Marianao, La Habana, agosto 14 de 2008, (SDP) No solo luce, sino que resulta paradójico; alguien dijo que los extremos se tocan. No es la teoría, son los hechos quienes se encargan de confirmar o denegar el carácter axiomático de un enunciado.
En días recientes, una figura de la sociedad civil, devenida en pitonisa de Eride, sembró el estupor en toda la audiencia al expresar, sorprendentemente, que salvo la elite, el resto del segmento poblacional contestatario está integrado por una “oposición de trapo”. Esta valiosa y respetable persona parece no haber meditado a fondo el significado de sus palabras y, sobre todo, el papel que su afirmación depara a la propia elite que pretende representar. Por elemental oposición, si el demos disidente es de trapo, indefectiblemente el aristos será de oropel.
Desafortunadamente, este discurso disolvente no es lo más corrosivo en esta conducta, sino que esta persona ha hecho causa común con los elementos ortodoxos más recalcitrantes dentro de la cúpula del poder, implosionando el espacio de tolerancia y respeto mutuo que, al precio de infinitos dolores y sacrificios, se viene columbrando en nuestro sufrido país.
La oposición de trapo, -a la que con sano orgullo me precio de pertenecer- trabaja con ahínco, sencillez y desinterés para llegar a las fibras más nobles del corazón del poder, convencida de que los hijos de Martí no somos un pueblo peor que otros y que, si colocamos el amor como piedra angular, edificaremos una patria como EL la soñó: con todos y para el bien de todos.
La oposición de oropel podrá seguir amasando sus sueños oligárquicos de prohijar una sociedad estamentaria, elitista, aburguesada, pero el signo de los tiempos es inequívoco: la oposición “desechable”, junto a los sectores más progresistas del gobierno cubano, encontraremos un espacio interactivo en el que la mutua exclusión, el resentimiento y la intolerancia ocuparán el lugar que les corresponde en el vertedero de la historia.
Los oropeles podrán enlucir la poquedad moral de sus portadores de alquiler, pero no negar la insignificancia del puñado de polvo que todos somos ante la muerte. La verdadera grandeza tal vez estribe en la humildad a ultranza.
josealberto.alvarez@yahoo.com
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Nota del editor: José Alberto Álvarez Bravo se ocupa de las Relaciones Públicas en el Partido Liberal Nacional Cubano (PLNC)
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