Marianao, La Habana, febrero 5 de 2009, (SDP) Estoy leyendo las “Cartas desde la prisión” escritas por Adam Micknik entre 1980 y 1984. Este valioso texto fue escrito durante la lucha que entabló la sociedad civil polaca encabezada por el Sindicato Solidaridad con la dictadura impuesta bajo el nombre de socialismo por la nomenclatura del POUP.
Cada una de sus páginas nos impone el cotejo con nuestra realidad actual. Conviene señalar semejanzas y diferencias entre la Polonia de 1981 y la Cuba del 2009.
La primera semejanza es el régimen de totalitarismo estatal copiado del modelo soviético posterior a la superficial desestalinización encabezada por Nikita. En ambos casos, nos encontramos con una élite burocrática-militar aferrada al poder, única garantía de sus privilegios. La segunda es la respuesta represiva, que en ambos países fue escogida, en vez del diálogo y la disposición a las modificaciones del modelo, reclamadas, en voz alta o susurrada por la sociedad- La tercera es el evidente estancamiento del proceso económico, socavado a partes iguales por la corrupción y la rampante ineficacia del sistema.
La diferencia más significativa es las relaciones mutuas con el correspondiente Gran Vecino. Allí la nomenclatura era la aliada de la URSS, por tanto la bandera nacionalista estaba en manos del movimiento opositor; entre nosotros, el régimen la manipula a su favor, presentando a su monopolio dictatorial como el garante único de la soberanía nacional. No menos importante es el hecho de la permanencia del liderazgo histórico en Cuba, mientras Polonia conoció diversos equipos de mando.
Otra diferencia muy señalada es la actitud de la jerarquía eclesial católica, baluarte espiritual de la resistencia allí, mientras en Cuba no quiere ni puede ser mediadora, pues se consume penando por subsistir, teme hacerse visible y parece esperarlo todo del régimen, al que no termina nunca de patentizarle su miedo a disgustarlo. Sus jerarcas, con las muy honrosas excepciones de los ya jubilados Mons.Pedro Meurice y Mons. José Siro, parecen haberle agregado a su credo la fe en la perpetuidad del Régimen y no han acompañado ni acompañarán a la Disidencia cubana.
.
El Sindicato Solidaridad contó con una genuina base social (8 millones de obreros afiliados) que le permitió presionar mediante huelgas a la nomenclatura y resistir con éxito los esfuerzos de esta para dividirlos y desacreditarlos ante la sociedad civil. Contaban con una tradición de rebeldía civil, iniciada desde Octubre de 1956 y continuada con las protestas estudiantiles de 1968. Al contrario, la tradición nuestra siempre ha sido de lucha armada y subversión clandestina violenta, modalidad esta que no ha logrado nunca resultados contra el totalitarismo, como apunta Michnik.
El modelo de lucha pacífica, conocido como desobediencia civil, más que hombres de acción, reclama hombres de conciencia. Mientras en Polonia “Una parte importante de la intelectualidad eligió el retiro de la vida pública y la “emigración interna” como escribe Michnik; el método del palo y la zanahoria ha comprado las conciencias de la mayoría, que acatan por migajones las órdenes que emanan del Mincult, con la coartada de la fidelidad a la Patria que les concede viajes y ediciones, sin exigirles ya la loa, sino el silencio cómplice y la firma de eventuales declaraciones de apoyo irrestricto etc.
Bajo el subtítulo de El Espectro de los Endemoniados desarrolla con precisión, desde su experiencia, algunos de los peligros que acarrea la vida del movimiento clandestino. “El movimiento clandestino no cubre todas las necesidades que la sociedad tiene de un movimiento de resistencia. El movimiento de resistencia debe enseñar la libertad y la democracia” – Esta condición estratégica contradice las exigencias tácticas del clandestinaje, con “un espíritu sectario y una instrumentación de la verdad que genera un desprecio hacia todo lo que no sea político.
La actividad clandestina distorsiona las perspectivas de sus protagonistas, quienes para obtener éxito tienen que obedecer la consigna maniqueísta: Quien no está con nosotros, está contra nosotros.”
“La fuerza policíaca florece en su encuentro con la conspiración: la penetra, planea provocaciones. Sin un movimiento clandestino La policía política lleva una vida frustrada.”- sigue diciéndonos Adam – Al contrario. La presencia de la conspiración agiganta su rol, hasta volverse un Estado dentro del Estado.
Aborda enseguida el efecto de eco que la persecución policíaca le impone al movimiento clandestino: “Un régimen totalitario ve la mano de su enemigo clandestino en toda crisis; el movimiento antitotalitario empieza a ver la presencia de agentes policíacos en cada uno de sus fracasos”.
Michnik nos recuerda”Que la verdadera derrota no viene del terror policiaco sino de la indiferencia de la sociedad.”
Habría que citar todo el libro, escrito desde la soledad con penetrante lucidez y esperanza cierta de la victoria.
primaveradigital@gmail.com
Cada una de sus páginas nos impone el cotejo con nuestra realidad actual. Conviene señalar semejanzas y diferencias entre la Polonia de 1981 y la Cuba del 2009.
La primera semejanza es el régimen de totalitarismo estatal copiado del modelo soviético posterior a la superficial desestalinización encabezada por Nikita. En ambos casos, nos encontramos con una élite burocrática-militar aferrada al poder, única garantía de sus privilegios. La segunda es la respuesta represiva, que en ambos países fue escogida, en vez del diálogo y la disposición a las modificaciones del modelo, reclamadas, en voz alta o susurrada por la sociedad- La tercera es el evidente estancamiento del proceso económico, socavado a partes iguales por la corrupción y la rampante ineficacia del sistema.
La diferencia más significativa es las relaciones mutuas con el correspondiente Gran Vecino. Allí la nomenclatura era la aliada de la URSS, por tanto la bandera nacionalista estaba en manos del movimiento opositor; entre nosotros, el régimen la manipula a su favor, presentando a su monopolio dictatorial como el garante único de la soberanía nacional. No menos importante es el hecho de la permanencia del liderazgo histórico en Cuba, mientras Polonia conoció diversos equipos de mando.
Otra diferencia muy señalada es la actitud de la jerarquía eclesial católica, baluarte espiritual de la resistencia allí, mientras en Cuba no quiere ni puede ser mediadora, pues se consume penando por subsistir, teme hacerse visible y parece esperarlo todo del régimen, al que no termina nunca de patentizarle su miedo a disgustarlo. Sus jerarcas, con las muy honrosas excepciones de los ya jubilados Mons.Pedro Meurice y Mons. José Siro, parecen haberle agregado a su credo la fe en la perpetuidad del Régimen y no han acompañado ni acompañarán a la Disidencia cubana.
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El Sindicato Solidaridad contó con una genuina base social (8 millones de obreros afiliados) que le permitió presionar mediante huelgas a la nomenclatura y resistir con éxito los esfuerzos de esta para dividirlos y desacreditarlos ante la sociedad civil. Contaban con una tradición de rebeldía civil, iniciada desde Octubre de 1956 y continuada con las protestas estudiantiles de 1968. Al contrario, la tradición nuestra siempre ha sido de lucha armada y subversión clandestina violenta, modalidad esta que no ha logrado nunca resultados contra el totalitarismo, como apunta Michnik.
El modelo de lucha pacífica, conocido como desobediencia civil, más que hombres de acción, reclama hombres de conciencia. Mientras en Polonia “Una parte importante de la intelectualidad eligió el retiro de la vida pública y la “emigración interna” como escribe Michnik; el método del palo y la zanahoria ha comprado las conciencias de la mayoría, que acatan por migajones las órdenes que emanan del Mincult, con la coartada de la fidelidad a la Patria que les concede viajes y ediciones, sin exigirles ya la loa, sino el silencio cómplice y la firma de eventuales declaraciones de apoyo irrestricto etc.
Bajo el subtítulo de El Espectro de los Endemoniados desarrolla con precisión, desde su experiencia, algunos de los peligros que acarrea la vida del movimiento clandestino. “El movimiento clandestino no cubre todas las necesidades que la sociedad tiene de un movimiento de resistencia. El movimiento de resistencia debe enseñar la libertad y la democracia” – Esta condición estratégica contradice las exigencias tácticas del clandestinaje, con “un espíritu sectario y una instrumentación de la verdad que genera un desprecio hacia todo lo que no sea político.
La actividad clandestina distorsiona las perspectivas de sus protagonistas, quienes para obtener éxito tienen que obedecer la consigna maniqueísta: Quien no está con nosotros, está contra nosotros.”
“La fuerza policíaca florece en su encuentro con la conspiración: la penetra, planea provocaciones. Sin un movimiento clandestino La policía política lleva una vida frustrada.”- sigue diciéndonos Adam – Al contrario. La presencia de la conspiración agiganta su rol, hasta volverse un Estado dentro del Estado.
Aborda enseguida el efecto de eco que la persecución policíaca le impone al movimiento clandestino: “Un régimen totalitario ve la mano de su enemigo clandestino en toda crisis; el movimiento antitotalitario empieza a ver la presencia de agentes policíacos en cada uno de sus fracasos”.
Michnik nos recuerda”Que la verdadera derrota no viene del terror policiaco sino de la indiferencia de la sociedad.”
Habría que citar todo el libro, escrito desde la soledad con penetrante lucidez y esperanza cierta de la victoria.
primaveradigital@gmail.com
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