jueves, 19 de febrero de 2009

¿ES EL GOBIERNO UNA ALTERNATIVA?, Julio R. González Jr.

Miami, USA, febrero 19 de 2009, (SDP) El régimen cubano, de la forma que está estructurado hoy en día, es una maquinaria represiva y no un agente económico moderno capaz de llevar a la sociedad cubana al siglo XXI y no quedar en el primero de enero de 1959.

Es verdad que la oposición no tiene un programa bien cohesionado, pero es parte del proceso de maduración de esa disidencia que se encontró de pronto luchando contra una represión muy bien engrasada. Ahí es donde está uno de sus más acuciantes problemas.

Los opositores no deben desgastarse luchando por el liderazgo. Lo que hay que hacer es un activismo en que nadie mande expresamente. Fíjense que a Oswaldo Payá después del premio Zajarov lo neutralizaron. Al doctor Biscet lo encarcelaron por 25 años porque vieron madera de líder en el médico de la Fundación Lawton. Su activismo y coraje los asustó.

Nos falta un líder como Ghandi o alguien así, podríamos decir. Pero en Cuba no hacen falta jefes oposicionistas ni incendiarios discursos de un líder. Ya hemos tenido bastante con Fidel y ahora con Raúl.

La labor de la oposición se debe centrar en restar valor al liderazgo histórico “revolucionario” que lo único que ha hecho bien es enriquecerse. Si centramos las críticas en ellos, ayudaremos a que pierdan credibilidad. Entonces comenzarán a surgir las soluciones verdaderas, las que hacen falta, no las que ellos toman para permanecer en el poder.

La solución más necesaria ahora es la producción de alimentos. Hay que priorizar esa solución, desarmar los argumentos que demoran la rapidez de repartir tierras, sea a quien sea, y dejar que vendan el excedente en el mercado libre a precios de competencia.

La ganancia generada se puede usar en pagar a nuevos trabajadores o invertir en nuevas tierras o en la producción de alimentos ligeros (cascos de guayaba, dulces de naranja, batido de plátano, croquetas, pan con lechón) que resolverían de manera significativa la situación alimentaria de la población.

¿Qué ganaría el Estado como agente económico de todo esto? Resolver una situación acuciante con un mínimo de recursos, dejando a la iniciativa de la población la solución de un problema que el Estado por sí sólo no puede acometer. Esto es obvio.

Se puede estimular la producción de arroz, por ejemplo, quitándole los impuestos. O el Estado como agente económico puede comprar ese producto más caro que lo que se vende en el mercado. De esta manera, habrá más producción. La causa de la mayor producción será la escasez. Su efecto, un incremento de la oferta usando mecanismos de mercado por el Estado en su función de agente económico.

¿Es esto perfecto? No. El Estado va a influir en el mercado por su tamaño como agente económico. Esto afectará la ley del valor. El producto se venderá por debajo de su valor, lo cual incidirá en el precio que será bajo, en beneficio de los compradores.

Cuando el Estado compra, afecta la libre competencia, pero se beneficia el consumidor y la sociedad en general.

Adam Smith, filósofo inglés que escribió “La riqueza de las naciones”, planteó la necesidad de que el trabajador agrícola se apropie del plus-producto y lo venda. Cuando haya 300 trabajadores en el campo, los precios serán altos, pero cuando sean 4000, los precios bajarán.

El Estado necesita ser agente económico de ese proceso. Si por ejemplo, los precios de la carne de puerco suben mucho, el Estado en su función de agente económico, puede vender la carne a más bajo precio que el mercado. De esa manera, el beneficiado será el consumidor que podrá comprar a un bajo precio la carne que desea.

¿A quien afecta este proceso? A nadie. Lo único que se pierde es el control absoluto del régimen, se rompe la dependencia de lo que le ofrece el Estado y no quiere que nadie más lo haga.

Todo esto se reflejaría en el poder de la moneda nacional. Con el peso cubano se podrá comprar mucho más.

Hay que eliminar las viejas regulaciones que son el verdadero calvario de los cubanos. La alimentación de la población cubana no depende de la voluntad del presidente de los Estados Unidos, sino de la iniciativa de nuestros productores. Esta podría ser bien, si así lo desean, la Tercera Reforma Agraria.
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