Madrid -- No importa que el almanaque les cambie el nombre y que uno sea lluvioso y el otro traiga un sol de utilería hasta la reja: todos los días son iguales en la cárcel, como son casi iguales los meses y los años. Omar Rodríguez Saludes, el reconocido fotógrafo cubano, lo sabe bien después de un lustro en la prisión donde la luminosidad y la sombra no tienen importancia para él.
Antes de la primavera del 2003, cuando era el retratista natural de la pobreza y el abandono, cuando salía a la calle todos los días a fotografiar la cara real del socialismo, su primer gesto era medir la luz y calcular los riesgos de sus excursiones por los barrios pobres y por los sitios de la ciudad donde se reunían con prudencia los grupos de oposición o se inauguraba una biblioteca independiente.
Sus cámaras anticuadas y desvencijadas, selladas con cartones y esparadrapo, lo retrataron todo. Fue, en sus inicios en la década del noventa, un aventurado aficionado, cortador de pedazos de cabeza y zapatos, consentidor de flancos muertos por un fogonazo de luz en la exposición y un hechicero negro que convertía en una mancha irreconocible el rostro de un amigo.
Su empecinamiento, su pasión por la fotografía y su respeto por el trabajo de los grupos de demócratas y de la incipiente sociedad civil criolla lo convirtieron enseguida en un profesional solvente. Un hombre que, en la fecha en que la represión lo llevó al presidio, era el foto reportero más eficaz y capacitado del periodismo independiente y del periodismo a secas porque, allá adentro, lo que hacen los medios es propaganda impura.
Omar Rodríguez Saludes estaba en todas partes y, aunque trabajaba para el proyecto de Nueva Prensa Cubana (NPC), colaboraba con todas las otras agencias y con corresponsales que se movían por cuenta propia. Sabía que lo importante era el testimonio gráfico. No sólo para ilustrar una noticia y darle cobertura a un acontecimiento, sino para que el hecho quedar registrado.
Estaba hoy en el Paseo del Prado y mañana en la calle Zanja. Pasado en el Puerto de La Habana y el sábado en un mercado campesino de Bejucal, pero el lunes en Camaguey y el martes en Matanzas.
En su Habana natal se movilizaba en una bicicleta reconstruida con la filosofía del Dr. Frankenstein y, a última hora, con una moto de la misma estirpe que lo convirtió en el único representante de la prensa alternativa que tenía un vehículo motorizado.
Hace años escribí, en esta misma columna, sobre la trascendencia de los miles de negativos de sus archivos. Hablé de su invariable y discreto camino profesional y de su sensibilidad como comunicador. En los últimos tres años de trabajo Rodríguez Saludes llegó a filmar también, con unas cámaras de video, los episodios más relevantes de la oposición pacífica, así como centenares de entrevistas con líderes y activistas.
Rodríguez Saludes extravió muchas de sus fotos porque a veces tenía que hacerlas llegar a Miami a través de viajeros por terceros países. Otras se publicaron sin su nombre para rebajar la rabia de la policía.
El periodista tiene ahora 43 años. Es padre de tres hijos y, de todo el grupo de comunicadores juzgados en el 2003, es el que recibió la condena más larga: 27 años.
Con esta escurridiza foto de carné de Omar Rodríguez Saludes quiero hacer un plano general de todos los que hoy permanecen en las cárceles de Cuba, mientras la tierra da vueltas y el hombre descifra, desde el espacio, los orígenes de las auroras.
Tomado de: El Nuevo Herald
Fotocopia de imágenes tomadas por Omar Rodríguez Saludes, publicadas en la revista DE CUBA de la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling Número 1 de Diciembre del 2002
TEXTOS Y CONTEXTOS fotorreportaje.
Antes de la primavera del 2003, cuando era el retratista natural de la pobreza y el abandono, cuando salía a la calle todos los días a fotografiar la cara real del socialismo, su primer gesto era medir la luz y calcular los riesgos de sus excursiones por los barrios pobres y por los sitios de la ciudad donde se reunían con prudencia los grupos de oposición o se inauguraba una biblioteca independiente.
Sus cámaras anticuadas y desvencijadas, selladas con cartones y esparadrapo, lo retrataron todo. Fue, en sus inicios en la década del noventa, un aventurado aficionado, cortador de pedazos de cabeza y zapatos, consentidor de flancos muertos por un fogonazo de luz en la exposición y un hechicero negro que convertía en una mancha irreconocible el rostro de un amigo.
Su empecinamiento, su pasión por la fotografía y su respeto por el trabajo de los grupos de demócratas y de la incipiente sociedad civil criolla lo convirtieron enseguida en un profesional solvente. Un hombre que, en la fecha en que la represión lo llevó al presidio, era el foto reportero más eficaz y capacitado del periodismo independiente y del periodismo a secas porque, allá adentro, lo que hacen los medios es propaganda impura.
Omar Rodríguez Saludes estaba en todas partes y, aunque trabajaba para el proyecto de Nueva Prensa Cubana (NPC), colaboraba con todas las otras agencias y con corresponsales que se movían por cuenta propia. Sabía que lo importante era el testimonio gráfico. No sólo para ilustrar una noticia y darle cobertura a un acontecimiento, sino para que el hecho quedar registrado.
Estaba hoy en el Paseo del Prado y mañana en la calle Zanja. Pasado en el Puerto de La Habana y el sábado en un mercado campesino de Bejucal, pero el lunes en Camaguey y el martes en Matanzas.
En su Habana natal se movilizaba en una bicicleta reconstruida con la filosofía del Dr. Frankenstein y, a última hora, con una moto de la misma estirpe que lo convirtió en el único representante de la prensa alternativa que tenía un vehículo motorizado.
Hace años escribí, en esta misma columna, sobre la trascendencia de los miles de negativos de sus archivos. Hablé de su invariable y discreto camino profesional y de su sensibilidad como comunicador. En los últimos tres años de trabajo Rodríguez Saludes llegó a filmar también, con unas cámaras de video, los episodios más relevantes de la oposición pacífica, así como centenares de entrevistas con líderes y activistas.
Rodríguez Saludes extravió muchas de sus fotos porque a veces tenía que hacerlas llegar a Miami a través de viajeros por terceros países. Otras se publicaron sin su nombre para rebajar la rabia de la policía.
El periodista tiene ahora 43 años. Es padre de tres hijos y, de todo el grupo de comunicadores juzgados en el 2003, es el que recibió la condena más larga: 27 años.
Con esta escurridiza foto de carné de Omar Rodríguez Saludes quiero hacer un plano general de todos los que hoy permanecen en las cárceles de Cuba, mientras la tierra da vueltas y el hombre descifra, desde el espacio, los orígenes de las auroras.
Tomado de: El Nuevo Herald
Fotocopia de imágenes tomadas por Omar Rodríguez Saludes, publicadas en la revista DE CUBA de la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling Número 1 de Diciembre del 2002
TEXTOS Y CONTEXTOS fotorreportaje.
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