrallaron la embarcación y luego la embistieron por el costado. La partieron en dos, con un saldo de más de 30 muertos, entre ahogados y baleados. La primera víctima en esta tragedia fue precisamente una niña de dos años ametrallada en los brazos de su padre. ¿Dónde estaría por entonces, el señor “periodista” Freddy Pérez Cabrera? ¿No le importó la vida de éstas decenas de niños?
Las leyes cubanas y los que se encargan de administrarla tienen una buena cuota de responsabilidad en estas felonías. Por un lado está su complicidad tácita con todos estos hechos en los que no se exige responsabilidad a los guardafronteras ejecutores. Por la otra, está la desproporción del castigo, con la aplicación de la “cadena perpetua” para los traficantes. La sanción en casos similares de otros países, no llega a 10 años (España de 1 a 6 años). Suma además que la festinación por capturar a estas personas, los lleva a realizar operativos de alto riesgo para los emigrantes. Esto se basa en la sorpresa en el punto de recogida, que es donde único son susceptibles de captura.
Esta doble interacción de las sanciones exageradas y los métodos recurrentes para detenerlos, son una mezcla altamente peligrosa para la vida de los implicados. En no pocas oportunidades, ocurren accidentes como el descrito. Estos accidentes no se dan en España que tiene un problema similar con los emigrantes de África. Las “pateras” no chocan o se vuelcan en el momento que las autoridades acuden a detenerlas. Y es que allí tanto la ley, los agentes del orden y los periodistas; profesan respeto por la persona humana.
No obstante, ha disminuido considerablemente el número de víctimas proporcionales entre los emigrantes. Como quiera que sea, estos viajes son mucho más seguros que los que se realizaban en balsas en los años 90.
Pero el asunto se vuelve a tornar sumamente serio. Se dice que la mafia mejicana está metida de a lleno en este jugoso asunto que ya toma proporciones alarmantes. Cientos de personas están emigrando de Cuba cada día, – hay quien asegura que son 500 diarios – y no falta quien acusa al gobierno cubano de estar lucrando con este asunto (una nueva versión del departamento MC). En fin, lo cierto es que es una cifra muy grande y preocupante, porque estamos hablando de otro puente similar al del Mariel en 1980, pero silencioso.
De seguir por este camino, habrá problemas. Estos no se resuelven culpando a la ley de ajuste cubano de Norteamérica, ni por el ajuste de los cuentos. Tampoco con represión ni largas condenas de cárcel. Por tanto, llamamos una vez más a los que nos gobiernan para pedirles que actúen como servidores del pueblo y pongan el interés común por encima del propio, para realizar el CAMBIO que necesita el país. ¡Esa es la única forma de resolver el problema con seriedad!
chavi_glez@yahoo.com
Esta doble interacción de las sanciones exageradas y los métodos recurrentes para detenerlos, son una mezcla altamente peligrosa para la vida de los implicados. En no pocas oportunidades, ocurren accidentes como el descrito. Estos accidentes no se dan en España que tiene un problema similar con los emigrantes de África. Las “pateras” no chocan o se vuelcan en el momento que las autoridades acuden a detenerlas. Y es que allí tanto la ley, los agentes del orden y los periodistas; profesan respeto por la persona humana.
No obstante, ha disminuido considerablemente el número de víctimas proporcionales entre los emigrantes. Como quiera que sea, estos viajes son mucho más seguros que los que se realizaban en balsas en los años 90.
Pero el asunto se vuelve a tornar sumamente serio. Se dice que la mafia mejicana está metida de a lleno en este jugoso asunto que ya toma proporciones alarmantes. Cientos de personas están emigrando de Cuba cada día, – hay quien asegura que son 500 diarios – y no falta quien acusa al gobierno cubano de estar lucrando con este asunto (una nueva versión del departamento MC). En fin, lo cierto es que es una cifra muy grande y preocupante, porque estamos hablando de otro puente similar al del Mariel en 1980, pero silencioso.
De seguir por este camino, habrá problemas. Estos no se resuelven culpando a la ley de ajuste cubano de Norteamérica, ni por el ajuste de los cuentos. Tampoco con represión ni largas condenas de cárcel. Por tanto, llamamos una vez más a los que nos gobiernan para pedirles que actúen como servidores del pueblo y pongan el interés común por encima del propio, para realizar el CAMBIO que necesita el país. ¡Esa es la única forma de resolver el problema con seriedad!
chavi_glez@yahoo.com
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