jueves, 29 de mayo de 2008

De los Procesos de Moscú a los teleprocesos, Rogelio Fabio Hurtado




Marianao, La Habana, 26/05/2008 (Semanario Digital Primavera) En la conferencia de prensa ofrecida por el Canciller como colofón de tres jornadas televisivas dedicadas a revelar los recursos financieros de una conocida opositora, el Sr. Pérez Roque calificó de divertida a la presente semana. Este toque de humor negro resultó lo más novedoso de su intervención, destinada a darle un carácter oficial a lo antes dicho por el equipo de locutores de la Mesa Redonda.

Recuerdo el dramatismo de los Procesos de Moscú, cuando Stalin se sintió lo bastante poderoso para quitarse de encima a toda la vieja guardia bolchevique, gente de armas tomar, por cierto. Más de un libro, así como las propias actas de cada proceso, nos han permitido conocer de aquel horror. Las acusaciones, tan graves como fantasiosas, culminaron casi todas en la horca. Si bien durante los interrogatorios de la fiscalía los acusados se derrumbaban moralmente, antes habían ofrecido tenaz resistencia durante el proceso de instrucción. Contradiciendo al refrán, bolchevique devoró bolchevique, sin compasión. Los acusadores se sentían respaldados nada menos que por las inexorables Leyes de la Historia, cuyos mandamientos también acataban, para desgracia suya, los acusados. Aquellos fueron tiempos duros, cuando aún no existía la televisión. Claro, entonces tampoco existían el correo electrónico, los celulares, ni Internet.

El presente tele-proceso, ofrecido como serial por la Televisión cubana en el antiguo horario de las aventuras infantiles, dista muchísimo tanto de los moscovitas como de los nacionales de las primeras décadas, marcados por la inminencia de los fusilamientos. Entonces, los acusadores eran tenientes muy serios, cuyos nombres no podían revelarse, capaces de desplegar con destreza aplastantes evidencias de las violentas acciones que los acusados habían ejecutado o se lo proponían. Estos, eran presentados vistiendo sus uniformes de faena combativa, y eran escuetos en sus respuestas a los graves interrogatorios.

Aquellos “hombres del silencio” han sido suplantados hoy por comunicadores más o menos profesionales, aunque a alguno se le trabe la lengua de vez en cuando y otro balancee su cabeza como una tortuga de juguete, de cuello y corbata, debidamente maquillados, quienes presentan, por riguroso turno, los documentos previamente facilitados a ellos por el Mando. En este caso, tuvieron que recurrir a un esfuerzo histriónico mayor, para conferirle interés a la lectura de una ringlera de mensajes electrónicos mayormente anodinos y, sobre todo, reiterativa, redactada sin arte conspirativo alguno, que fueron presentados junto a triviales videos, como evidencias de actos capaces de poner en peligro la seguridad nacional. Francamente, apretaron.

Tampoco puede excusarse a la protagonista principal, ni a sus irresponsables sobrinos Donalds, ostentar a los cuatro vientos sus vínculos con los funcionarios norteamericanos. A esta hora estarán recordando aquello del que con niños se acuesta...En este caso, hay que anotarle el punto al Mando cubano.

La procedencia del dinero, de manos de un activista de línea dura del llamado exilio histórico, recuerda la donación hecha por Manuel García y rechazada por José Martí, con la agravante de que, en este caso, el donante estaba en situación comprometida con la justicia norteamericana y recurrió a esta generosidad con el fin de obtener ayuda de la beneficiaria para salir del apuro. No coincido con esta decisión de ella, aunque reconozco que el tratamiento que impone el Mando a sus desobedientes, privándolos del derecho a trabajar, de hecho los obliga a recibir medios económicos del exterior para poder sobrevivir.

Por otra parte, el serial queda suspendido, hasta nueva orden. No hay detenciones, primero, porque recibir remesas desde los Estados Unidos no constituye delito; segundo, porque ya han probado a encarcelarla sin poder doblegarla.

Es significativo, y por demás loable, la voluntad de la nueva administración de erradicar la discriminación por motivos sexuales en la Isla. Sin embargo, esta apertura no llega al campo político ni al económico. La campaña desatada contra vendedores de jabitas, periódicos y viandas en La Habana, refleja la permanente voluntad de que nadie toque nada, yo sólo puedo tocar. Este tele-proceso patentiza la misma voluntad respecto a la disidencia política. Como para disolver pronto las falsas interpretaciones que algunos dimos a los llamados a ejercer la crítica.

Lejos de parecerme divertida, la semana y el presente nacional, me parecen muy tristes. El equipo de gobierno no parece dispuesto a reconocer la necesidad imperiosa de verdaderos cambios estructurales y se conforma con perpetuar el status de resistencia inmóvil, de fortaleza, más bien de ruina sitiada, para justificar su espíritu conservador. En lugar de consagrar ese maratón televisivo a ventilar con seriedad los problemas reales que acogotan al País, prefieren “divertirse” a costa de 18 dignas Damas de Blanco y una dirigente opositora, con el mismo morbo estéril con que el gato vapulea al ratón.

Por otra parte, se avizora una propuesta alternativa, capaz de retar al continuismo indefinido con responsabilidad y envergadura. La Cuba del siglo XXI, capaz de sanar todos los males heredados del mal llamado socialismo real, con su régimen totalitario de estado, su corrupción burocrática y su adicción al elogio incesante, que preserve a la vez su soberanía, sigue haciéndose esperar.

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