jueves, 28 de agosto de 2008

El secuestro de la familia cubana, Guillermo Fariñas Hernández.


“La familia es el núcleo fundamental de la sociedad”. Esta afirmación intentaron grabarla a sangre y fuego en las mentes cubanas, los profesores de filosofía Marxista-Leninista. Esto se verificaba en todas las aulas de la isla, en las décadas de los años 60, 70 y 80 del pasado siglo XX.

Los conocedores de la filosofía de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Lenin, consideran que todo quedó en una vacía teorización. En la práctica, el núcleo familiar constituye el peor enemigo para fabricar la utópica sociedad socialista. Por eso aplicaban el proverbio chino: “Al enemigo se combate sin piedad”.

En casi 50 años de revolución cubana, los ataques a la integridad de la familia cubana son proverbiales. El principal valor familiar es su unidad, que se constituye en un instinto gregario. Dicha cuestión la hace un grupo de individuos que poseen características únicas: son portadores de conciencia.

Esta cohesión fue atomizada por incipientes experimentos sociales revolucionarios. El de más repercusión en la debacle familiar fue el Plan Nacional de Becas. En él, los adolescentes y niños eran arrancados de sus casas, barrios y parroquias cristianas. Así, los adultos mayores perdieron autoridad por lejanía y ausencia.

A un nivel macro social, estos jóvenes eran adoctrinados en la ideología del estado. Esto era ejecutado durante largos periodos de tiempo. Se preparaban para interactuar en un mundo político-social específico: El de las tareas a cumplir para llegar al comunismo. Eran transformados en revolucionarios, que repetían hasta el cansancio frases doctrinales.

Para lo que no estaban entrenados era para convivir a una escala microsocial. Una escala donde las relaciones humanas fueran lo más importante y los afectos por los seres queridos, lo esencial. De ahí el por qué de que la mayoría de los emblemáticos dirigentes del proceso cubano son, en amplia mayoría, divorciados o con pésimas relaciones familiares.

Cuando cayó el campo socialista europeo, a pesar del empecinamiento de los dirigentes en aferrarse al poder de su tipo de gobierno totalitario, surgió una esperanza dentro del caos. Fue con la crisis económica nacional que les sobrevino a los isleños lo que eufemísticamente fue denominado Período Especial en Tiempos de Paz.

Las iglesias cristianas y otros cultos religiosos tomaron gran fuerza. En este caso, el Marxismo-Leninismo si tuvo razón, pues plantea: “Ante la crisis económica, aumenta la religiosidad en la sociedad”.

El cristianismo y casi todas las otras religiones practicadas en Cuba, abogan a ultranza por la buena relación familiar.

Pero un nuevo factor corroe a la familia cubana actual. Este es la separación por largos períodos de tiempo de los padres respecto a sus hijos o de los esposos en cuanto a sus cónyuges.
Fundamentalmente, lo primero ocurre en edades claves de la formación de valores éticos en los hijos, en pleno proceso de asimilación de la educación paternal o maternal.

Los progenitores que deciden abandonar, huir o ausentarse del país por largo tiempo, producto de las agobios de las necesidades materiales largamente insatisfechas, traen a la familia recursos financieros de inmediato. Pero los seres humanos son entes sociales, que necesitan también satisfacer carestías espirituales.

Este trabajo trata un problema demasiado complejo. Pues tanto se separan de sus familias por mucho tiempo connotados antifidelistas que desertan, se exilian o huyen del país, como se distancian de su estirpe sanguínea, los cooperantes internacionalistas, seguidores ortodoxos del castrismo.

Las autoridades estatales bloquean la reunificación familiar de aquellos considerados desertores o traidores a la revolución cubana tanto como la de sus incondicionales con status de cooperantes en el exterior, a los que exigen que alarguen su permanencia en el extranjero. Estos últimos no viajan con la familia, para que no caigan en la tentación de desertar.

Nadie ha hecho, hasta donde sé, una investigación al respecto, pues se trata de un tema políticamente escabroso. Eso sería lavar las ropas sucias en público. Se trata de matrimonios rotos, traiciones desgarradoras, infidelidades imperdonables, amores desvastados y desilusiones patéticas.

Lo peor de toda esta casuística aquí descrita es lo que respecta al segmento más joven del grupo social. Es altamente carente y vulnerable ante la asimilación de estos necesarios valores morales.

Hoy los expertos se encuentran una particularidad maléfica: la familia cubana también fue secuestrada por el régimen militar de los Castro.
cocofari62@yahoo.es

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