jueves, 28 de agosto de 2008

El cubano y el invento, Oscar Mario González



Playa, La Habana, agosto 28 de 2008, (SDP) El pasado año se convocó a la población para que expresara opiniones críticas sobre el quehacer económico y social de la nación cubana. De este modo salieron a la palestra errores y deficiencias que la aquejan. Surgieron diferentes expectativas entre los cubanos.

Los más optimistas creyeron ver en las convocatorias señales de voluntad de cambio y preludio de un despegue hacia una sociedad democrática. Los más escépticos aseguraban que todo aquello era una farsa y que con Raúl nada cambiaría.

Entre ambos extremos, otra opinión se inclinaba a pensar en posibles medidas económicas con fuerte control estatal en lo político al estilo chino o vietnamita. Una economía básicamente de mercado estaría subordinada a los intereses del totalitarismo comunista.

El rumbo que van tomando los acontecimientos parece favorecer a los pronósticos más pesimistas: aquellos que auguraban una sucesión de poderes en la dirección de la dinastía castrista con sentido de Fidel a Raúl. Éste último, apuntalado por una gerontocracia octogenaria, rescoldo de la “vieja guardia”. Los hechos parecen darle la razón.

Batida contra el invento
La realidad económica cubana de los últimos meses se ha caracterizado por una batida contra las ilegalidades. La administración raulista se empeña en acabar con el “invento”, sustantivo con el cual se denomina al conjunto de artimañas y bellaquerías que emplea el cubano desde hace décadas para subsistir o mejorar sus condiciones de vida. Este invento, por regla general, está asociado al robo de recursos pertenecientes al estado y al ejercicio de oficios y especialidades sin licencia o autorización oficial.

Por supuesto que la eliminación del robo, el soborno, el peculado y de otras formas de corrupción se hace necesaria dado el carácter generalizado que presentan. Encontrar a alguien que viva únicamente del salario, se torna difícil. Tales individuos lucen como “tipos raros” en medio de una población que ve tales aberraciones como algo necesario y “normal”. Un viejo adagio sirve como justificante: Ladrón que roba a ladrón tiene mil años de perdón.

El estado, principal inventor
Luego de la caída del socialismo y con la aparición del llamado “Periodo Especial”, el país entero, con inclusión en primer término del estado, empezó a vivir del invento. La vida se complicó y encareció mientras que los salarios se mantenían inalterables. Todos empezaron a “inventar” como una forma de cubrir el déficit provocado por un salario insuficiente.

Hoy no es posible ni concebible la existencia fuera del invento de cada día. El mayor “inventor” es el gobierno que cambia asistencia médica por petróleo que luego revende. Que pugna con congresistas norteamericanos afines para comprar alimentos al fiado en los estados cerealeros de ese país y calmar el descontento público. Jugada ésta, que de hacerse realidad, convertiría al odiado “imperialismo” en tabla de salvación del castrismo. Coartada perfecta, y con todas las de ganar, por el probable respaldo a recibir de cuanto ingenuo, filántropo y demagogo se mueve por el mundo y canta loas a la solidaridad con los más pobres.

Expendedores oficialistas
En Cuba, decíamos, todos viven del invento. Inventan los detallistas o comerciantes al por menor- bodegueros, carniceros y dependientes-, que ajustan la balanza por debajo del peso real de modo que el cliente lleve menos producto del que le corresponde. O hunden con tibieza la boleadora de helado para que la cantidad del producto sea inferior a la establecida. O el expendedor de cerveza que provoca la espuma para dar apariencia de rebosamiento.

Ni que decir del vendedor de emparedados, verdadero taumaturgo de la gastronomía que da la sensación de insertar lascas de jamón en el trozo de pan y vender como sándwich lo que realmente es “pan con ná”.

Todo un derroche de ingenio donde la creatividad y la inteligencia van en pos del timo y el engaño como parte de la lucha por sobrevivir, donde se hace realidad lo aparentemente increíble.

Lo más bonito del caso es que todos los comerciantes ofrecen el producto igualmente preparado y con idéntica apariencia, como si entre ellos mediara un acuerdo de caballeros cuando realmente no han cruzado ni media palabra.

Un verdadero mundo maravilloso y surrealista donde la bachata y el guasabeo criollos se cruzan, se dan la mano y hasta se tiran besitos de cocos acaramelados.

Elaboradores de alimentos
Los elaboradores de productos van por su senda, tanto más ancha cuanto más silenciosa y apartada.

El panadero de cuchillo rápido, en un dos por tres, secciona una tira de masa donde los segmentos, si es un tipo sensato, no llegan a los 80 gramos establecidos, pero se le aproximan. En decenas de miles de unidades, los gramos se multiplican en proporción geométrica.

El fabricante de pizzas, privado o estatal, pero sobre todo el último, desparrama los granos de queso sobre el círculo de masa salpicado de puré de tomate de manera tan engañosa que, siendo escasos, parecen abundantes. A veces, le agrega al queso un tanto de puré de papa espeso y tamizado, donde la presencia de éste último, es decir del puré, sólo es perceptible para un experto catador.

Elaboradores de poca monta o de menor cuantía son los vendedores ambulantes de cucuruchos de maní tostado o maniseros; el chambelonero o vendedor de pirulíes, así como los expendedores de cremitas de leche, coquitos prietos y otros similares. Entre sus filas pueden encontrarse jubilados, médicos, licenciados, doctores en ciencias, ingenieros, además de ex directores de empresas y ex funcionarios ministeriales de alto y mediano rango.

No se puede obviar al dulcero que encanta a niños y a mujeres con las tartaletas de poco relleno, pero que parecen grandes por el mucho merengue decorativo; o los montecristos o eclears que lucen enormes pero se desvanecen en la boca porque están vacíos por dentro.

Debemos recordar que fueron los dulceros de oficio, supervivientes de la república, quienes hicieron reaparecer luego de casi treinta años al pastelito de hojaldre y a la señorita o milhojas, como se le conoce en otros países.

Revendedores
Los revendedores son de los más asediados por las autoridades. Suele llamárseles “araña tierras” o “metecabezas”. Pudiera decirse que ocupan la primera trinchera en el campo defensivo de la lucha por la subsistencia. En sus filas hay sordos, ciegos, mudos, paralíticos, jubilados, ancianos pensionados, hombres, mujeres y niños. Son, sin lugar a dudas, la parte más visible del “invento”por el contacto directo con las personas dada su condición de vendedores ambulantes.

Compran las jabitas a 20 o 30 centavos para luego revenderlas a peso. También revenden las pastillas de caldo de gallina, el tubo de pasta dentrífica, la fosforera, el bolígrafo, zapatos y camisas. Son productos cuyo origen se ubica en las tiendas y almacenes estatales. A veces puede tratarse de productos deficitarios que adquieren por cantidades en las tiendas estatales para revenderlos con un margen de ganancia favorable.

Entre sus ofertas suelen observarse enseres domésticos producidos en talleres furtivos, con tecnologías y equipamiento obsoletos pero de aceptable calidad, como palillos de tendederas, juntas de ollas de presión, espumaderas, cucharones, cazuelas y jarros de aluminio, entre otros muchos. Todos imprescindibles para la vida cotidiana y que el estado totalitario nunca ha logrado producir de manera estable y permanente.

Hombres de oficio
No podemos olvidar los que ofrecen sus servicios de modo furtivo o sin licencia como el zapatero, el jardinero, o el plomero. Son oficios universales y de todos los tiempos. Otros son propios del tipo de sociedad nuestra, como el que se dedica a rellenar de gas las fosforeras ya sean desechables o rellenables; los parqueadores de bicicletas y los carretilleros que construyen pequeñas plataformas móviles con las ruedas de los contenedores de basura y trasladan, desde la tienda hasta el hogar, un juego de comedor, un refrigerador o cinco sacos de cemento.

En este grupo se ubican oficios de enorme demanda como son las peluqueras, costureras y manicuras, servicios que no oferta el estado o los ofrece de muy baja calidad y con mucha demora.

Pequeños comerciantes e industriales
Representan formas superiores de invento; tienen que ver con los propietarios de negocios furtivos, autorizados, o tolerados. Tal es el caso del dueño de un timbiriche dedicado a la venta de café, refresco y chucherías; de la pizzería que, habitualmente, tiene como mostrador la ventana de la sala del hogar y como área de elaboración, la cocina. En esta categoría clasifican talleres artesanales que emplean a varias personas y pequeñas industrias dedicadas a la fabricación de útiles del hogar; a los paladares o restaurantes familiares así como a los banqueros de la lotería o “bolita”. Muchos de estos inventores trabajan en componenda con las autoridades.

Tales negocios no suelen perdurar mucho tiempo. Entre el temor del gobierno por la influencia creciente que van adquiriendo sus propietarios y el acoso que éstos sufren por parte de delatores y chivatos, sumado a la envidia que suscitan, terminan siendo víctimas de la ola represiva de turno. Las distintas oleadas represivas emprendidas por el régimen contra los cubanos emprendedores durante las últimas tres décadas, “plan cocodrilo”, “Plan rastrillo” y otras mas, han cobrado numerosas victimas entre estos talentosos empresarios.

El cubano, un hombre creativo
Cuando se constata la inteligencia del pueblo cubano y su increíble creatividad en aras del progreso personal, no puede uno menos que sentirse orgulloso. Esta circunstancia siempre nos sugiere la siguiente pregunta: ¿Qué sería de Cuba de haber seguido por el camino interrumpido en 1959? Si entonces éramos el tercer país del continente, ¿qué no pudiéramos ser hoy con una población tan emprendedora?

Pero la iniciativa del isleño luce empañada bajo las actuales circunstancias por descansar sobre el inevitable trasiego de recursos sustraídos de las arcas estatales. Tal condición de anormalidad es ajena a la idiosincrasia del nacional que siempre unió al esfuerzo personal la honradez. El cubano es por naturaleza, honesto y laborioso. Dénsele condiciones normales para el desenvolvimiento y creará riquezas basadas en el esfuerzo honrado.

Lo normal hubiera sido que el gobierno, a la par de ir liberando las fuerzas productivas, desarrollara una política de adecentamiento ciudadano. Muchos lo esperaban así. Además, que una realidad conllevaría a la otra.

Por la senda equivocada
Pero la administración raulista enrumbó por otro sendero. Se arremete contra el “buscavida” mediante redadas policiales muchas de cuyas víctimas son ancianos pensionados y discapacitados físicos. Los verdaderos “macetas” (buscavidas exitosos), salen ilesos. Se quiere eliminar el invento pero tales propósitos resultan imposibles en una realidad social basada en el esfuerzo por la subsistencia. El hombre ha aprendido a ser el protagonista de su supervivencia, frente a una administración pública que le ahoga y le cierra toda posibilidad.

En los países signados por el progreso y poseedores de libertad, como debiera ser Cuba, nada hay que inventar porque todo está inventado. El desarrollo ha seguido un curso evolutivo, armonioso, donde el hombre no vive de su “invento” sino de su trabajo útil y honrado.

En Cuba el “invento” es un imperativo, indeseable pero imprescindible para la vida. Cercenarlo abruptamente es tan inútil como nocivo. Se impone cambiar la sociedad para que esas transformaciones, de modo natural, aminoren el invento hasta hacerlo desaparecer. Por ello, la actual ola represiva está condenada al fracaso. Como tantas otras veces, disminuirá ante la inevitabilidad de esa fuerza tan espectacular como a veces misteriosa. Fuerza temida y a la vez querida por el totalitarismo criollo: el invento.
osmagon@yahoo.com

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