Jaimanitas, La Habana, agosto 14 de 2008, (SDP) Rememorar la infancia para mí, es volver a la pobre vivienda de la Calzada de Oña en Sagua la Grande, Villa Clara. Montar el ómnibus escolar que me llevaba a mi querida escuela de los Jesuitas al otro lado del puente sobre el río Undoso. También es verme de nuevo en el seno de una familia revolucionaria, donde predominaba un ambiente conspirativo. Mis hermanos mayores eran dirigentes del Movimiento 26 de Julio. Siempre la policía les buscaba. Por ello, cuando estaban en casa, yo tenía que vigilar para que no les sorprendieran.
En nuestra vivienda había cartuchos de TNT escondidos, fósforo vivo, armas y banderas del 26. Algunas de estas, a simple vista. Sin embargo, nunca las encontró la policía. No era raro que ellos volaran un poste del tendido eléctrico y dejaran al pueblo sin luz. O que quemaran una escuela. Si subían a un ómnibus era para hacer bajar a los viajeros a punta de pistola, al ómnibus lo quemaban en algún lugar apartado. Si salían de un pueblo para otro, en el trayecto dejaban numerosos cañaverales ardiendo. Aquella gente del Movimiento 26 de Julio, cometía todos estos actos terroristas y otros muchos más.
Los gastos de ese movimiento eran realmente cuantiosos, pero: ¿De dónde salía el dinero para cubrirlos? Existía una base logística considerable. El pueblo cubano era solvente. Un por ciento grande de los trabajadores disponía de un salario holgado. Luego venía una estela de empresarios de todas las estaturas, – desde el carrito de granizado hasta el propietario de un central azucarero – muchos de ellos prestos a contribuir. Bien por simpatía o por aquello de estar a bien con “EL PRE Y CON EL PRO” (con el Presidente de turno y con el próximo Presidente).
Más allá de eso, mis hermanos me cuentan que el Movimiento acudía a la extorsión, el asalto y la estafa. Iban a ver a un dueño que colaboraba y solían poner la pistola sobre la mesa y preguntar ¿cuántos bonos vas a comprar? Si aquel se negaba, al siguiente día explotaba una bomba en su establecimiento. Por otro lado, los asalto a los “Bancos de Bolita” a personas acaudaladas y a otros, eran muy frecuentes. Todo esto era posible porque no existía ni la milésima parte del control policial que hoy padecemos. Al ex presidente Prío Socarras, – entre otros muchos estafados – lo esquilmaron para comprar el Yate Granma, con promesas que luego resultaron en un engaño. Por otro lado estaba la ayuda extranjera de simpatizantes. Entre otros, se habla del KGB soviético. Con estos métodos se hizo del poder la “macro mafia” que hoy nos gobierna. Recurrencia malsana que luego exportaron a buena parte del mundo.
So pretexto de socorrer a los humildes, despojaron al pueblo de cuanto tenía. Impusieron la guerra fría contra nuestros vecinos del norte. Esta devino en estrategia sucia para mantenerse en el poder. No fue un modelo que conducido con buena voluntad y esfuerzo creador generara riqueza y bienestar para el pueblo. ¡No!; por el contrario, es un engendro maligno, de perfección diabólica, que tiene como base: el engaño. Este se realiza mediante una propaganda abrumadora. El espionaje de todo y de todos y una maquinaria represiva, tan grande y abarcadora que no tiene parangón. El control sobre este pueblo ilota es total.
El gobierno que se ha apoderado de todo, es dueño y señor y se abroga el control sobre los derechos más elementales de la persona humana. Ellos deciden quien tendrá un viaje de recreo, o la compra de un vehículo. Quien tendrá servicio telefónico, lo que has de comer, como te vestirás, etc. Reparten los derechos cual migajas, a quienes le juran fidelidad incondicional. Luego, les tendrán que pagar las cosas a precios leoninos. Se humilla a unos y otros. Al final, convierten al pueblo en un rebaño de zombis. Nunca un régimen ha tenido tantos y tan pocos opositores. La mayoría del pueblo les aborrece; pero les teme. Somos un pueblo secuestrado.
Todos cometemos el error de juzgar a este régimen con la óptica del razonamiento lógico; cuando se basa en lo opuesto. Los cubanos, según la constitución, tenemos plenas libertades para defender a quienes nos gobiernan. También acostumbramos a reclamar los derechos de pueblos ajenos. El salario medio es de unos 15 dólares mensuales, mientras que tenemos que pagar el triple de lo que le cuestan a un norteamericano los alimentos y artículos de uso. Pareciera que vamos a colapsar, que moriremos de inanición por cientos de miles. Pero hay una pequeña canastita de alimentos y otros servicios imprescindibles, que acorde con los salarios, lo impide. Es de suponer que somos un pueblo de indigentes.
Cuánto pagan en un puesto de trabajo no es lo importante, sino cuánto se puede “resolver” (entiéndase robar). El pueblo, de modo general, vive inmerso en el delito como único modo de equilibrar la vida, en franco desafío a las leyes. Los tribunales son tan severos como obsecuentes con el gobierno. Los despiadados agentes del orden, se hacen cómplices y hasta participan de la infracción mientras no se ordene lo contrario. Todos se saben infractores a la vista pública. Susceptibles de ser apresados e ir a prisión cuando así se decida. Este hecho, cual espada de Damocles, se convierte en un efecto neutralizante infalible. Es decir, que el primer beneficiado del marasmo delictivo, es el régimen: Ej. El zapatero que se vuelva opositor, va preso por tener materiales de procedencia ilícita.
De todo lo anterior resulta que convertirse en opositor declarado, es cometer suicidio. El pueblo simpatiza con nosotros de corazón y en proporción mucho mayor a la que tuvo el Movimiento 26 de Julio a su favor. Pero, un por ciento mayoritario, alberga un serio temor para establecer algún tipo de vinculo con nosotros. Ayudarnos económicamente es imposible. Como hemos esbozado, se trata de un pueblo sumamente empobrecido y controlado. Casi incapacitado para brindar apoyo logístico de ningún tipo. De aquí, la necesidad y lo lícito, de que la ayuda, provenga del exterior.
Los maestros de la difamación que gobiernan, nos acusan de mercenarios. Dicen que ser disidente es una forma fácil de buscarse la vida. Nos tildan de asalariados del imperio y con ello esquivan el verdadero contexto de la problemática nacional. Lo que hacen es transpolarlo a la confrontación con el gigante del norte. Mera forma de permutar la postura de victimario por la de víctima. De aquí parten las justificaciones para sus abrumadoras violaciones. Así, terroristas que antaño les pareció mucho una condena de 15 años por llevar la muerte a decenas de hombres, hoy sancionan con condenas de hasta 28 años por el simple hecho de ejercer la protesta cívica pacífica o el periodismo contestatario.
La oposición es la muestra más fehaciente del patriotismo de los cubanos. No somos pocos los que hemos puesto en el Ara de la Patria nuestras vidas. Ninguno de los llamados revolucionarios que nos gobiernan ha pagado un precio tan alto como el nuestro. Los que se quejan de ser bloqueados, son realmente los bloqueadores de los derechos de este pueblo. Aun más drásticos, para con los que se les oponen. Las restricciones que conlleva el embargo norteamericano resultan un asidero de justificaciones para los Castro. Mientras que dificulta la ayuda tan imprescindible para nosotros.
Contrariamente a lo que propala el libelo de Granma, nuestro gran problema es la falta de ayuda económica. Sólo unos pocos reciben el aporte necesario para sus gastos. Otros nos la vemos apretados para cubrir las necesidades del mes. Con más del 50 % de procedencia familiar. Son más aún los que reciben una ayuda tan limitada como esporádica. No llegamos al 1 % los que recibimos alguna contribución. Ni siquiera el trabajo para la prensa, realizado en condiciones comparables con una corresponsalía de guerra, es remunerado como se debe. Esto, sin contar lo que se realiza totalmente gratis.
Uno de cada diez opositores empadronado, es realmente activo y de estos solo 1 de cada 10 reciben un mendrugo, es decir: somos una oposición que vive en la inopia. Así, nunca podremos demostrarle al mundo lo que realmente somos. Si tan solo se ayudara regularmente además de los líderes, al 5 % de la oposición, otro gallo cantaría y eso es lo que necesitamos.
chavi_glez@yahoo.com
Nota del editor: Francisco Chaviano González es coordinador nacional interino de la Unión Liberal de la República de Cuba (ULRC)
En nuestra vivienda había cartuchos de TNT escondidos, fósforo vivo, armas y banderas del 26. Algunas de estas, a simple vista. Sin embargo, nunca las encontró la policía. No era raro que ellos volaran un poste del tendido eléctrico y dejaran al pueblo sin luz. O que quemaran una escuela. Si subían a un ómnibus era para hacer bajar a los viajeros a punta de pistola, al ómnibus lo quemaban en algún lugar apartado. Si salían de un pueblo para otro, en el trayecto dejaban numerosos cañaverales ardiendo. Aquella gente del Movimiento 26 de Julio, cometía todos estos actos terroristas y otros muchos más.
Los gastos de ese movimiento eran realmente cuantiosos, pero: ¿De dónde salía el dinero para cubrirlos? Existía una base logística considerable. El pueblo cubano era solvente. Un por ciento grande de los trabajadores disponía de un salario holgado. Luego venía una estela de empresarios de todas las estaturas, – desde el carrito de granizado hasta el propietario de un central azucarero – muchos de ellos prestos a contribuir. Bien por simpatía o por aquello de estar a bien con “EL PRE Y CON EL PRO” (con el Presidente de turno y con el próximo Presidente).
Más allá de eso, mis hermanos me cuentan que el Movimiento acudía a la extorsión, el asalto y la estafa. Iban a ver a un dueño que colaboraba y solían poner la pistola sobre la mesa y preguntar ¿cuántos bonos vas a comprar? Si aquel se negaba, al siguiente día explotaba una bomba en su establecimiento. Por otro lado, los asalto a los “Bancos de Bolita” a personas acaudaladas y a otros, eran muy frecuentes. Todo esto era posible porque no existía ni la milésima parte del control policial que hoy padecemos. Al ex presidente Prío Socarras, – entre otros muchos estafados – lo esquilmaron para comprar el Yate Granma, con promesas que luego resultaron en un engaño. Por otro lado estaba la ayuda extranjera de simpatizantes. Entre otros, se habla del KGB soviético. Con estos métodos se hizo del poder la “macro mafia” que hoy nos gobierna. Recurrencia malsana que luego exportaron a buena parte del mundo.
So pretexto de socorrer a los humildes, despojaron al pueblo de cuanto tenía. Impusieron la guerra fría contra nuestros vecinos del norte. Esta devino en estrategia sucia para mantenerse en el poder. No fue un modelo que conducido con buena voluntad y esfuerzo creador generara riqueza y bienestar para el pueblo. ¡No!; por el contrario, es un engendro maligno, de perfección diabólica, que tiene como base: el engaño. Este se realiza mediante una propaganda abrumadora. El espionaje de todo y de todos y una maquinaria represiva, tan grande y abarcadora que no tiene parangón. El control sobre este pueblo ilota es total.
El gobierno que se ha apoderado de todo, es dueño y señor y se abroga el control sobre los derechos más elementales de la persona humana. Ellos deciden quien tendrá un viaje de recreo, o la compra de un vehículo. Quien tendrá servicio telefónico, lo que has de comer, como te vestirás, etc. Reparten los derechos cual migajas, a quienes le juran fidelidad incondicional. Luego, les tendrán que pagar las cosas a precios leoninos. Se humilla a unos y otros. Al final, convierten al pueblo en un rebaño de zombis. Nunca un régimen ha tenido tantos y tan pocos opositores. La mayoría del pueblo les aborrece; pero les teme. Somos un pueblo secuestrado.
Todos cometemos el error de juzgar a este régimen con la óptica del razonamiento lógico; cuando se basa en lo opuesto. Los cubanos, según la constitución, tenemos plenas libertades para defender a quienes nos gobiernan. También acostumbramos a reclamar los derechos de pueblos ajenos. El salario medio es de unos 15 dólares mensuales, mientras que tenemos que pagar el triple de lo que le cuestan a un norteamericano los alimentos y artículos de uso. Pareciera que vamos a colapsar, que moriremos de inanición por cientos de miles. Pero hay una pequeña canastita de alimentos y otros servicios imprescindibles, que acorde con los salarios, lo impide. Es de suponer que somos un pueblo de indigentes.
Cuánto pagan en un puesto de trabajo no es lo importante, sino cuánto se puede “resolver” (entiéndase robar). El pueblo, de modo general, vive inmerso en el delito como único modo de equilibrar la vida, en franco desafío a las leyes. Los tribunales son tan severos como obsecuentes con el gobierno. Los despiadados agentes del orden, se hacen cómplices y hasta participan de la infracción mientras no se ordene lo contrario. Todos se saben infractores a la vista pública. Susceptibles de ser apresados e ir a prisión cuando así se decida. Este hecho, cual espada de Damocles, se convierte en un efecto neutralizante infalible. Es decir, que el primer beneficiado del marasmo delictivo, es el régimen: Ej. El zapatero que se vuelva opositor, va preso por tener materiales de procedencia ilícita.
De todo lo anterior resulta que convertirse en opositor declarado, es cometer suicidio. El pueblo simpatiza con nosotros de corazón y en proporción mucho mayor a la que tuvo el Movimiento 26 de Julio a su favor. Pero, un por ciento mayoritario, alberga un serio temor para establecer algún tipo de vinculo con nosotros. Ayudarnos económicamente es imposible. Como hemos esbozado, se trata de un pueblo sumamente empobrecido y controlado. Casi incapacitado para brindar apoyo logístico de ningún tipo. De aquí, la necesidad y lo lícito, de que la ayuda, provenga del exterior.
Los maestros de la difamación que gobiernan, nos acusan de mercenarios. Dicen que ser disidente es una forma fácil de buscarse la vida. Nos tildan de asalariados del imperio y con ello esquivan el verdadero contexto de la problemática nacional. Lo que hacen es transpolarlo a la confrontación con el gigante del norte. Mera forma de permutar la postura de victimario por la de víctima. De aquí parten las justificaciones para sus abrumadoras violaciones. Así, terroristas que antaño les pareció mucho una condena de 15 años por llevar la muerte a decenas de hombres, hoy sancionan con condenas de hasta 28 años por el simple hecho de ejercer la protesta cívica pacífica o el periodismo contestatario.
La oposición es la muestra más fehaciente del patriotismo de los cubanos. No somos pocos los que hemos puesto en el Ara de la Patria nuestras vidas. Ninguno de los llamados revolucionarios que nos gobiernan ha pagado un precio tan alto como el nuestro. Los que se quejan de ser bloqueados, son realmente los bloqueadores de los derechos de este pueblo. Aun más drásticos, para con los que se les oponen. Las restricciones que conlleva el embargo norteamericano resultan un asidero de justificaciones para los Castro. Mientras que dificulta la ayuda tan imprescindible para nosotros.
Contrariamente a lo que propala el libelo de Granma, nuestro gran problema es la falta de ayuda económica. Sólo unos pocos reciben el aporte necesario para sus gastos. Otros nos la vemos apretados para cubrir las necesidades del mes. Con más del 50 % de procedencia familiar. Son más aún los que reciben una ayuda tan limitada como esporádica. No llegamos al 1 % los que recibimos alguna contribución. Ni siquiera el trabajo para la prensa, realizado en condiciones comparables con una corresponsalía de guerra, es remunerado como se debe. Esto, sin contar lo que se realiza totalmente gratis.
Uno de cada diez opositores empadronado, es realmente activo y de estos solo 1 de cada 10 reciben un mendrugo, es decir: somos una oposición que vive en la inopia. Así, nunca podremos demostrarle al mundo lo que realmente somos. Si tan solo se ayudara regularmente además de los líderes, al 5 % de la oposición, otro gallo cantaría y eso es lo que necesitamos.
chavi_glez@yahoo.com
Nota del editor: Francisco Chaviano González es coordinador nacional interino de la Unión Liberal de la República de Cuba (ULRC)
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