Lawton, La Habana, setiembre 11 de 2008, (SDP) Desde 1959, en Cuba corren simultáneos dos discursos: El oficial, y el de una realidad que lo desmiente. Con una diferencia de casi diez días, dos ciclones atravesaron el territorio nacional. Gustav primero, a quien después sucedió Ike. El panorama que destapó esta última saga de ciclones, está dado por el de una población desprotegida y sobrepuesto a este, el de un estado soberbio capaz de capitalizar todo a su favor.
Lo últimos eventos meteorológicos han puesto de relieve el divorcio entre el gobierno y el pueblo cubano. La mayoría de las casas destruidas por estos lamentables sucesos son las de peor estado constructivo. Me refiero a las techadas con zinc, fibrocem o tejas. Otras que sufrieron con mayor intensidad el paso del meteoro fueron las construcciones de mampostería con más de cincuenta años de fabricadas y casi cincuenta años con falta de un mantenimiento regular.
Puede decirse que estamos ante un desastre ciudadano. No es el sector estatal o la llamada “propiedad social” la que se ha visto más afectada. El daño o el impacto principal lo ha sufrido un hombre de a pie que se ve más y más desprotegido. En este sentido vale recordar que la nomenklatura de gobierno y su élite, disponen de cómodas y sólidas viviendas. Estas, se encuentran ubicadas en lo que han llamado de forma eufemística ‘zonas congeladas’.
Curiosamente, el gobierno cubano rechazó la oferta de ayuda hecha por el gobierno de los Estados Unidos. No hubo consulta popular o cualquier forma de participación del pueblo en la respuesta. El gobierno se representó a si mismo y dio una respuesta a tono con su divorcio secular con las aspiraciones populares. Este mismo gobierno según refieren ciudadanos y activistas ubicados en las zonas de desastre, no ha distribuido alimentos, medicinas, ni artículos de primera necesidad.
El paso de los ciclones pone de relieve una atroz indefensión por parte de ciudadanos. Estos se ven privados de mecanismos eficientes para hacerse sentir, en tomas de decisiones que les afectan de forma directa. Por otra parte, se termina con el mito de la llamada ‘revolución energética’ y de la providencial y salvadora Defensa Civil.
Mientras el gobierno estadounidense no ha levantado las restricciones para el envío de remesas y para la realización de viajes a la Isla, el gobierno cubano se da el lujo de rechazar una ayuda que se brinda en el marco de las restricciones normales para este tipo de interacción entre gobiernos.
Cuba no permitirá la presencia de un grupo evaluador estadounidense sobre el terreno; Los Estados Unidos no pondrán recursos en manos del gobierno cubano, si no tienen la certeza de que el destino final de la ayuda, serán aquellos a quienes esta va destinada. También se supo que este mismo gobierno ha rechazado la ayuda ofrecida por la Unión Europea.
En la actualidad la catástrofe alcanza proporciones que aceleran una polarización inesperada en la población. Con más de 140 mil viviendas dañadas según cifras oficiales, no existe la esperanza de que los que quedaron sin techo, vean una solución inmediata a su problemática.
El gobierno anunció y orientó a la población que almacenara agua y alimentos. De forma increíble, las tiendas administradas por este mismo gobierno, cerraron sus puertas el lunes a las dos de la tarde. No se puso a disposición de la población ni velas, ni clavos, ni kerosene, ni medicinas ni las cosas más elementales.
Un humilde vendedor de pan a domicilio de Lawton resumió a su manera la situación. “Esta gente no va a resolver ‘na’, lo que nos va a caer arriba va a ser terrible. ¡Vamos a pasar más hambre que la que ya estamos pasando!”
jgonzafeb@yahoo.com
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