jueves, 12 de febrero de 2009

DECISION DE QUEDARSE, Frank Correa



Una noche, cuando el disidente regresaba a su casa de una reunión, un hombre le salió al paso y le mostró un carné de identificación. El reflejo de la luna hicieron distintivas las grandes letras en color verde: D.S.E (Departamento de Seguridad del Estado)
--¿Que quieren ahora?
--Necesitamos hablar contigo, ¿Puedes estar mañana a las 2 de la tarde en la 9na Unidad de Policía del Reparto Siboney?
-No es posible. Mañana a esa misma hora voy al Hospital de 26, en El Vedado.
--Será una reunión breve --insistió el oficial de la policía política --, quieren decirte algo importante. Luego te llevaremos para el hospital.
-- Si es así, iré.
-- Espéranos afuera de la unidad – dijo el oficial antes de irse.

El 27 de Diciembre de 1991, inolvidable para la vida de Francisco Chaviano, fundador de Lancheros y más tarde secretario ejecutivo de la Unidad Liberal de la Republica de Cuba, el disidente llegó a la Unidad de Policía Siboney sin imaginarse lo que le esperaba y esperó en la entrada.
Al poco rato apareció un auto Lada blanco, con 4 personas vestidas de civil, 3 jóvenes que parecían recién graduados de una academia militar acompañando a otro de más edad llamado Andrés, evidentemente Jefe del grupo, de tez blanca, alto y grueso, muy dinámico y de mirada aviesa, como todos los miembros de la DSE. Chaviano lo conocía desde el juicio de Carlos Cordero, un valeroso activista de su grupo. En aquella ocasión Andrés trató de intimidarlo durante la audiencia. Le dijo que acabaría con los grupos de Derechos Humanos y los me metería a todos en la cárcel.
Con Carlitos fue violento, además de darle varios empujones le dijo que si formaba algún problema durante el juicio le entrarían a patadas y luego lo tirarían por el balcón.
Carlitos no se intimidó, tenía pensado decir algunas cosas en el juicio y lo hizo. Ahora, frente a la estación de policía, Andrés y su equipo se bajaban del auto cargando maletines. Saludaron a Chaviano con marcada frialdad, le pidieron que esperara allí unos minutos. Evidentemente iban a acondicionar el lugar instalando técnicas de escucha y grabación.
Al poco rato lo hicieron pasar a una oficina amueblada con varias butacas y un sofá grande, le indicaron que se sentara allí. Andrés comenzó el dialogo:
--¿Que te pareció lo de Indamiro Restano? A ese le vamos a echar una pila de años. Aquí el que saque el pie se lo cortamos.
-- Siento mucho que lo hayan encarcelado. Es un gran compatriota y un buen amigo.
-- Ese era más importante que tú, ¿no?
-- No sé de eso. Es mi amigo y un compatriota valioso, como ya le dije.
-- Así que ustedes son patriotas…
--Somos cubanos que no aplaudimos abusos ni violaciones. Ustedes tienen la fuerza, pero nosotros los vamos a denunciar constantemente, se los aseguro.
Andrés, en tono amistoso, dijo:
--Mira Chaviano, tú tienes una visa, tu familia está en dificultades, que aumentarán cada día si te quedas en este país. Nosotros te hemos ayudado, liberamos a tu hijo del Servicio Militar, esperamos que te vayas con tu familia y hagas tu vida por allá.
Chaviano hizo un largo silencio. Andrés pareció desesperarse con tanta cinta de grabación recogiendo nada más que la ausencia absoluta de palabras. Imaginó a sus superiores molestos por tanto espacio en blanco, se levantó de la butaca, cambió el tono de su voz.
--Nosotros queremos que nos entregues los ficheros de desaparecidos que tú tienes.
Chaviano continuó callado, gastando mucho material técnico con su silencio. Hizo que Andrés perdiera la paciencia.
--Nosotros tenemos copia de todo y sabemos también donde guardas el original. Podemos ir a ocuparlo cuando nos de la gana, pero nuestro deseo es que los entregues voluntariamente.
Era un ardid del oficial con doble efecto, a la vez que lo humillaba, tendrían una carta bajo la manga para mostrársela a sus compañeros de lucha y así desprestigiarlo, o inculparlo como colaborador de la DSE.
El mutismo del disidente se volvía ya una provocación. El oficial, fuera de sí, intentó sentarse en una butaca para calmarse un poco, pero se levantó como un resorte, Su voz sonó descompuesta.
-- ¿Cuál es tu problema con eso? Si en cuanto te vayas del país se acaba el grupo y los ficheros van a caer de todas formas en nuestras manos.
Uno de los acompañantes del oficial Andrés, que parecía estar a cargo de la grabación, le hizo una seña, insinuando que las cintas se acababan.
-- ¡Vas a tener que escoger entre darme los ficheros y marcharte del país, o 15 años de prisión que te vamos a echar si te quedas! -- su amenaza cargaba todo el odio que los policías políticos sienten contra los disidentes. Chaviano comprendió entonces que su turno había llegado:
-- ¡Si es así, ya pueden conducirme!
Antes la respuesta inusitada, Andrés trató de rematar la situación.
-- Tú no sabes lo que dices…, será mejor que lo pienses... nosotros tenemos una mente muy prolífera, se nos ocurren muchas cosas… vas a pasar un calvario, tú y tu familia… y después te vamos a echar 15 años… piénsalo…
--Yo lo único que pienso --dijo Chaviano levantándose del sofá y tendiendo sus manos para que lo esposaran --, es que soy cubano y aquí es mi lugar. En todo caso los que tienen que marcharse son ustedes, que bastante daño le han hecho a este país.

Nota de SDP: (Fragmento del libro inédito Biografía de un disidente, del escritor y periodista Frank Correa, sobre la vida política de Francisco Chaviano Gonzáles).

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