Santa Clara, setiembre 4 de 2008, (SDP) Como los años bisiestos son los programas nacionales de estreno en la televisión cubana. Aparecen cada cuatro años. La repetición continua de estos desmotiva al más asiduo televidente.
“Las Aventuras”, programa trasmitido de lunes a viernes, en el horario de 7:30 a 8:00 de la noche, ocupaba la mayor teleaudiencia. Clasificaba como espacio estelar para niños, jóvenes e incluso adultos. Este sitio no está ajeno a la monotonía. Actualmente, los episodios “Memorias de un Abuelo” aparecen por cuarta vez en la pantalla chica.
Contradictoriamente, Yordany García, televidente incondicional, de 12 años, prefiere escuchar las historias de su abuelo paterno, Simón García. Este señor, al igual que su nieto, reside en “El Jiquí”, asentamiento rural del municipio Santo Domingo, en la provincia de Villa Clara.
Simón tiene por hábito recostar su taburete a un horcón del portal de su vivienda, después de comer. Yordany siempre lo acompaña. Las historias de su abuelo le resultan más interesantes que la TV.
Mientras el señor de 73 años, con abundantes canas y corpulencia marchitada por las faenas agrícolas, enciende un tabaco, cuenta que el batey donde viven, al igual que otros, ha cambiado mucho.
En la actualidad, para trasladarse hasta cualquier pueblo cercano o ciudad, tienen que hacerlo a pie o en caballos. Resaltó el viejo que hace 50 años, los autos de alquiler transitaban por la campiña. Hoy son sólo un recuerdo.
Asevera Simón que en el presente sólo un ómnibus estatal realiza cuatro viajes al mes desde Cascajal hasta donde viven y en ocasiones no labora por problemas de rotura o falta de combustible. La justificación siempre es la misma a tales desatinos: el Bloqueo de los Estados Unidos.
El humo del tabaco penetra los pulmones del niño que tose. Las ásperas y callosas manos del viejo le frotan la espalda. Con voz suave, aconseja al niño que tenga cuidado con un resfriado. En la zona no hay médico que lo atienda. Cuenta que hace más de cinco décadas, encontrar un doctor era tan difícil como hoy.
Expresa el viejo Simón, con su vivaz cerebro de campesino: “¡Dicen por ahí que somos una potencia médica!, pero mientras los médicos trabajan afuera del país, a nosotros aquí en “El Jiquí”, que nos parta un rayo”.
El anciano rememora que en el batey, donde la mayoría de las casas son de madera y techo de pencas de palmas, existían cinco tiendas. Había necesidades pero nunca faltaron los alimentos. Cuando Fidel Castro tomó el poder 1959, intervino las tiendas. Hizo una sola, a la que nombró Tienda del Pueblo.
La justificación era lograr un equitativo acceso de la población, a los alimentos. Por ello, implantó las tarjetas de racionamiento, como un proyecto de corto tiempo de duración. Aun en la actualidad existen con una mermada oferta y ni soñar con que desaparezcan.
Después de una hora de anécdotas, Simón y Yordany van a la cama. La historia se repite. Desde el interior de la vivienda se escucha la presentación de la telenovela “Pasión y Prejuicio”, con un record de cinco veces en el aire.
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