jueves, 15 de mayo de 2008

Despierta singular interés vida y obra de Batista, Ivette Leyva Martínez

Fulgencio Batista Zaldívar, la figura política que más influyó en la época
republicana en Cuba, ha comenzado a ser reexaminado históricamente medio siglo
después de que Fidel Castro lo sucediera en el poder.

En los dos últimos años, la figura de Batista (Banes, 1901-- Marbella, 1973) ha
sido objeto de estudio e inspiración para investigadores, académicos y
escritores. En el 2006, el historiador cubanoamericano Frank-Argote Freyre
publicó Fulgencio Batista: From revolutionary to strongman, la primera parte de
su minuciosa biografía del gobernante desde su nacimiento hasta 1940.

"Al pasar casi 50 años, las pasiones van disminuyendo y se puede analizar con
más claridad los períodos de gobierno de Batista'', consideró Argote Freyre,
profesor de Historia de la Universidad Kean, en Nueva Jersey.

Durante décadas, la historiografía esquivó la figura del hombre que gobernó
durante más tiempo en la República -- 11 años -- y cuyo poder en la isla se hizo
sentir en la primera mitad del siglo XX. Fue el primer presidente que gobernó
bajo la última Constitución republicana, entre 1940 y 1944. Pero en 1952 tomó al
poder mediante un golpe de Estado que destrozó el orden constitucional y generó
un amplio rechazo popular. El 31 de diciembre de 1958 se vio obligado a
abandonar la isla ante el empuje del Ejército Rebelde liderado por Castro.

"Los historiadores y politólogos dentro de Cuba saben que uno de los mitos de la
revolución es que Batista fue un demonio, reconocen que la historia es más
complicada, pero sus carreras estarían en peligro si desafían la versión
oficial'', señaló Argote-Freyre, quien viajó a la isla para su investigación.
Al historiador le sorprendió la complejidad del gobernante cubano.
"Su mente era muy sutil, entendía el poder y los mecanismos para manejarlo. Se
convirtió en un hombre fuerte dentro de un gobierno débil'', opinó. "Hace tiempo
debíamos haberlo visto con ojos más históricos y menos apasionados''.
Sin embargo, la controversial personalidad sigue avivando pasiones en el exilio
cubano, donde conviven opositores a la etapa dictatorial (1952-1959) con
colaboradores y simpatizantes suyos.

El 14 de enero del 2001, una misa convocada en la iglesia San Juan Bosco de
Miami para honrar al ex gobernante en el centenario de su nacimiento fue
suspendida por una falsa amenaza de bomba.

A pesar del incidente, grupos de exiliados han seguido conmemorando otras fechas
vinculadas a Batista, como los aniversarios del 4 de septiembre de 1933, cuando
el entonces sargento encabezó una revuelta militar que lo catapultó a la
historia de Cuba y llevó a la renuncia del presidente provisional Carlos Manuel
de Céspedes.

En junio del 2006, la revista Enepecé, editada en Miami, dedicó un amplio
dossier a Batista, con una entrevista del filósofo Emilio Ichikawa a su hijo
mayor, Fulgencio Rubén (Papo) Batista, quien falleció el pasado año.
Pero Batista también revive en la literatura.

En España, el joven periodista Gregorio León obtuvo el X Premio de Novela de la
Ciudad de Badajoz en el 2007 por Murciélagos en un burdel, inspirada en el
fallido asalto al Palacio Presidencial en 1957 y donde recrea la personalidad
del general golpista.

"Quitarle a Batista la etiqueta de dictador es tan difícil como borrar un
tatuaje. No podía describirlo como el sanguinario que ha trazado el régimen
cubano históricamente, ni tampoco llevármelo al otro extremo'', comentó León.
"La cosa era ver a Batista de carne y hueso. Ver cómo se enamora de su mujer
después de atropellarla mientras ella paseaba, cómo sufre por las consecuencias
para su familia al producirse al ataque al Palacio Presidencial..."

El escritor también consideró que la figura de Batista ha sido distorsionada por
la historiografía.

"Cito el ejemplo del historiador Enrique Cirules, cuyos trabajos serían muy
estimables si no estuvieran salpicados constantemente de esos piojos que te
encuentras en cada página en forma de descalificaciones a Batista y a lo que
representaba'', afirmó. "Cuba no se merecía a Batista, pero mucho menos a
Castro''.

En París, la escritora Zoe Valdés prepara una novela sobre el penúltimo dictador
cubano, de la cual se limitó a decir que abarca desde "Quintín Banderas hasta la
muerte de Batista''.Valdés recordó que comenzó a interesarse en la personalidad de Batista desde sus estudios universitarios y señaló que es difícil explicar por qué se produce
ahora un reexamen histórico.

"Tampoco es un fenómeno masivo, somos dos o tres interesados, nada más; me
parece que ha pasado mucho tiempo, y que la figura de Batista comienza a
engrandecerse, comparado con Castro no fue el dictador que se dijo, hizo mucho
bien a su país por un lado, y vivió un exilio digno, hasta su muerte'', agregó.

En el 2005, los herederos de Batista donaron a la Cuban Heritage Collection de
la Universidad de Miami miles de documentos -- cartas, fotos, manuscritos,
recortes de publicaciones, libros, revistas -- que cubren fundamentalmente sus
años de exilio, desde 1958 hasta 1973. La mayor parte del archivo de Batista
entre 1933 y 1958 permanece en Cuba.

Los materiales de la Colección Fulgencio Batista Zaldívar, agrupados en 148
cajas, pueden ser consultados libremente por el público y algunos documentos y
fotografías están disponibles por internet.
De ellos emerge la imagen de un hombre con profundo sentido de la historia y sus
vaivenes. El cuidado y orden de los papeles indica que Batista preveía este
momento de revalorización de su papel en la historia de Cuba; todos los
documentos parecen ordenados para facilitar el trabajo de los historiadores que
vendrán.

Escribía y corregía varias veces sus textos, guardaba todos los borradores a
lápiz; hacía copias en papel carbón de sus cartas, guardaba hasta los sobres de
las que recibía."Desde el fondo de mi alma grita la voz de la historia'', escribió en una carta
en 1965.

La colección ha facilitado y alentado el trabajo de los interesados en esta
personalidad histórica. De acuerdo con Esperanza Varona, directora de la Cuban
Heritage Collection, entre los investigadores que han acudido a revisar la
papelería se encuentran graduados de las universidades de Viena, Emory, en
Georgia, y de Florida State Univesity (FSU).

La abundante correspondencia da fe de la visión de Batista sobre el papel de
Cuba durante las distintas fases de la Guerra Fría, de sus relaciones con el
exilio cubano, de los amigos que se mantuvieron fieles durante años y de sus
intereses literarios. Sin embargo, en decenas de cartas y documentos consultados
-- incluida una autobiografía inconclusa e inédita --, Batista eludió referirse
al momento más controversial de su carrera política: el golpe de Estado de 1952.
Durante su exilio se dedicó exclusivamente a escribir y a viajar por España y
Portugal. Nunca regresó a Estados Unidos, donde había vivido en la ciudad
floridana de Daytona entre 1944 y 1952.

Con el mismo orden con el que cuidaba sus papeles personales, coleccionó las
revistas Bohemia, Lunes de Revolución, Bohemia Libre y Carteles, y los diarios
Revolución, Patria, Prensa Libre, El Mundo y Diario de la Marina, así como
numerosas publicaciones del exilio de Miami.

Sostuvo un extenso intercambio epistolar con decenas de personalidades, entre
ellas el poeta Gastón Baquero, los historiadores Enrique Pizzi de Porras y Jorge
Hernández Volta y el general Arístides Sosa de Quesada, culto integrante de las
fuerzas armadas cubanas. El tono de sus cartas es cortés y condescendiente,
incluso al responder a comentarios negativos.

Apenas dos años después de su huida de la isla, Batista se quejaba con Baquero
de la distorsionada imagen de la Cuba republicana. "La infamia de las calumnias y las mentiras la han hecho aparecer como una subnación, sin desarrollo y analfabeta; como una tribu dominada por instintos bestiales, sin salubridad y sin cultura'', le escribió al poeta en julio de 1961.

Mantuvo uno de los intercambios epistolares más profusos con uno de sus antiguos
enemigos políticos: Carlos Márquez Sterling, presidente de la Asamblea
Constituyente de 1940 y ex militante de los partidos Auténtico y Ortodoxo.
En 1958 Márquez Sterling fundó el Partido del Pueblo Libre y se postuló sin
éxito como rival de Batista en las últimas elecciones cubanas. En el exilio, el
intercambio entre ambos fue cordial, y en algunas misivas Márquez Sterling se
refiere a Batista como "mi querido presidente''.

El rechazo del ex dictador a participar en movimientos políticos del exilio es
una constante en todo su epistolario, así como su escepticismo ante el éxito que
podrían lograr los exiliados. En marzo de 1964 le escribió a Márquez Sterling:
"Por Cuba y la unidad de los cubanos, tengo decidido no figurar en grupos ni
estimularlos. Es ya bastante penoso constatar cómo las rivalidades y las pugnas
los dividen y cómo, los que creen ser preferidos por las ventajas inmediatas que
reciben, contribuyen a diezmar los mejores impulsos''.

Aunque es conocida la reticencia de Batista a involucrarse con los movimientos
políticos de Miami, hay indicios de que esa no fue su intención original. En una
carta al historiador Pizzi de Porras, fechada en Ciudad Trujillo (hoy Santo
Domingo, República Dominicana) el 27 de abril de 1959, le asegura que no
aspirará a cargos, pero deja entrever que se mantendrá activo en la escena
política.
"[...] no quiero ser poder de nuevo. [...] En cuanto pueda estar por allá creo
que podremos hacer mucho con los que pueden''.

En un memorando del 16 de octubre de ese año Batista da nueva señales de que
quiere mantenerse en el terreno de la política. Analiza un manifiesto de los
exiliados de Miami y enfatiza la necesidad de una organización central con un
nombre abarcador, como "Movimiento Democrático''. Sugiere que "debe condenarse
el terrorismo, y toda acción que se desarrolle ha de destacarse como nacida del
propósito de combatir el terrorismo que se ha adueñado de Cuba''.

La imposibilidad de viajar a Estados Unidos, donde no se le permitió la entrada
después de su huida de Cuba; el rechazo que provocaba en muchos exiliados que
habían combatido su dictadura y su oposición a las naturales divisiones a que
conlleva la política, profundizaron la brecha con Miami.

"A veces los grupos, que ya forman ramilletes, son simbólicos e instrumentos de
dos o tres personas interesadas en destacarse, o de ansiosos o desesperados que
a su vez son aprovechados para sumar factores a la dispersión'', le escribió a
Eusebio Mujal, ex secretario general de la Confederación de Trabajadores de Cuba
desde Estoril, Portugal, el 15 de abril de 1967.

Batista consideraba que la ausencia de la unidad política dentro del exilio era
uno de los obstáculos principales para lograr la democracia en Cuba.
"Ninguna persona o colectividad determinada en el exilio, por fuerte que
parezca, tendrá autoridad bastante, política o moral, para hablar en nombre de
Cuba a individuos, entidades, instituciones o gobiernos en el extranjero'',
pronosticó en un memorando de marzo de 1969.
Desde los primeros años de la década del 60, Batista estaba profundamente
escéptico sobre el fin del castrismo.

"No preveo tan cercanos los umbrales de una acción masiva ni la aurora de la
soberanía reivindicada'', le escribió a Márquez Sterling en octubre de 1965.
"Creo [. . .] que el drama cubano no parece tener desenlace inmediato [. . .].
Cuba es sólo una ficha en el tablero internacional, sujeta a voluntadas ajenas y
a merced de factores imponderables''.

En otra misiva ese mes le advierte que "Fidel Castro toma ventajas porque ha
conseguido [. . .] que en los Estados Unidos se comente más respecto a la forma
de dar entrada a los miles de cubanos que emigran de la tierra propia, que del
peligro que constituye para todos los vecinos su permanencia en el poder''.
La correspondencia testimonia los numerosos pedidos de ayuda económica que
recibía frecuentemente de un amplio rango de exiliados. En carta del 22 de
septiembre de 1961, el conocido periodista Luis Ortega le agradeció la donación
monetaria del ex dictador para la publicación Popular.

"Al cabo de los años he tenido que reconocer que, por aferrarme a criterios
exageradamente periodísticos, fui en contra de mi simpatía y admiración por
usted'', le escribió entonces Ortega, quien reside actualmente en Miami.
Después de la fallida invasión de Bahía de Cochinos, Batista recibió más de una
decena de cartas de amistades y conocidos en las que le pedían entre $50,000 y
$100,000 para lograr la liberación de los brigadistas presos. Respondió
asegurando que cooperaría con dinero si Castro aceptaba la excarcelación de
todos los prisioneros de la fallida expedición armada de 1961.

Aunque nunca llegó a desembolsar ese dinero, en otras oportunidades envió
donaciones a amigos en vicisitudes, exiliados, familiares de presos políticos y
organizaciones caritativas. En 1971, la junta directiva de la Brigada 2506 le
escribió desde Miami para darle gracias por su "valiosa donación económica'',
que permitió levantar el Memorial de la Calle Ocho.
Tomado de El Nuevo Herald

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