jueves, 14 de agosto de 2008

El rostro de la violencia, Alejandro Tur Valladares



Cienfuegos, agosto 14 de 2008, (SDP) Por estos días, un asesinato múltiple acaecido en la ciudad de Cienfuegos ha sacudido a la ciudadanía. Dos hermanos que celebraban en un sitio público fueron apuñalados por un individuo que, según se rumora, tenía cuentas pendientes con uno de ellos.

Crímenes atroces como este suceden cada vez con más frecuencia en nuestra sociedad. El gobierno nada dice de ello. Fiel a la tesis de que lo que no se informa por los medios es porque nunca ocurrió, opta por mantener en la ignorancia al pueblo. Buscan a través de la omisión, crear una falsa percepción de paz y tranquilidad ciudadana. Ocultan a los profanos el rostro de la violencia.

Según hemos podido conocer, durante reuniones efectuadas en la sede local del Partido Comunista, el tema ha sido ampliamente abordado. Participan altos funcionarios partidistas y oficiales de la policía Nacional Revolucionaria (PNR). Ha podido conocerse que en los últimos tiempos se percibe un alza en las actividades criminales, incluidos los asesinatos.

Ante una realidad que amenaza con hacerse irreversible, sólo nos queda identificar las causas que provocan el fenómeno y erradicarlas. Tal magnitud ha alcanzado el mal que la cantidad de prisiones se han multiplicado por diez desde el año 1959 hasta la fecha. Dato alarmante si se tiene en cuenta que la población cubana tan solo se duplicó durante igual período.

Existen causas que saltan a la vista; otras son menos perceptibles. Entre las obvias, pudiéramos señalar la marginalidad económica en que se encuentra la inmensa mayoría de la población. Esta adolece de la falta de medios elementales para el disfrute de una vida digna. Observa mientras como una minoría que vive del latrocinio o de turbias actividades comerciales, navega en el lujo y la opulencia. Aspecto éste que estimula en no pocos el deseo de delinquir. Una vía para salir prontamente del atolladero en que se encuentran.

El aumento escandaloso de la drogadicción y el alcoholismo, el regreso bajo la aparente tolerancia oficial del juego por interés (con apuestas), el jugoso negocio de la prostitución, de cuyos tentáculos no escapan siquiera los que deben combatirla. Una tendencia que observamos por parte de los delincuentes, es la de organizarse en grupos o bandas. Este será el germen de futuras mafias. En fin, son algunas de las causas visibles que reconocemos.

Paralelo a ello encontramos causas menos notorias y paradójicamente más significativas. Por no ser visibles, muchas veces se suelen pasar por alto sin que se valore justamente, como inciden estas en el desmoronamiento espiritual que sufre hoy la nación.

La pérdida de valores que padecemos los cubanos ya se ha constituido en un mal endémico. Dentro de nosotros, poco o nada se valora la vida, siquiera la humana; el bien común es una mala palabra; el culto a la violencia se estimula y practica por doquier; los códigos éticos parecen haberse invertido, por lo que una prostituta que haya alcanzado notoriedad en su oficio, lejos de ser repudiada o marginada, es alabada o ensalzada hasta el paroxismo.

El daño que se registra en la dimensión antropológica o espiritual de la nación hay que atribuírselo a políticas desacertadas que por más de 49 años el régimen ha venido implementando. Recordar los intentos por borrar a Dios del corazón del individuo y eliminar con ello la promoción que hace la religión de principios éticos que han servido de cimiento a la cultura occidental desde su nacimiento. Los frenos morales que esta impone al hombre, buscan con ello domesticar los instintos malsanos que hay en cada uno de nosotros.

Es la carencia de una educación que vaya más allá de instruir, como lo hace la actual, que sea capaz de dotar al discípulo con las herramientas necesarias para afrontar la vida y los retos que esta impone y que ayude a formar almas saludables en lo que pudiéramos identificar otra de las intangibles causas.

La división familiar, que impera en nuestra nación como consecuencia directa del fundamentalismo político, aún hoy impide a un miembro del ejercito y en no pocos casos, del propio Partido Comunista, mantener relaciones abiertas y cordiales con un familiar que haya abrazado una corriente de pensamiento político que le sea ajena.

Las condiciones de hacinamiento en que viven muchas familias, producto de la poca disponibilidad de viviendas que tiene el país, lleva a que familias numerosas tengan que convivir en espacios mínimos. Esto acarrea conflictos de todo tipo, que en el caso de niños y jóvenes, dejan traumas que le acompañan de por vida. Estos son causa de futuros comportamientos malsanos.

Considero que es hora de que en el seno de nuestra sociedad comience a generarse un debate franco, sin cortapisas o tabúes. Un debate dirigido a identificar todas las causas que alimentan el fenómeno y eliminarlas. Para ello se requiere de un ambiente de confianza, donde se valore en su justa medida la capacidad y madurez de todos los elementos que conformamos esta sociedad. No pretender jamás que unos pocos iluminados nos saquen del atolladero.
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