jueves, 4 de septiembre de 2008

Beijing 2008: ¿Qué realmente pasó?, Osmar Laffita



Boyeros, La Habana, septiembre 4 de 2008, (SDP) Después de concluida la Olimpiada y de acuerdo a los resultados del medallero obtenido por la delegación cubana, se ha producido un tira y afloja, en busca de la verdad del por que se obtuvieron resultados tan desestimuladores.

Si bien se está en la espera de una evaluación pública por el Instituto Nacional de Deporte, lo que ya todos los cubanos y el mundo han podido leer o escuchar, son las reflexiones del Doctor Fidel Castro en que hace su valoración muy particular del por que Cuba ocupó el lugar 28 en la máxima cita del deporte mundial, bastante distante del 14 alcanzado en las olimpiada de Atenas.

El texto del Doctor Castro es más de lo mismo. Su retórica fuera de tiempo y lugar, con su acostumbrado lenguaje grosero y soez que como añoso y rayado disco de acetato de 78 revoluciones, reproduce sus cantaletas que ya nadie escucha.

Cansosamente, sigue emprendiéndola contra los países desarrollados, los cuales para él son los malos de la película. Las naciones pobres están condenadas por estos implacables monstruos de infinidad de cabezas y tentáculos, a sufrir las consecuencias de de su sed insaciable de riquezas. Según él, todo parece indicar que están condenadas de por vida a esa explotación despiadada.

Pero parece que el anciano y enfermo Doctor Castro, quizás con cierta premura, quiso ganarle la inmediatez informativa al Presidente Raúl Castro. Curiosamente, con todo el derecho que le asiste constitucionalmente, el general Raúl Castro mantiene sobre este asunto un silencio sepulcral.

Todo apunta a que el aquejado líder no revisó u omitió deliberadamente el hecho de que esta olimpiada rompió el record de asistencia de países, con 204 participantes. De ellos, por primera vez conquistaron medalla de oro, plata o bronce, o las tres, 87 naciones, cifra inédita hasta el presente.

Coronó esta inolvidable fiesta del deporte mundial, la gran proeza de dejar grabados para la historia 43 records mundiales, cifra que planteará un gran reto a los competidores en los juegos estivales de Londres de 2012.

La prensa oficial cubana, ni tarda ni perezosa, continúa desempeñando, sin ningún escrúpulo, su acostumbrado papel de perro faldero y repetidor de lo que diga el epónimo e inmaculado profeta, también de temas deportivos. Conociendo que el gobierno está callado, mal ha disimulado su malestar y reproche.

Han criticado el exorbitante derroche de recursos, la inigualable organización y esa milenaria precisión confuciana desplegada admirablemente por los chino en los juegos que acaban de concluir, los cuales han sido calificado por todo el mundo como hito histórico.

Lacayunamente, haciéndole el juego al líder amargado, no ocultan su comportamiento solapado, en el que dejan entrever su rechazo por los 40 mil millones de dólares que se gastaron los chinos para garantizar unos juegos que todo el mundo ha celebrado y felicitado.

Estos personeros, guardianes pretorianos del caduco discurso castrista, reaccionan con una alta carga de envidia y frustración. Catalogan todo lo acontecido en la gran fiesta deportiva mundial como “una gran parafernalia” que, según sus mentes sietemesinas y ventorrilleras, no está al alcance de la mayoría de los países que participaron en los juegos.

Esa una valoración subjetiva cargada de una rabia patológica. Atrapados en ese esquematismo repetitivo e inmovilista, estos sujetos, todo lo valoran con códigos políticos, sin un análisis serio ni equilibrado. Así, se aventuran a sentenciar que solo un grupo de naciones desarrolladas se apropiaron los mayores lauros.

Como reflejo de su superficialidad y oportunismo, con el único fin de congraciarse con el déspota, impúdicamente han señalado que más que una olimpiada, pareció una reunión ampliada del grupo de los ocho países más industrializado del mundo.

Esa irrespetuosa valoración ofende al gobierno y el pueblo chino por todo lo que hicieron para organizar la olimpiada que pasará a los anales deportivos como la mejor de la historia.

El asunto no es de medallas o lugares, es algo más complejo. Pone en la superficie, completamente al desnudo, la crisis total del gobierno cubano por la terquedad de mantener, contra viento y marea, un sistema autoritario de características estalinistas.

Es cierto que en Cuba no existe el deporte rentado, pero nuestros deportistas en Beijing pudieron constatar que sus pares en el mundo gozan de total libertad para asistir a una competencia o visitar a un colega en cualquier lugar que se encuentre. No necesitan carta de invitación, tarjeta blanca o permiso de sus superiores para poder salir de su país. Los premios en metálico por sus resultados no se lo tienen que entregar a nadie, ni tampoco, luego de una agobiante espera, recibir un cuarto de esa suma o en no pocos casos recoger un diploma, una banderita y el saludo del máximo líder.

Para cualquiera de los miles de deportistas que asistieron al evento estival, exceptuando a los cubanos, es normal tener una computadora, estar conectado a Internet, poseer su propia página Web y su correo electrónico. De esa manera, se mantienen actualizados de todo lo que se ha logrado en sus respectivas disciplinas. Lo que hoy es normal en cualquier parte del mundo, para los deportistas cubanos es ilegal, porque el gobierno de Cuba no ofrece esos servicios a los nacionales.

El catalán Juan Antonio Samaranch, prestigioso directivo del Comité Olímpico Internacional desde hace más de 2l años, piensa sobre los Juegos de Beijing algo contrario a lo expresado por el Dr. Fidel Castro. Para él, Beijing 2008 ha sido algo extraordinario. “Han sido los mejores de todos los que he visto en mi vida”, dijo Samaranch, que en este tema, debe saber un poco más que Fidel Castro.
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