jueves, 29 de mayo de 2008

Ausencia Quiere decir Olvido, Alejaqndro Ríos

Me cuenta un amigo llegado de La Habana que está ocurriendo lo que no pocos presumían: con su desaparición física del ruedo político, Fidel Castro ha adelantado el olvido adonde algún día lo confinará definitivamente la historia. Dice que nadie lo menciona en medio de las tribulaciones del diario vivir y su invisibilidad se ha vuelto una suerte de alivio luego de cincuenta años de presencia omnímoda. La muerte tal vez hubiera detenido esta justa operación de ablución espiritual donde cada día que pasa las personas comunes y corrientes se desprenden de una mala memoria de su paso triturador por la isla.

Es ciertamente un respiro que el pueblo cubano pueda disponer de su tiempo libre y encender el televisor luego de la transmisión de la Mesa Redonda y escapar en alas de las telenovelas sin la eventualidad perenne de un discurso entrometido de Castro de cuatro o seis horas, donde la vida solía quedar en vilo en espera de sus mensajes mesiánicos. Si algo se puede agradecer al nuevo Castro en el poder es su apatía para convocar a las masas cada vez que el ''espíritu combativo'' es puesto en solfa, lo cual está ocurriendo cada vez con más frecuencia.

Así como los carteles murales llamando a la combatividad y lealtad a la revolución se van destiñendo y deteriorando por falta de mantenimiento y la crispada campaña ''batalla de ideas'', implementada luego de los acontecimientos caóticos del retorno del niño Elián a Cuba, ya no dicta ninguna pauta a seguir por esa falta de ''fijador'' y seguimiento que tiene el socialismo caribeño, sobre todo sin su atribulado motor principal el comandante y ministro omnisciente, el sano olvido extiende su manto de cordura sobre un pueblo empachado de consignas y convocatorias huecas.

El cubano aboga, justamente, por un poco de levedad y sosiego luego de tanta rigidez y grisura eslava. Las antenas de televisión apuntando a programaciones alternativas que solían ser desmanteladas por los agentes del orden cada vez que oteaban el horizonte, ahora se instalan en el interior de las casas en unos artilugios que emulan con escenas de la más sofisticada ciencia ficción. Curiosamente ya no buscan canales en inglés, como hace algunos años, sino que sintonizan las estaciones locales de Miami en español, gusto que comparten con sus compatriotas exiliados. Paradójicamente y a pesar de tantos obstáculos, durante las noches, las dos Cubas suelen integrar una patria virtual en las ondas hertzianas.

Tal vez el capítulo más curioso de esta disolución paulatina de la revolución sucede en el lugar donde está refugiado el dictador. Una fuente cercana asegura que se trata de la versión cubana del excelente filme alemán Good Bye Lenin!, mostrado en Cuba apresuradamente durante un festival de cine, donde un hijo reproduce para su madre militante, que ha salido de un coma luego de la caída del muro de Berlín, el sistema socialista en los estrechos límites de su habitación de convaleciente para que no muera del corazón con la buena nueva.

Algo similar le han diseñado a Castro. Sus diligentes asistentes le escogen los cables con noticias alentadoras para la izquierda internacional, le hablan de las magníficas ventas de su libro de memorias y de los planes agrícolas que sobrepasan todos los pronósticos. Su hermano le deja saber lo que le conviene y nadie que vaya a perturbar su limbo comunista es autorizado a visitarlo, principalmente su sobrina Mariela con tan libertina obsesión por travestis y homosexuales.

Tiene un reproductor de DVD donde disfruta de los clásicos del oeste norteamericano, su género cinematográfico predilecto, y dos televisores alimentados con noticias fatídicas del capitalismo e imágenes placenteras del pueblo que lo adora y espera por su regreso. Aunque dicta sus llamadas reflexiones por sugerencias de un paje que apenas se mueve de la habitación, se mantiene encendida una computadora que no sabe manipular y también está controlada por un servidor que impide la entrada de información inconveniente.
Así transcurren los días finales de Castro y su engendro social de casi medio siglo. Los primeros versos de cierta vieja canción de amor parecen prefigurar los deseos del pueblo antes de que caiga el telón: Ausencia quiere decir olvido, / decir tinieblas, decir jamás...
Tomado de El Nuevo Herald

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