jueves, 19 de febrero de 2009

EL HÁBITO SI HACE AL MONJE, Guillermo Fariñas Hernández


Santa Clara, Villa Clara, febrero 19 de 2009, (SDP) Los ex miembros del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior constituyen en la Cuba castrista un grupo especial, debido al carácter militarista del régimen cubano. Ellos son la fuerza bruta con que contaron y cuentan los gobernantes para reprimir al descontento pueblo de la isla.

Esto lo conocen bien todos aquellos cubanos que tratan de sobrevivir dentro de los vientos tormentosos que azotan a la siempre totalitaria sociedad cubana.

Encontrar las disímiles maneras de sobrevivir en el marasmo fidelista se ha transformado en todo un arte del ciudadano cubano más desfavorecido.

Aparentar lo que no se es verdaderamente es una ciencia con varias cátedras constituidas en el estilo de vida del socialismo. Algunos teóricos de la filosofía marxista-leninista denominan a esto “doble moral”. Sin la simulación “per se”, es una misión imposible tratar de vivir en Cuba

Vemos a personas que internamente están enfrentadas a las leyes y reglamentos coercitivos de la mal llamada Revolución Cubana, vestidas con pantalones, camisas y abrigos de los organismos armados del estado. Ellos dan a entender a las autoridades competentes que son ex – combatientes revolucionarios.

Esta situación coarta la acción punitiva de los mecanismos de represión contra todos aquellos que violan lo establecido, porque se ven ante la disyuntiva de proceder contra alguien que puede tener amigos dentro de la nomenclatura. Y por supuesto de ser así, los actuales policías e inspectores perderían sus cargos.

En el mercado negro, una camisa de campaña del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias se cotiza hasta en 200 pesos cubanos moneda nacional. Un pantalón del Ministerio del Interior cuesta 150 pesos nacionales.

Todos conocen que existe un pacto secreto entre la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) y varias de las líneas de mando operativo del mencionado Ministerio del Interior para que toleren a esos comerciantes ilegales. El convenio es para vigilar y chequear como auxiliares de la delación cotidiana.

Ellos, los retirados, antiguos miembros de los órganos castrenses, necesitan aumentar sus ganancias, pues no les alcanza con sus paupérrimas jubilaciones. Por tanto actúan como vendedores ambulantes de alimentos sustraídos en almacenes del estado, mientras que informan a la represiva de lo que otros hacen.

Al saber respecto a esta forma de operar de los organismos del estado, todos los comerciantes ilícitos tratan de fingir ante los represores públicos que ellos también son delatores. Y como por los métodos de compartimentación y secretismo no es fácil conocer quienes lo son y quienes no, entonces se aprovechan de la situación.

El principal dolor de cabeza de policías e inspectores al acecho de ilegalidades en las calles del país consiste en determinar sin equivocarse, entre los que usan ropas militares en sus menesteres mercantiles, cuales son auténticos colaboradores. De esta correcta discriminación pende su prosperidad y su futuro.

Aunque debajo de una camisa o un pantalón del ejército castrista lata un corazón mucho más capitalista que Rockefeller, lo importante es confundir a los represores de oficio y continuar el contrabando de lo robado al estado. Como por ahora no hay democracia, ese sentimiento es mejor ocultarlo.

Lo importante, lo esencial y lo vital es continuar en ese estado de supervivencia constante en que está enfrascado el cubano en su quehacer diario por llevar un poco de alimento a su boca. A veces, muy contrario a lo que dice el viejo y repetido refrán, “el habito sí hace al monje”.
cocofari62@yahoo.com


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