jueves, 7 de agosto de 2008

SOCIEDAD, Un grano de polvo volando al viento, Luís Cino









Arroyo Naranjo, La Habana, 7 de agosto, (SDP) Me gustan los libros de Pedro Juan Gutiérrez. Los escribe, presuntamente desde una azotea frente al Malecón, como si largara la piel a trozos. En “Animal Tropical” (editorial Letras Cubanas, 2002), el duro Pedro Juan, que suele ponerse sentimental y filosófico más allá de lo que aconsejan las reglas de la cordura en Centro Habana, dice: “Si no tienes historia donde vives, eres como un grano de polvo volando al viento”.

“Polvo en el viento” es el título de la telenovela de turno por Cubavisión. Como el título de la vieja canción de Kansas. Sólo que la telenovela, aséptica, insípida e irreal, no tiene nada que ver con los libros de Pedro Juan Gutiérrez, las canciones de Kansas ni los proverbios del rey Salomón.

Narra una historia que no se asemeja a las historias que son usuales donde vivimos. El culebrón, dirigido por Xiomara Blanco, es cualquier cosa, menos creíble.

Su protagonista parece un galán de Hollywood: rubicundo, rozagante y bien parecido. Un portador del VIH-SIDA, que vive a todo trapo, ocupado en destrozar corazones femeninos a diestra y siniestra y a la vez, en destrozarse el suyo propio. Cuando le preguntan quien es, pone cara de carnero degollado, y repite sin ton ni son y en todas las circunstancias, que es “polvo en el viento”.

Todas las tramas y sub-tramas se desarrollan en casas amplias, bien amuebladas, decoradas con buen gusto. En pulcros hospitales donde no faltan los médicos ni los medicamentos. En bien surtidos establecimientos comerciales y paradisíacos centros de recreación en moneda convertible (todos los personajes, además de vestir bien, consumen despreocupadamente y pagan con cuc).

David, el apuesto protagonista, y varios otros personajes, trabajan como biólogos en un Instituto de Oceanología. Cualquiera entra a saludar y charlar un rato, como Pedro por su casa. Lanchas, botes y yates están fondeados sin problema alguno. Sin vigilancia. A nadie se le ocurre llevárselos y poner proa a Miami.

Apenas hay señales de la vida real. No hay solares ni policías. Casi no se ven negros. Nadie pasa hambre. Todos visten bien. Ni siquiera hay gente fea. La chusmería es light, dosificada, puro folklore.

La nota discordante la da un matrimonio ambicioso y sin escrúpulos: ella roba en una tienda, él en la barra de un hotel. Ambos roban los cuc al Estado. Son los personajes más creíbles de la novela.

Las telenovelas de Cubavisión cada vez se parecen menos a la vida cubana y más a los culebrones de Univisión o Globo. El Instituto Cubano de Radio y Televisión dice haber declarado la guerra a la frivolidad, pero tiene que competir con “la antena enemiga” y los bancos clandestinos de video y DVD. Con bajos presupuestos, temas intocables y limitaciones de todo tipo, no es tarea fácil.

No obstante, en la Era Raulista, los tabúes televisivos son menos. Los novelones de luchadores sindicales, guajiros desalojados y combatientes de la clandestinidad de Mayté Vera quedaron definitivamente atrás.

Homosexuales, enfermos de SIDA, vendedores callejeros, freakies, alcohólicos, drogadictos, jineteras y marginales irrumpieron en la pequeña pantalla. Suficientemente diluidos. Digeribles, inocuos y políticamente correctos.

Las telenovelas cubanas muestran una parte de la cara oculta de la Luna, iluminada con bombillos ahorradores rosados. Un país de utilería con ancianos limpios y bien alimentados, bomberos atléticos y eficaces, policías beatíficos, casas recién pintadas, calles limpias, agua en la ducha y muchachas tan sexy y elegantes como modelos de pasarela. En medio, deambulan algunas que otras lamentables ovejas descarriadas.

De cualquier modo, se parece infinitamente más a Cuba que el país virtual que muestra el Noticiero Nacional de Televisión. Ese no es comparable ni siquiera con “Polvo en el viento”. Y ya es mucho decir.

Pero algo es algo. Una telenovela ambientada en la bravía Centro Habana, con guión escrito por Pedro Juan Gutiérrez, sería pedir demasiado.

Luego de un día de agobio, carencias y cochambre, puede que sea mejor, la noche que no toca la telenovela brasileña, que nos doren un poco la píldora con la cubana. Y flotar, como un grano de polvo que vuela al viento…Soñar no cuesta nada. Sólo la electricidad (revolución energética mediante) que consume el televisor.
luicino2004@yahoo.com

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