jueves, 28 de agosto de 2008

Poemario de un cautivo, Miguel Iturria Savón


El Cotorro, La Habana, agosto 28 de 2008, (SDP) Néstor Rodríguez Lobaina no presume de poeta, pero acaba de obsequiarnos un manojo de los versos que escribió durante sus años de encierro en las prisiones del oriente cubano. Se titula Con el alma cautiva y ha sido publicado por Aduana Vieja (Valencia, España, 2007).
Los 38 textos de ese poemario primigenio y equilibrado constituyen un canto de amor y esperanza desde una celda sombría.
Con esta obra, el intelectual guantanamero que preside la Asociación por la autonomía universitaria en Cuba, rompe lanzas contra quienes silencian en la isla las voces de los opositores que denuncian el atropello de un régimen totalitario y pretencioso.
Pero no estamos en presencia de la diatriba de un reo contra sus carceleros ni de un creador contra los censores. Hay una ira contenida en estos poemas, cuyo vigor descansa en la fuerza de las imágenes, en la economía de las palabras y en la ambigüedad alusiva de las metáforas, aunque a veces, una preposición o un adjetivo innecesarios entorpecen el ritmo y empañan el verso.
La peculiar sensibilidad de Rodríguez Lobaina, su cultura y su fe en la causa que defiende le permiten saltar la urgencia del hombre cautivo, evadir la retórica del odio y guardar distancia de tantas desgarraduras.
Los valores humanos galopan en el lirismo de estos poemas breves, sencillos y directos; a veces melancólicos pero sin barroquismo. Los sueños y las imágenes del creador encarcelado compensan la ausencia de la hija, la mujer y la madre. La incertidumbre, el abandono y las penurias hallan asideros en el ropaje de las palabras y en las convicciones políticas y religiosas del autor, para quien Dios es un puente de luz en la penumbra del encierro.
En estos versos Néstor canta a la libertad con cercanía de amante: “Ante la identidad de tus enigmas / El sol es un planeta oscuro / Y la tierra / Ciudad que nunca fue habitada”.
En “La pena capital de la palabra” evoca al poeta Raúl Rivero: “Entre cadenas de hordas / Y verdugos / Te ofrecieron un recinto / Para que la impiedad / Se sienta satisfecha / Gracias por las letras de molde / Que nos diste”.
En ese tono nostálgico se inscriben su alusiva “Conversación con la luna llena”: “Esta vida de guerrillero / Sin salva/ Sin mochilas rojas / Cargadas de utopías / Y estúpidos fusiles”
Con el alma cautiva ofrece poemas de varias resonancias espirituales. Algunos intimistas y desgarradores como “Volverte a ver”, dedicado a la esposa, “Inmerso estoy” y “Mujer campesina”. Volverte a ver / Es descifrar los laberintos / Que vindican las ciudades / Perdidas / Volverte a ver / Mujer / Es extender los brazos / Y abrazar la eternidad”.
El amor en su diversidad de visiones y fronteras familiares lo aproximan también a la hija, la madre y el hermano, seres omniscientes en la voz del poeta cautivo; quien canta con ironía a otras proximidades: el cuartel, las alambradas y los censores que persiguen sus manuscritos.
A veces el autor logra registros de elocuente belleza y estilo certero. Es el caso de “Ha muerto un ángel”, “Indeleble sombra”, “Navidad”, “Y si borro el tiempo” y “La partida de un ángel Luzbel”.
“Y fue ese ángel / Con alas de muerte / Con hueso de odio / Con sangre de desierto / El que clava con una de sus alas / El más crucial de los inviernos”
Aunque no todos los versos de este cuaderno luminoso conservan el mismo nivel estético, se aprecia un balance creativo que diseña un camino de antorchas y nos deja con ganas de leer nuevos textos de un autor que enfrentó siete años de encierro.

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