Los trajo la TV por cable que algunos hijos de vecino disfrutan por excepción en Cuba. Se trata de aquellos que reciben ese servicio costeado y contratado por algún extranjero. En Cuba se tuvo la oportunidad de ver el programa que conduce el periodista dominicano Oscar Haza en el Canal 41 de Miami y en él, a dos estadounidenses y a dos cubano americanos. Uno de los estadounidenses era el representante estatal por la Florida del Partido Republicano, Jerry Rivera, el otro, Julio Cabarga que está al frente de algo que apellidó ‘patriótico’ y vinculó con Cuba.
Eran ellos y dos empresarios cubano- americanos que corren agencias de viajes a Cuba. Estos, por supuesto, defendieron ante Oscar Haza sus negocios. Estos negocios van a verse muy beneficiados de ser levantadas las restricciones a los viajes y al envío de remesas a la Isla. La familia cubana, desde ambas orillas se los agradecerá.
Lo más singular fue, que tanto el Sr. Rivera como el Sr. Cabarga hicieron profesión de fe anti castrista ante las cámaras. Eran dos individuos dispuestos a perjudicar a cualquiera y a cualquier cosa, con tal de ir contra Fidel y Raúl Castro. Ahí está el detalle: Era simple y mero odio. Un sentimiento bilioso e incontrolado que se desbordó incontrolado sobre el pueblo de Cuba, a fin de cuentas, el único perjudicado con las restricciones que el Sr. Rivera y el Sr. Cabarga tratan de sostener.
Por supuesto, existen diferencias entre estos dos ciudadanos de los Estados Unidos. El Sr. Rivera, más allá de su apellido con resonancia salsera, es alguien que no tiene la referencia de un barrio o de alguna nostalgia con esta tierra. No nació en Cuba y si efectivamente hubiera nacido por acá, sus primeros y definitivos pasos los dio lejos. No se hizo de nuestro acento y no siente ni piensa como nosotros.
El caso de Cabarga es bien distinto. Pertenece a los jerarcas de la lucha anti castrista. Vive de esto y para que se sepa que se ha distanciado de Cuba, se hizo ciudadano norteamericano. Es estadounidense, no es nuestro. Esta es una aclaración que debe hacerse.
Estadounidenses también fueron Henry Reeve y William Alexander Morgan. Pero esos, fueron nuestros. Lo fueron tanto, que dejaron sus vidas en Cuba para que los cubanos fueran libres.
De regreso con Cabarga y Rivera, es poco lo que queda por decir. Sólo que el gobierno de Raúl Castro respira aliviado con personas como ellos afanados en la ‘tarea’. Quizás Armando Hart que dispone de TV por cable e Internet, se sienta reconfortado, tienen muchos intereses comunes. Además, comparten un desapego total en relación con los intereses del pueblo cubano.
Llama la atención que durante el desarrollo del programa, Rivera se refirió a que fue el gobierno de Fidel Castro quien separó a la familia cubana. Esto es cierto, le faltó decir que a los industriales del anti castrismo como él mismo, les toca mantener la separación. Que tienen muchos intereses comunes con los herederos insulares del régimen. Que ambos viven como sanguijuelas del dolor de Cuba.
Pero no está bien ofender. En una democracia, cada quien tiene derecho a luchar por sus intereses. También a escuchar y promover su música. Como Jerry, que nos propone su salsa con sonido de Miami y coros y percusión latina de Armando Hart, Eliades Acosta y por supuesto, Raúl Castro.
SDP
Eran ellos y dos empresarios cubano- americanos que corren agencias de viajes a Cuba. Estos, por supuesto, defendieron ante Oscar Haza sus negocios. Estos negocios van a verse muy beneficiados de ser levantadas las restricciones a los viajes y al envío de remesas a la Isla. La familia cubana, desde ambas orillas se los agradecerá.
Lo más singular fue, que tanto el Sr. Rivera como el Sr. Cabarga hicieron profesión de fe anti castrista ante las cámaras. Eran dos individuos dispuestos a perjudicar a cualquiera y a cualquier cosa, con tal de ir contra Fidel y Raúl Castro. Ahí está el detalle: Era simple y mero odio. Un sentimiento bilioso e incontrolado que se desbordó incontrolado sobre el pueblo de Cuba, a fin de cuentas, el único perjudicado con las restricciones que el Sr. Rivera y el Sr. Cabarga tratan de sostener.
Por supuesto, existen diferencias entre estos dos ciudadanos de los Estados Unidos. El Sr. Rivera, más allá de su apellido con resonancia salsera, es alguien que no tiene la referencia de un barrio o de alguna nostalgia con esta tierra. No nació en Cuba y si efectivamente hubiera nacido por acá, sus primeros y definitivos pasos los dio lejos. No se hizo de nuestro acento y no siente ni piensa como nosotros.
El caso de Cabarga es bien distinto. Pertenece a los jerarcas de la lucha anti castrista. Vive de esto y para que se sepa que se ha distanciado de Cuba, se hizo ciudadano norteamericano. Es estadounidense, no es nuestro. Esta es una aclaración que debe hacerse.
Estadounidenses también fueron Henry Reeve y William Alexander Morgan. Pero esos, fueron nuestros. Lo fueron tanto, que dejaron sus vidas en Cuba para que los cubanos fueran libres.
De regreso con Cabarga y Rivera, es poco lo que queda por decir. Sólo que el gobierno de Raúl Castro respira aliviado con personas como ellos afanados en la ‘tarea’. Quizás Armando Hart que dispone de TV por cable e Internet, se sienta reconfortado, tienen muchos intereses comunes. Además, comparten un desapego total en relación con los intereses del pueblo cubano.
Llama la atención que durante el desarrollo del programa, Rivera se refirió a que fue el gobierno de Fidel Castro quien separó a la familia cubana. Esto es cierto, le faltó decir que a los industriales del anti castrismo como él mismo, les toca mantener la separación. Que tienen muchos intereses comunes con los herederos insulares del régimen. Que ambos viven como sanguijuelas del dolor de Cuba.
Pero no está bien ofender. En una democracia, cada quien tiene derecho a luchar por sus intereses. También a escuchar y promover su música. Como Jerry, que nos propone su salsa con sonido de Miami y coros y percusión latina de Armando Hart, Eliades Acosta y por supuesto, Raúl Castro.
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