El Cotorro, La Habana, setiembre 4 de 2008, (SDP) Al leer En el cielo con diamantes, de Senel Paz, publicada el año pasado por Bruguera, en Barcelona, y por la Editorial Oriente, en Santiago de Cuba, recordé su novela Un rey en el jardín (1988), el célebre relato El lobo, el bosque y el hombre nuevo (1992) y los filmes Una novia para David (1985) y Fresa y chocolate, de los que fue guionista en Cuba y en España, oficio que absorbe su actividad creadora.
Un somero análisis de tales entregas me hizo pensar que Senel Paz no es solo un escritor reconocido, sino un autor con un tema y un estilo propio, capaz de volver a lo mismo desde géneros y perspectivas diferentes, sin perder la frescura verbal, el sentido del humor y el aluvión escritural de gran coherencia y poder alusivo.
En esta segunda novela, el literato retoma el ambiente familiar y pueblerino de un joven tímido de gran espiritualidad, que se traslada a La Habana en los años sesenta para continuar estudios en una beca del Gobierno revolucionario. El protagonista es el mismo David de su primer filme, escoltado de nuevo por el extrovertido Miguel y la gordita Ofelia, pero con un narrador paralelo y esencial: Arnaldo, quien hace su propia versión sanchopancesca, mientras “conquista” la capital y “protege” al sentimental y soñador David, el cual es víctima de un maleficio que desaparecerá al descubrir el amor y perder la virginidad.
Al contar a dos voces la saga de David, el prosista evita los riesgos de la reiteración y usa a Arnaldo como contrapartida. La división de los 34 capítulos entre dos personajes distintos le concede al autor mayor libertad expresiva y una visión menos idílica sobre la época, la amistad, el amor y la vida personal del quijotesco David -serio, idealista y concentrado en la literatura-, y del alegre, mujeriego y pragmático Arnaldo.
La contraposición y el paralelismo entre David y Arnaldo -personajes vitales y vigorosos pero no escatológicos, le permitió a Senel diversificar su estilo y estrategia narrativa, contaminada a veces por el cine: David narra como si escribiera su propia novela y cuenta sus experiencias como si se tratara de un filme basado en su vida.
Arnaldo describe sus orgías eróticas, empalma sucesos familiares con sus conquistas habaneras, inventa o congela las escenas, las adelanta en el tiempo o vuelve a hechos del pasado. El desborde de obscenidades y los chistes y expresiones ingeniosas, pero reiteradas, que coloca el creador en la voz de Arnaldo afectan a veces el balance estético y el hilo argumental de la novela, la cual conserva su amenidad, a pesar del excesivo número de páginas.
La obra es, realmente, un juego a la ficción. Un juego a dos voces para recrear un período convulso y traumático desde la literatura. El propio Senel Paz (Fomento, Sancti Spíritus, 1950) pudo ser David, o una mezcla de este con Miguel y Arnaldo.
Tal vez por eso, esta novela tiene tanto de El Quijote, Las mil y una noches, Paradiso, el cine, la oralidad y el habla popular cubana. Sus personajes contextualizan citas de Cervantes, Lezama Lima y de narradores, poetas, compositores, cineastas y pintores de Cuba y de otras naciones.
En esta novela la prosa de Senel Paz es abundante, memoriosa y casi aluvial; bebe de nuestra oralidad -como Cervantes en su época-, pero se excede en groserías y palabrotas, aunque estas, como advierte David en la página 102, “se pusieron de moda, como distintivo de los nuevos tiempos”.
El creador no es uno de los más críticos con esas décadas de locuras, pero lo ironiza todo desde la ficción y desacraliza hechos y personajes históricos sin levantar banderas contra nadie. Sus protagonistas juzgan nuestra “vocación heroica y la jodida incapacidad para controlar y administrar los recursos”; describen el “expediente individual inventado por los burócratas”; satirizan las películas rusas, la invasión a Checoslovaquia, la zafra de los diez millones, “nuestra pobre economía planificada”, los problemas ideológicos y “el Primer congreso de educación y cultura que por poco acaba con la cultura”.
En las páginas 170-171 Arnaldo advierte: “Aquellos tiempos no eran buenos para andarse uno preguntando de dónde venimos, qué somos y para dónde vamos. Veníamos del mono, éramos revolucionarios e íbamos hacia formas superiores de organización productiva y social y punto, cuidadito con pensar otra cosa…”
En el cielo con diamantes tal vez no satisfaga nuestras expectativas, o nos parezca muy larga, pero hay que reconocer en ella el talento de Senel Paz, quien vuelve a exhibir su sentido del humor, su capacidad para fabular y la maestría narrativa que conserva en nuestra mente a Un rey en el jardín y filmes como Fresa y Chocolate, Adorables mentiras o Cosas que dejé en La Habana.
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