Habana Vieja, La Habana, febrero 12 de 2009, (SDP) Hacía 20 años que no me comía un bistec de res. Quienes no me conocen dirán que es mentira. Quienes me conocen sabrán que es verdad. No tengo frigidaire. Hace años, de cuando en cuando, tengo dinero para ir a la Shopping y comprar carne. Pero personalmente soy un poco abandonado, por no decir que siempre estoy despistado en asuntos que, para los demás, es una necesidad. Siempre estoy en las nubes. Siempre estoy pensando en asuntos que van más allá de mi persona. Y siempre me gusta, con el asunto de los alimentos y tener que cocinarlos, ir por la vía fácil.
Por ejemplo: cuando tengo dinero me resulta más cómodo ir a una casa de comida que en Cuba conocemos por Paladar. Por 20 pesos cubanos me sirven un bistec de cerdo, arroz, viandas, y vegetales de estación. También hay potaje a 5 pesos, tamal a 5 pesos, postres a 5 y 3 pesos como son el flan de huevo o el arroz con leche. Es un lugar limpio. Llego, me sirven en un plato, como, y sigo mi camino; pues eso de levantarme en la mañana a escoger los frijoles, no va conmigo. Si yo tuviera que hacerme la comida no podría pensar, y entonces no podría escribir. No tengo mujer, porque cuando las tenía no me dejaban escribir con la “historia de que uno le dedica más tiempo a la escritura”. Llevo una vida monástica después de haber sido uno de los más grandes pecadores de Cuba. Ahora sigo siendo un pecador, pero normal, lo cual me ha permitido aprehender en serio este lío de escribir.
El otro día llegó de España un amigo de los viejos tiempos que se casó con una española y ya es ciudadano español y de la Unión Europea, y hasta el otro día vivía en un solar de mala muerte y pasó un trabajo del carajín durante muchos años. Llegó como todo un personaje, y los 15 días que estuvo en la Habana con su esposa y su pequeño hijo de 5 años, insistió en que yo lo acompañara a todas partes. De hecho rentó un carro y anduvimos por las ruinas de la Habana y hasta fuimos a Varadero. Pero al segundo día de estar en Cuba ocurrió el hecho que me ocupa. Antes permítanme exponer una metáfora.
La vida es un software. Este software está creado por Dios. De manera que podríamos suponer que Dios es un programador. Por supuesto, es el único programador que no ha sido programado. Así que toda la Historia de la Humanidad es un juego. Yo, por ejemplo, estoy dentro del juego y a veces hago las cosas por mi soberana decisión. A veces no. A veces soy un juguete de emociones y circunstancias. Como la Biblia dice que Dios nos creó a su imagen y semejanza, considero que soy un Pc con dos piernas y dos brazos que se alegra y sufre y algunas veces cree que está solo y separado del TODO, y se cree el cuento de que no es una máquina. Con esta salvedad comprenderán lo que me sucedió.
Resulta que a mi amigo lo llevé a un pequeño restaurante situado en Compostela y Obispo, Habana Vieja, que oferta comida en moneda nacional. Me habían dicho que en los altos –de un salón de té con aire acondicionado- la comida era buena. Estoy hablando de un pequeño espacio donde caben 4 mesas que han habilitado frente al Bar-cafetería “Viñales”. Yo pensaba encontrar en el menú pollo en cualquiera de sus formas, cerdo, y mariscos. Todo estos alimentos estaban a la carta, y desde la mesa uno, a través de un cristal, podía ver la cocina y mirar cómo preparaban el pedido. Pues mire UD., cuando abro la carta leo bistec de res. Llamo a la mesera y me confirma que sí, que es carne de vaca. Me cuesta un poco de trabajo creer que, después de tantos años finalmente me encontraré con la verdad. Es como si hubiera estado comiendo mierda todos estos años cuando tenía dinero para comprar carne, lo mismo cruda o cocinada. Mi amigo dice que yo pida lo que quiera, él pedirá carne de cerdo porque en España está aburrido de comer carne de res.
Cuando me llevo a la boca el primer trozo de carne, el paladar no reconoce la diferencia y lo que percibo es la misma carne de cerdo de todos estos años. Mi paladar no reconoce a la pobre vaca. Tuvieron que pasar de 30 a 60 segundos para que mi paladar, como si descubriera el agua tibia, comenzara primero, de un modo lejano, como entre las tinieblas de los tiempos, recordar algo… ¡Increíble! La memoria del paladar comenzó a viajar en la máquina del tiempo hacia atrás. ¡En efecto! ¿Cómo era posible? ¿Había olvidado yo algo que fue común antes del Periodo Especial?
La carpeta o el programa se abrió. El buscador se tomó su tiempo para encontrar aquella “carpeta dormida” en un disco duro personal con tantos programas de basura instalados. Hacía 18 años que no se abría esa carpeta. Bueno, yo fui de los que creyó que con la cáscara de plátano se podía hacer picadillo de res, y sabe Dios cuántos panes con frazada de piso me comí en la década del 90. ¿No es una verdadera alucinación? Y después los hay que hablan tan mal de las MacDonald. Ya quisiera Cuba tener a todo lo largo de la Isla una cadena de MacDonald. Eso sí: primero hay que restaurar el Manicomio Nacional en que se ha convertido Cuba y hacer que vuelva a convertirse en República, con defectos seguramente, pero República. ¡Ah, y no permitir jamás que nos vuelva a dirigir un “Loco”!
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