jueves, 7 de agosto de 2008

SOCIEDAD, Teléfonos públicos en tiempos de revolución, Oscar Mario González





Playa, La Habana, agosto 7 de 2008, (SDP) Los teléfonos públicos son una de las victimas preferidas en esta avalancha de indisciplina social cuyo alcance e intensidad ha sido calificada de “vandalismo” por parte de los medios de comunicación del régimen cubano.

Es una vieja cuestión inherente a la propiedad colectiva la que por ser de todos no atañe a nadie en particular pues nadie la siente propia. Tal sentimiento, que en las sociedades democráticas no deja de manifestarse pero en mucho menor grado, en el socialismo y particularmente en Cuba, se desboca. La cuestión ha ido adquiriendo proporciones dramáticas durante el aún vigente periodo especial, cuando al maltrato hacia la propiedad social se unió el invento y el robo generalizados para la subsistencia.

Asi pues, al manotazo que con furia propina el usuario al aparato cuando no puede comunicar porque el equipo está roto, se une el robo de elementos de plantas exteriores, cables, circuitos y aditamentos empleados en las telecomunicaciones.

Y es que resulta irritante caminar cuadras y más cuadras sin encontrar ninguno sano. En tal caso, luego de andar un largo trecho de manera inútil, algunos la emprenden a puñetazos contra el equipo ante la mirada indiferente del público. Las discusiones con el que está al otro lado de la línea, sea el amigo, la novia, la suegra u otra persona cualquiera, se dirimen entre malas palabras, amenazas y puñetazos contra el teléfono.

Ellos, por su parte son delicados aunque parezcan invulnerables. Según un especialista, la moneda dañada o cualquier otro objeto interrumpen la comunicación por lo que se hace imprescindible observar las normas de explotación de modo riguroso.

Pero no sólo sufren maltratos de todo tipo sino que a veces se roban el teléfono completo como sucedió en la bodega de 23 y 52 en Almendrares, Playa, Ciudad Habana.

Los métodos represivos, la vigilancia y el control de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) así como la utilización de chivatos y delatores no pueden erradicar y ni siquiera contener el mal.

En Villa Clara, la Empresa de Telecomunicaciones S.A.(ETECSA), selló un acuerdo con el Comité Provincial de los CDR en el pasado mes de junio, para enfrentar el vandalismo contra los teléfonos publicos.

El gerente de la ETECSA en el territorio, Juan Carlos Montero González, expresó que el robo de circuitos y aditamentos durante el pasado año ocasionó perdidas considerables, además de molestias a la población por llamadas dejadas de hacer. Así mismo destacó el convenio suscrito entre ETECSA y los CDR que contempla, entre otros, el reforzamiento de la guardia cederista y la vigilancia, priorizando los lugares más vulnerables. A tal alianza no le pronostico mayores éxitos pues los CDR, con la guardia por el suelo, han perdido mucha eficiencia en el oficio de la chivateria, papel que vienen asumiendo con mejores resultados la Asociación de Combatientes y los Trabajadores Sociales.

Según datos que conservo en mi archivo personal, en el periodo 1997-2004 el país destinó 20 millones de dólares para la adquisición de teléfonos públicos. En aquel entonces, tales aparatos costaban 1300 dólares cada uno. Actualmente, su precio puede haberse multiplicado.

Mientras todo siga como hasta hoy, los teléfonos públicos seguirán aguantando piñazos y trompones. Sufrirán el despojo de sus propias entrañas y hasta serán objeto de secuestro por gente irreflexiva,y, por otros con su cabeza bien puesta en el cuerpo pero que ven en estos artefactos metálicos un aliado y auxiliar en su afán de progresar y de labrarse un futuro mejor.

Este presente de “sálvese quien pueda” no es propicio para el cultivo de de los valores éticos.
osmagon@yahoo.com

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