Playa, La Habana, febrero 12 de 2009, (SDP) La ventolera ciclónica del año pasado fue implacable con todo lo que encontró a su paso pero se ensañó, de modo especial, con las granjas avícolas. Como el huevo de gallina ha sido nuestra tabla de salvación, nuestro paño de lágrimas durante todos estos años, resulta comprensible la inquietud del ciudadano al conocer el balance de las afectaciones ocasionadas.
El gobierno, que se las sabe casi todas, trató de calmar inquietudes con la promesa de no afectar la cuota consignada en la libreta de racionamiento, equivalente a 10 unidades mensuales por persona. La notificación oficial agregaba que de modo sistemático se iría incrementando la oferta del producto hasta retornarla a la etapa preciclónica.
Y es que al cubano le pueden afectar cualquier otro renglón alimenticio pero, tratándose del que nos ocupa, no le gusta que le toquen los huevos.
Hasta el momento, la cuota reglamentada por la cartilla se ha mantenido y alguna que otra vez, los establecimientos estatales ofertan el producto en venta libre o “por la libre”. Esto último no está exento de colas lo cual no sorprende a nadie en un país en que para casi todo hay que hacer largas filas; situación que, por demás, le adjudica el triste privilegio de ser el que mayor tiempo ha hecho colas en toda la historia de la humanidad.
Además y, de forma ocasional, se oye el tímido pregón de alguna que otra valiente “luchadora” procedente de Güines o Artemisa, con la mochila al hombro y anunciando el huevo a dos pesos la unidad.
El gobierno atribuye el “éxito” restaurador a las siguientes causas: al esfuerzo del pueblo trabajador y a las medidas de chequeo implantadas para evitar “desvíos de recursos y hechos delictivos”. O sea para evitar el robo no sólo del huevo sino del pienso para las gallinas ponedoras; este último producto con amplia demanda en el mercado negro.
La jefa económica de la granja avícola Manuel Ascunce Domenech, de Caimito, declaraba al periódico Granma que actualmente “el consumo de pienso es inferior al plan” y agregaba: “hubo mayor participación y comprensión de los trabajadores en la defensa de los controles que antes parecían difíciles de cumplir”. Se hacen “muestreos sorpresivos para hallar cualquier eslabón suelto”.
Parece que la lucha contra el “invento” fue de tal envergadura que el administrador del centro asegura: “desde la implantación de tales medidas situaciones de faltantes de pienso han desaparecido”.
Paralelamente se instrumentó un sistema de estímulo salarial que consiste en retribuir al colectivo obrero cuyas gallinas pongan más huevos con menos pienso.
Desde mi experiencia personal, luego de medio siglo capeando el temporal totalitario, dudo que el supuesto adecentamiento de la granja avícola de Caimito sea perdurable. Lo relaciono con las fuertes medidas represivas que a nivel nacional y tras el paso del ciclón se implantaron.
El gobierno, al verse amenazado por una situación de franca hambruna tras el paso de los huracanes, arreció el terror y la represión. Pero a medida que la crisis cede terreno, las aguas van cogiendo su nivel. En la misma medida, el invento resurge como algo inevitable y consustancial a este socialismo de factura criolla.
osmagon@yahoo.com
El gobierno, que se las sabe casi todas, trató de calmar inquietudes con la promesa de no afectar la cuota consignada en la libreta de racionamiento, equivalente a 10 unidades mensuales por persona. La notificación oficial agregaba que de modo sistemático se iría incrementando la oferta del producto hasta retornarla a la etapa preciclónica.
Y es que al cubano le pueden afectar cualquier otro renglón alimenticio pero, tratándose del que nos ocupa, no le gusta que le toquen los huevos.
Hasta el momento, la cuota reglamentada por la cartilla se ha mantenido y alguna que otra vez, los establecimientos estatales ofertan el producto en venta libre o “por la libre”. Esto último no está exento de colas lo cual no sorprende a nadie en un país en que para casi todo hay que hacer largas filas; situación que, por demás, le adjudica el triste privilegio de ser el que mayor tiempo ha hecho colas en toda la historia de la humanidad.
Además y, de forma ocasional, se oye el tímido pregón de alguna que otra valiente “luchadora” procedente de Güines o Artemisa, con la mochila al hombro y anunciando el huevo a dos pesos la unidad.
El gobierno atribuye el “éxito” restaurador a las siguientes causas: al esfuerzo del pueblo trabajador y a las medidas de chequeo implantadas para evitar “desvíos de recursos y hechos delictivos”. O sea para evitar el robo no sólo del huevo sino del pienso para las gallinas ponedoras; este último producto con amplia demanda en el mercado negro.
La jefa económica de la granja avícola Manuel Ascunce Domenech, de Caimito, declaraba al periódico Granma que actualmente “el consumo de pienso es inferior al plan” y agregaba: “hubo mayor participación y comprensión de los trabajadores en la defensa de los controles que antes parecían difíciles de cumplir”. Se hacen “muestreos sorpresivos para hallar cualquier eslabón suelto”.
Parece que la lucha contra el “invento” fue de tal envergadura que el administrador del centro asegura: “desde la implantación de tales medidas situaciones de faltantes de pienso han desaparecido”.
Paralelamente se instrumentó un sistema de estímulo salarial que consiste en retribuir al colectivo obrero cuyas gallinas pongan más huevos con menos pienso.
Desde mi experiencia personal, luego de medio siglo capeando el temporal totalitario, dudo que el supuesto adecentamiento de la granja avícola de Caimito sea perdurable. Lo relaciono con las fuertes medidas represivas que a nivel nacional y tras el paso del ciclón se implantaron.
El gobierno, al verse amenazado por una situación de franca hambruna tras el paso de los huracanes, arreció el terror y la represión. Pero a medida que la crisis cede terreno, las aguas van cogiendo su nivel. En la misma medida, el invento resurge como algo inevitable y consustancial a este socialismo de factura criolla.
osmagon@yahoo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario