jueves, 29 de mayo de 2008

La Tapa (cuento), José Antonio Fornaris

Hola, que bueno es estar a tu lado de nuevo mi padre.
Hace años que no estábamos juntos; treinta se iban a cumplir muy pronto. Te he extrañado mucho y he estado recordando muchas cosas tuyas.
Sobre todo recuerdo… eso se me quedó bien impregnado en la mente, el día que en la sala de la casa, con tus amigos Alfonso y Radamés, diste tus valoraciones sobre lo que se dice que es el cuento más corto del mundo. ¿Te acuerdas, verdad?
Aquel, en que el último hombre que quedaba en el mundo estaba sentado, completamente solo en la sala de su casa, y de pronto alguien tocó en la puerta.
Tu dijiste que quien llamó a la puerta fue una mujer. Que esa era la versión más corta y más actual de Adán y Eva. Y que a partir de ahí todo se comenzó a fastidiar de nuevo. Que por ese motivo estábamos nuevamente en el mundo. Que por culpa del sexo el planeta tenía que estar cargando con tanta mugre y sobre todo con tanto ruido.

Yo también he pensado mucho en esa escena, porque si ese hombre estaba ahí, solo, tranquilo, disfrutando de paz y de silencio, para que había que ir a perturbarlo.

Sobre eso te digo algo que tú no sabes. He visto, en forma de chiste, escrita en una cartulina, una situación similar a esa. Se trata de otro hombre que habla de lo bien que está, porque se día no ha tenido dificultad ninguna. Dice que es un momento maravilloso, que todo es armonía y felicidad. Pero concluye afirmando: “Ahorita viene alguien y jode todo esto”.

También me viene ahora a la mente que en una de esas tertulias, que de vez en vez, se realizaban en nuestra casa, alguien trajo a colación un tema referente al código peatonal o algo de reglas de urbanidad, asegurando que era obligatorio que las damas siempre fueran a la derecha de los hombres y por la parte de adentro cuando se transitaba a pie.

Aquello, no se me olvida, trajo una discusión casi filosófica, y hubo quien afirmó… creo que fue tío Eusebio, que eso era imposible. Hasta que tú dijiste que siempre había que caminar por la derecha, que esa era la forma natural de avanzar.
Eso se tomó como una abierta alusión política de tu parte. Y Baldomero, el poeta, ripostó alegando que cuando la poesía era buena, no importaba que fuera de izquierda; pero replicaste asegurando que la poesía existía porque existía porque existía la derecha.

A veces me parecías muy radical, absoluto. ¿Sigues aún siéndolo? Recuerdas aquella ocasión, en que estábamos conversando sobre la política exterior y me dijiste que era una mierda y la mierda siempre sería mierda. Y yo te contradije argumentando… no se muy bien ni porque hice eso, debe haber sido para contradecirte, que la mierda se convertía en abono orgánico, y balbuceaste cáustico a modo de conclusión: “De todas formas sigue siendo mierda”.

Por favor, no te alarmes con toda mi habladuría. No he venido para molestarte, sino para acompañarte.
Se que hay un poco de ruido ahí arriba, y que tú eres amante de la tranquilidad, pero te aseguro que dentro de unos segundos, cuando terminen de correr nuevamente la pesada tapa de mármol de la bóveda, todo volverá a estar en calma, y hasta yo tendré que hacer silencio.
Managua, La Habana, mayo 29 de 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

RIP. Requiem. Misa Cantada.