jueves, 22 de mayo de 2008

CULTURALES, El Mejor Escritor Bolchevique, Rogelio Fabio Hurtado



Marianao, La Habana, 18/05/2008 (Semanario digital Primavera) Fue León Trotsky. Pruebas de ello se encuentran en su mínimo opúsculo Trotsky en España, traducido por Andrés Nin. Elaborado a partir de sus apuntes de revolucionario errante, registra su arribo a España en 1916, adonde arriba a través de la frontera con Francia, por la región conocida como el país vasco .

No tarda en despertar la curiosidad de la policía secreta española, la cual ejecuta la orden de capturarlo y ponerlo a buen recaudo en la Cárcel Modelo de Madrid, en tanto se tramita su envío hacia América. En dicha prisión, Trotsky conoce a un recluso cubano. Veamos como lo refleja en sus apuntes:

He aquí a un cubano o hispanoamericano, afeitado. Vestido de negro, de pelo brillante, cuidadosamente peinado. Nada de particular. Mató o hirió a una mujer.
Si bien aún Trotsky duda de la exactitud de la nacionalidad del recluso, los detalles de su porte y aspecto ya prefiguran los rasgos de pulcritud que al menos exteriormente nos identifican. Algunas páginas más adelante, vuelve a ocuparse del sujeto:
El cubano ha cantado hoy fragmentos de Rigoletto y de Aida. Tiene una voz de barítono discreta y una faz expresiva. Se prepara para la ópera, pero todo se ha ido a paseo a consecuencia de una mujer que le denunció, acusándolo de haber atentado contra su vida. Está condenado a dos años y medio de cárcel.
El español que yo había tomado por alemán y que lo sabe todo me dice, sin embargo, que el cubano había tenido ya una historia en Cuba, donde había matado a un negro y se le había condenado por ello a ocho años y medio de presidio. El cubano me demuestra una gran simpatía; asegura que, aunque no puede explicarse conmigo, ve por mi cara que soy un buen compañero y me dice que el cigarrillo que le he dado lo mandará a su mujer; todo esto me lo dice con ayuda de su vocabulario inglés, no muy rico. A todo esto añade que su lady es una verdadera beldad. ¿Será ella a quien dio una cuchillada? Es evidentemente un
Anormal; se mete en todo, canta, silba, pero, a veces, si lo tocan, enseña los dientes e imita de un modo excelente el ladrido de los perros.
Los rasgos del retrato no dejan dudas acerca de la cubanía de aquel compatriota, capaz de ejercer simultáneamente el género lírico y la violencia pasional. Una lástima que el entonces joven bolchevique no haya consignado su nombre y demás generales, precisiones que no hubiesen escapado al estilo de su archienemigo, el georgiano Stalin.

En las páginas 70...72, vuelve Trotsky a ocuparse de la Isla, esta vez específicamente de La Habana, destino que le proponen de inmediato las autoridades peninsulares:
A pesar de todo, me anunció que al día siguiente debía salir para una de las Repúblicas americanas. ¿Para cuál? Yo contesté que tenía el propósito de ir a Nueva York. Al parecer el jefe de policía se había mostrado conforme con ello; pero, a decir verdad, únicamente en principio, pues, según él, debía marcharme inmediatamente, y, para Nueva York, el barco salía el 30. ¿Qué hacer? Después de haberse puesto al habla con el gobernador (y acaso sin ello), el jefe de policía me comunica que al día siguiente por la mañana se me mandará a La Habana, para donde, por una feliz casualidad, sale un barco.
_ ¿A La Habana?
_ ¡A La Habana!

_ Voluntariamente no me marcharé.
_ Entonces nos veremos obligados a encerrarle a usted en las bodegas.
De inmediato se dirigió el acosado León a la oficina de Telégrafos de Cádiz y mandó telegramas urgentes en todas direcciones para evitar verse mandado a La Habana, ciudad a donde no tenía ninguna intención de ir.

Por fin, la policía secreta española deja partir el barco hacia La Habana sin poner a bordo al ilustre indeseable, quien después zarpa, conforme a su deseo, hacia Nueva York. Una elemental conjetura borgiana me lleva a suponer que el incesante líder bolchevique ya intuía, nebulosa pero certeramente que Cuba y, sobre todo, los cubanos no le seríamos propicios. Primero, conoce a un cubano bien parecido, sensible, locuaz y algo entrometido, que procura hacérsele simpático, y en parte lo consigue, aunque Trotsky estuviese advertido de su condición de homicida. Luego, quieren imponerle una visita a La Habana, urbe donde, muchos años después, un alto oficial de la NKVG se encontrará con una militante de Santiago de Cuba, Caridad del Río, para ultimar los detalles del operativo que llevaría a cabo el hijo de esta, un joven bien parecido, sensible, locuaz, algo entrometido, quien consigue hacérsele simpático y lo asesina clavándole un picolet de alpinista mientras el bolchevique leía un supuesto ensayo escrito por el joven, quien había llegado desde Nueva York, recomendado por sus partidarios de allí. La camarada Del Río y su jefe soviético permanecían afuera, en un auto con el motor encendido para sacarlo del lugar, única fase que resultó fallida en el bien planificado atentado.

Como es sabido, Ramón Mercader del Río, (a) Ramón o Jacobo Mornard fue condenado a 20 años de presidio, pena que cumplió exactamente. Son menos los que conocen que el Héroe de la Unión Soviética Ramón Ivanov murió en Cuba, a principios de la década del 70, a la edad de 66 años. Está sepultado en Moscú. Su madre, Caridad del Río falleció en Barcelona y pese a ser la primera, y acaso la única, cubana merecedora del Premio Stalin, su vida permanece en el más hermético anonimato, como cuadra a una guerrera del silencio.

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