El cubo de agua fría.La Habana, agosto 21 de 2008 (SDP) Sectores significativos de la sociedad habían asumido erróneamente que, ajustado al discurso pronunciado por el Presidente, Raúl Castro el 11 de Julio de 2008, en la primera legislatura de la Asamblea Nacional, continuaría con el rumbo ascendente de apertura tal como lo venía planteando en sus anteriores intervenciones.
Pero contra todas las expectativas, el 26 de julio ocurrió todo lo contrario. Prácticamente todo el mundo concuerda que es un retorno al castrismo intolerante e inmovilista que el pueblo cubano sufrió en las décadas de los setenta y de los ochenta.
Siguieron pendientes las asignaturas como la ratificación de los pactos de derechos políticos y económicos, así como la respuesta a la Unión Europea después que los 27 levantaron las sanciones vigentes desde marzo de 2003.
De igual manera, se detuvo la continuidad de la supresión de las cientos de prohibiciones aún vigentes y el plan de desmantelamiento del enorme aparato burocrático en la que se refugian como ratas depredadoras miles de funcionarios incompetentes, venales y corruptos.
Se paralizaron las medidas dirigida a paliar los altos costos de la vida diaria de los cubanos. Principalmente, lo que mas golpea el bolsillo: la comida.
Pero nada de nada, todo el mundo se quedó en ascuas. Todas las esperanzas fueron defraudadas.
Si bien la temporada estival en la isla está siendo de altas temperaturas, en Santiago de Cuba se caracteriza por ser muy extrema. Pero los santiagueros y el resto del pueblo cubano, por mucho calor que estén sintiendo, no deseaban el cubo de agua fría que le tiró el Presidente Raúl Castro con su discurso del 26 de Julio.
Este inesperado giro de timón por parte del General Raúl Castro puede tener muchas lecturas. Las más apreciables son los conflictos, aunque pretendan negarlo, existentes en el núcleo duro de la elite. Todo evidencia que en estos momentos no hay ganadores ni perdedores, aunque todos están concientes que el envejecido modelo de gobierno ya tocó fondo.
¿Entonces que realmente le sucedió a Raúl?
Hace un año en la misma fecha, en Camaguey, siendo presidente provisional, abordó temas cruciales que se distanciaban de la ortodoxia fidelista. . Exactamente a un año de aquellas declaraciones, de momento nos encontramos con un silencio sepulcral sobre asuntos como los urgentes cambios estructurales en todos los sentidos que demanda el pueblo cubano.
Para nadie deberá resultar asombroso que el tirano presione para continuar ejerciendo su nefasta y destructiva influencia en todos los resortes del poder. ¿Acaso se nos olvidó que Stalin gobernó hasta pocos minutos antes de su muerte? Aún con el certificado de defunción que extendieron sus médicos de cabecera, sus más cercanos servidores dudaban que fuera cierto.
Algo similar ocurrió con el tirano Franco, el cual desde su lecho de moribundo dirigía el gobierno. Franco no incurrió en las veleidades de la proclama del 31 de julio del 2006.
Mao Tse Tung hasta los últimos estertores no dejó de dar órdenes a la banda de los cuatro.
Si para todos es un secreto a voces la manera de comportarse del autócrata cubano, caracterizada por su despotismo, proceder obstinado, prepotente y totalmente ajeno a escuchar y tener en cuenta las opiniones de los que lo rodean, ¿cual es la diferencia del enfermo dictador cubano y los tres déspotas que mencionamos?
Para nadie en Cuba o en el extranjero debe resultar algo anti natura, que con el tirano en vida, resulta poco probable que se puedan realizar la más mínima reforma. Por tibias que sean, están poniendo en entredicho, como está ocurriendo, la ineficaz y destructiva manera en que gobernó el país por más de cuatro décadas perdidas. Como se comprenderá, esto no lo va a permitir, como últimamente está ocurriendo.
Si nos detenemos en esta realidad y la admitimos como cierta, es probable que podamos encontrarle una explicación, aunque no una justificación al cubo de agua fría que le tiro Raúl Castro al pueblo cubano el pasado 26 de julio.
primaveradigital@gmail.com
Pero contra todas las expectativas, el 26 de julio ocurrió todo lo contrario. Prácticamente todo el mundo concuerda que es un retorno al castrismo intolerante e inmovilista que el pueblo cubano sufrió en las décadas de los setenta y de los ochenta.
Siguieron pendientes las asignaturas como la ratificación de los pactos de derechos políticos y económicos, así como la respuesta a la Unión Europea después que los 27 levantaron las sanciones vigentes desde marzo de 2003.
De igual manera, se detuvo la continuidad de la supresión de las cientos de prohibiciones aún vigentes y el plan de desmantelamiento del enorme aparato burocrático en la que se refugian como ratas depredadoras miles de funcionarios incompetentes, venales y corruptos.
Se paralizaron las medidas dirigida a paliar los altos costos de la vida diaria de los cubanos. Principalmente, lo que mas golpea el bolsillo: la comida.
Pero nada de nada, todo el mundo se quedó en ascuas. Todas las esperanzas fueron defraudadas.
Si bien la temporada estival en la isla está siendo de altas temperaturas, en Santiago de Cuba se caracteriza por ser muy extrema. Pero los santiagueros y el resto del pueblo cubano, por mucho calor que estén sintiendo, no deseaban el cubo de agua fría que le tiró el Presidente Raúl Castro con su discurso del 26 de Julio.
Este inesperado giro de timón por parte del General Raúl Castro puede tener muchas lecturas. Las más apreciables son los conflictos, aunque pretendan negarlo, existentes en el núcleo duro de la elite. Todo evidencia que en estos momentos no hay ganadores ni perdedores, aunque todos están concientes que el envejecido modelo de gobierno ya tocó fondo.
¿Entonces que realmente le sucedió a Raúl?
Hace un año en la misma fecha, en Camaguey, siendo presidente provisional, abordó temas cruciales que se distanciaban de la ortodoxia fidelista. . Exactamente a un año de aquellas declaraciones, de momento nos encontramos con un silencio sepulcral sobre asuntos como los urgentes cambios estructurales en todos los sentidos que demanda el pueblo cubano.
Para nadie deberá resultar asombroso que el tirano presione para continuar ejerciendo su nefasta y destructiva influencia en todos los resortes del poder. ¿Acaso se nos olvidó que Stalin gobernó hasta pocos minutos antes de su muerte? Aún con el certificado de defunción que extendieron sus médicos de cabecera, sus más cercanos servidores dudaban que fuera cierto.
Algo similar ocurrió con el tirano Franco, el cual desde su lecho de moribundo dirigía el gobierno. Franco no incurrió en las veleidades de la proclama del 31 de julio del 2006.
Mao Tse Tung hasta los últimos estertores no dejó de dar órdenes a la banda de los cuatro.
Si para todos es un secreto a voces la manera de comportarse del autócrata cubano, caracterizada por su despotismo, proceder obstinado, prepotente y totalmente ajeno a escuchar y tener en cuenta las opiniones de los que lo rodean, ¿cual es la diferencia del enfermo dictador cubano y los tres déspotas que mencionamos?
Para nadie en Cuba o en el extranjero debe resultar algo anti natura, que con el tirano en vida, resulta poco probable que se puedan realizar la más mínima reforma. Por tibias que sean, están poniendo en entredicho, como está ocurriendo, la ineficaz y destructiva manera en que gobernó el país por más de cuatro décadas perdidas. Como se comprenderá, esto no lo va a permitir, como últimamente está ocurriendo.
Si nos detenemos en esta realidad y la admitimos como cierta, es probable que podamos encontrarle una explicación, aunque no una justificación al cubo de agua fría que le tiro Raúl Castro al pueblo cubano el pasado 26 de julio.
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