jueves, 8 de mayo de 2008

Una cura de borrajas(NH), Nicolás Pérez Diez-Arguelles



La Fundación Nacional Cubano Americana acaba de hacer público un documento en el cual explica, a través de información del fisco y otras fuentes, el modo que algunas organizaciones exiliadas distribuyen las contribuciones que reciben del gobierno de los Estados Unidos para la lucha por la libertad de Cuba.

Dijo J. K. Rowling en Harry Porter y la piedra filosofal: ''Se necesita mucho valor para encarar a nuestros enemigos, pero no menos para oponernos a nuestros amigos''. La intención de la Fundación al hacer esta pesquisa, me dijo entre otras cosas telefónicamente Pepe Hernández, presidente de la FNCA, fue que la ayuda a la disidencia llegara de un modo más directo. Pero estamos en política, donde la percepción de los hechos es más importante que la realidad, y en este caso, dados los esfuerzos que han hecho anteriormente los congresistas norteamericanos William Delahunt y Jeff Flake, y exiliados como Max Lesnick, para trastornar la ayuda norteamericana a la disidencia, hace pensar a ciertos sectores de este exilio que la Fundación quizás cometió un error.

¿El resultado? Puso un manto de dudas mediante cifras de Frank Calzón, un ser humano quizás desorganizado y emotivo, pero jamás corrupto. También es cierto que, tomado por sorpresa, Frank no respondió en este incidente a la prensa con la precisión y coherencia necesarias.


Sobre el Directorio, una cosa es decir que no apuntan hacia el verdadero objetivo de esta lucha, y otra poner en tela de juicio su honestidad. La ayuda del gobierno norteamericano a la juventud cubana se remonta a los años 60, cuando todos los países latinoamericanos contaban con la presencia de estudiantes luchando frontalmente contra la izquierda continental. Conozco también las transmisiones radiales del Directorio, personalmente en dos ocasiones he hablado hacia Cuba por la emisora de esa organización. No obstante, es absurdo y se debe corregir que un grupo exiliado dedique un 95% de su presupuesto a viajes, conferencias y congresos y un 4% a la ayuda en pesos y centavos a los bolsillos de la disidencia interna, que es el actual corazón de esta lucha. Si la razón de ser de este grupo es solamente combatir el castrismo en América Latina y el mundo, y hacer caso omiso de quienes se enfrentan al comunismo en las calles de La Habana y las provincias, debe hacer un honrado análisis de sus objetivos, y rectificarlos.

Tampoco soy partidario de que la ayuda a la disidencia provenga sólo del gobierno de los Estados Unidos, porque esto convierte a grupos exiliados en portavoces de las estrategias de Washington. Nuestro principal crimen es llevar 50 años trabajando para la agenda de Washington y carecer de una agenda propia. Y aquí está el eje central de este entuerto. El exiliado cubano no debe ser republicano ni demócrata. No puede responder a ninguna administración que gobierne en la Casa Blanca. En la invasión de Bahía de Cochinos, luego en la clandestinidad y el Escambray, y finalmente durante la Crisis de Octubre, Washington hizo lo que le convenía no a Cuba, sino al pueblo norteamericano. Esto no es una crítica, por eso los aplaudo, hicieron lo justo y correcto para proteger sus intereses. Algunos exiliados no hacen lo mismo. Protegen los intereses de Washington, no los de la isla. Estamos aquí y no allá porque no hemos respetado nuestra soberanía. Jamás debemos vender las iniciativas y libertad de acción que nos pertenecen a una potencia extranjera.

Debemos darle la bienvenida a la ayuda norteamericana como la que instituyó los Estados Unidos con Europa del Este, pero el sacrificio económico debe establecerse también sobre los hombros de este exilio. Y ahí están los Plantados, que casi el 40% de su presupuesto, como me explicó

Angel de Fana, lo recaudan entre contribuciones cubanas y la del generoso empresario cubanoespañol Leopoldo Fernández Pujals, y con gran éxito están haciendo una labor silenciosa pero productiva, en contacto directo y diario con presos y ex presos políticos cubanos.

Este choque ha sido desagradable, pero aún puede finalizar con un saldo positivo. En primer lugar, la ayuda en su inmensa mayoría debe ir directamente a la isla. En segundo lugar, el lobby cubano en Washington debe revertir la tonta medida de que no se puede enviar dinero directo a la disidencia, y a los que argumentan que eso provocaría que el gobierno cubano acuse a su oposición de ser mercenarios, les respondo que no sean tontos porque de todas formas lo van a decir.
En tercer lugar, los grupos que reciban esa ayuda no deben responder a los intereses nacionales ni estatales del partido que les entregó las contribuciones. Y en este caso, en particular, debe haber una total transparencia. Frente a las dudas, la transparencia. Y aunque sabemos que trimestralmente estas organizaciones son auditadas por el gobierno norteamericano, The Center for a Free Cuba y el Directorio Democrático Cubano deben crear, para quienes tengan la más mínima duda de la posibilidad de corrupción dentro de estos grupos, un libro blanco, explicando sus gastos detalladamente, quiénes son sus empleados y cuáles son sus sueldos, que es lo que más recelo despierta. De este modo se acabarían sospechas posiblemente infundadas. Una cura de borrajas, pero que ayudaría a doblar la página de este desagradable incidente de una vez por todas.
Tomado de El Nuevo Herald




























No hay comentarios: