Lawton, La Habana, setiembre 18 de 2008, (SDP) Está ubicada en la que fue la Esquina del Pecado habanera, la confluencia de las calles Galiano y San Rafael, en el municipio Centro Habana. Ocupa el lugar que ocupó en la memoria y geografía habanera, el Ten Cent de Woolworth. En aquellos lejanos tiempos, se decía que las empleadas del Ten Cent y de la vecina tienda El Encanto, (que quedaba frente) clasificaban entre las habaneras más bellas de la ciudad. El elogio no era poca cosa para una ciudad que ha demostrado ser capaz de producir bellísimas mujeres con una alimentación y condiciones de stress agobiantes.
El Ten Cent fue una de las opciones más socorridas por los habaneros en su tiempo. Hoy gracias a eso que insisten en llamar revolución, no existe Ten Cent. En su lugar establecieron un cajón de mampostería, cuadrado y antiestético, al que llaman tienda y que llena una función ostensible, parecida a la que cumplen las tiendas en el mundo normal. Está usted ante la tienda de Trasval.
Trasval, es la abreviatura o el acróstico que designa una corporación castrista. Quiere decir más o menos ‘Transporte de Valores’. Su personal fue seleccionado entre personas excluidas por algún motivo del Ministerio del Interior castrista. Los hay ex segurosos, (miembros cesantes de la policía de Seguridad del Estado) ex miembros de las Tropas Especiales del Ministerio del Interior y además, ex policías.
Con ellos, bellas empleadas que olvidaron en alguna parte de su aprendizaje revolucionario como sonreír. Porque en la Tienda de Trasval, o como la llama el pueblo, ‘la tienda de la policía’, nadie le sonríe a usted. Ellos están en función de trabajo y no sonríen. Si tuvo oportunidad de ver el filme norteamericano “La Matriz”, protagonizado por Keanu Reeves, en alguna de sus partes, lo comprenderá.
Los empleados de Trasval, visten trajes azul prusia intenso, no sonríen y algunos usan gafas oscuras dentro de la tienda, bajo techo. Parecen ser los estereotipados enemigos de los héroes de La Matriz. Quien vio la película se sentirá en el ambiente viciado del filme. ¡Waoh!
Dicen que la idea de la tienda e incluso de la corporación fue del Comandante de la revolución, Ramiro Valdés. ¡Quien si no! Este señor alienta como ninguno el viejo aliento gedosiano. Dicen que Félix Varela enseñó al cubano a pensar, pues bien, de Ramirito como es llamado este ilustre personaje, podría decirse que enseñó a Cuba a chivatear.
De regreso a la tienda, la primera impresión es que ingresó usted a un cuartel. Entrará flanqueado por algunas parejas de ‘empleados’ vestidos en la forma ya descrita. Se marchará en idéntica forma. Vigilado y sometido a desconfiada vigilancia.
No parece existir la menor intención de aparentar que se da una acogida calurosa al cliente. Ellos defienden la propiedad allí almacenada. Marcan la diferencia entre la munificencia castrense y la miseria ciudadana.
Los precios de la amplia gama de artículos ofertados en sus dos pisos de estantería, son prohibitivos y ofensivos al promedio común ciudadano. Tomemos como botón de muestra una percha plástica con una función ostensible ampliamente conocida. Se trata de una percha o perchero con un diseño más o menos agradable, destinada a servir de soporte al pantalón o la prenda de vestir que usted desee colocar en un closet, un armario o un escaparate. La percha está valorada en 10 pesos CUC, esto equivale a que la percha cuesta 8 USD.
Un inodoro, una taza con una única y conocida función sanitaria en cualquier servicio sanitario del mundo, es ofertada en nuestra tienda policial en 675 pesos CUC. Esto convierte defecar en un lujo sibarítico. Pocos baños cubanos pueden disponer de inodoros de 600 CUC.
Quizás esta sea una de las formas en que la dictadura militar provoca y desafía al pueblo y a la sociedad civil cubana. La buena noticia es que el desenlace se producirá cuando Dios determine que sea mejor para esos a los que creo libres.
jgonzafeb@yahoo.com
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