Jaimanitas, La Habana, setiembre 4 de 2008, (SDP) Concluyó la Olimpiada de Beijing, China, con la misma majestuosidad y esplendor con el que se le dio comienzo. Se gastaron 40 mil millones de dólares para lograr la magnificencia que caracterizó a estos juegos, que sin duda discute la cumbre entre los más excelsos. Hay quien dice que fue un gasto excedido, que no se corresponde con un pueblo que en su inmensa mayoría vive en la pobreza y en la extrema pobreza si se habla de su zona occidental. Pero eso no es nada raro, estos regímenes comunistas siempre han sido así. ¿Acaso nuestro gobernante Fidel Castro no realizó en 1991 unos Juegos Panamericanos en pleno colapso económico del país? y peor aún; ¿no está todavía aspirando a realizar una Olimpiada en una de las naciones más pobres de América?
En esta cita estival, la delegación cubana tuvo un pobre desempeño; solo dos títulos que la ubican en el lugar 28; todo un descalabro para una nación que lleva décadas ocupando los peldaños que van del 5 al 12. Hemos sido superados por varios de los países de la América que se encuentran al sur del Río Bravo, donde se destaca Jamaica con 6 medallas de oro. No obstante, como fruto del esfuerzo personal de atletas y entrenadores, los cubanos aún están alcanzando un buen número de preseas, 24, que son más de las que se corresponden con las condiciones que tienen. El INDER ha visto reducirse drásticamente su presupuesto. Buena parte de las instalaciones deportivas con que cuenta la fábrica de atletas de los Castro, se encuentra en franco deterioro, no pocas Escuelas de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE), tienen un estado calamitoso y las Escuelas Superiores de Perfeccionamiento Atlético (ESPA), no escapan a la depauperación. Se suma por otro lado la exclusión y el revanchismo político que le han impedido participar a algunos atletas que eran fuertes candidatos a medallas de oro, como es el caso de Guillermo Rigondeaux.
Los llamados baluartes de la revolución, los logros publicitados a bombo platillo: la salud pública, la educación y el deporte; se desmigajan como un mendrugo roído por ratones. Solo lo devenido naturalmente del deseo laborioso de los pueblos perdura, el fruto de la veleidad de un tirano como está sujeto por la fuerza, al suelo se tiene que venir en algún momento y eso es lo que está sucediendo. De la misma manera que la educación se ha convertido en un desastre y la salud pública está en perentorio deterioro; el deporte, que es el más ficticio de los tres, no podía tener otra suerte. Estamos asistiendo al fin de un mito, más bien de un engaño.
Cuba, por paradójico que pueda parecer, es uno de los países de América que menos instalaciones deportivas por habitante tiene. No existe masividad en la práctica deportiva, la generalidad de las escuelas primarias, secundarias, medio superior y universitarias; no tienen equipos deportivos de nada, ni implementos; tampoco tienen instalaciones en muchos casos y en otros, las mismas se encuentran muy deterioradas y en desuso. Esta situación no es nueva, porque lo cierto es que en la década de los años 80, en el pináculo de los logros revolucionarios, cuando yo daba clases de matemáticas en preuniversitario, en el Instituto de Química y en varias secundarias; reinaba el mismo problema en el sector de educación de que no se practicaba deporte en las escuelas. Sólo unos pocos alumnos, por iniciativa propia, acudían a alguna que otra instalación deportiva de la zona.
¿De dónde salen entonces las estrellas del deporte? Pues los cazadores de talento visitan las escuelas primarias y captan a aquellos niños que tienen el biotipo debido: los que se destacan por su agilidad y destreza en la educación física; también acuden a las pocas instalaciones para prácticas deportivas que existen donde se les recluta desde temprana edad para ingresarlos en las Pre-EIDE y ya están en la maquinaria de fabricar atletas (EIDE, ESPA, Equipos de alto rendimiento). Estos “atletas de laboratorio,” por no ser fruto natural, están divorciados de la realidad nacional. Así por ejemplo: a pesar de que Cuba tiene equipos de voleibol de talla mundial, el pueblo no asiste a las competiciones por el Campeonato Nacional de este deporte. Para que se tenga una idea de lo poco dado de este pueblo para asistir a competiciones fuera del baseball y el boxeo, baste decir que durante los Panamericanos de 1991 efectuados en La Habana, el gobierno le pagaba salario a miles de personas para que fueran a los estadios a modo de que estos no quedaran vacíos.
El gobierno cubano no se cansa de cuestionar al deporte rentado, enarbolando el suyo como más ético y sano, al que además califica de amateur; cosa en la que no lleva razón alguna. Los atletas cubanos más que representar a su pueblo, representan al régimen y al gobernante Fidel Castro, a quienes les reclaman que dediquen sus triunfos. Nuestros deportistas están atrapados por un antro de maldad. Cada uno de ellos es espiado en su vida privada, por el oficial de la Policía Política que se ocupa del equipo al que pertenece. El agente policial está atento al menor detalle, ansioso por descubrir a tiempo, cualquier rasgo de indocilidad al régimen que se pueda traducir en la posibilidad de deserción, en cuyo caso; queda vetada su participación sin importar las posibilidades de éxito que tengan. Los citados oficiales, acompañan a sus equipos a los campeonatos en el extranjero, no les permiten al atleta portar su documentación, les vigilan constantemente controlando con quien hablan y que dicen. El deportista, al viajar, deja como rehén en garantía de que volverá a sus familiares, bajo la amenaza de que si desertan, estos pagarían en su lugar quedando secuestrados durante diez años. ¿Es ésta la ética de que habla el Comandante?
Pero hay más, los atletas cubanos de alto rendimiento perciben un salario por practicar deporte. No de manera directa como los profesionales, sino peor: cometen el fraude de ubicar a una persona que no ha trabajado nunca, en un puesto de trabajo cuya labor desconocen, perteneciente a la plantilla de una entidad estatal cualquiera, a la que solo van a cobrar; y así pueden aparecer como médicos personas que no saben ni que cosa es una aspirina. De modo que estamos en presencia de deportistas profesionales en toda la extensión de la palabra, pero mal pagados.
¿Qué razón mueve al Comandante a tener esa animosidad contra el deporte rentado? Serlo no envilece a nadie, tampoco dejan de representar a su país de origen y por otro lado se convierten en una fuente de inversión e ingresos para la nación. ¿Cuál es el problema entonces? Pues sencillamente porque son deportistas libres, que determinan por sí y no dependen de nadie; cosa muy molestas para un hombre que quiere controlarlo todo y a todos, para ponerles en función de sus intereses personales de gloria y poder; cosa que logra mediante el terror, la represión y el chantaje.
El desagradable incidente donde el atleta cubano de taekwondo Ángel Valodia Matos, luego de haber sido puesto fuera de combate por su adversario, reaccionó intempestivamente dándole una patada al árbitro con el apoyo de su entrenador, razón por la cual suspendieron a ambos de por vida, parece más que casual, preconcebida. Era una de las últimas competiciones de los cubanos, ya habían perdido los boxeadores, a quienes a decir de Fidel les quitaron las victorias. Si se tiene en cuenta que: Primero, Jalisco nunca pierde y cuando pierde arrebata. Segundo, que no es costumbre que los cubanos hagan cosas que se vayan fuera del marco de lo que se les ha ordenado. Tercero, el apoyo a ultranzas que el Comandante le ha dado. Se hace evidente que el mismo cumplía una encomienda del gobernante en fase de retiro. La acción, además de una muestra de arrogante prepotencia, cumple una suerte de paliativo al descalabro. Se culpa a los jueces de actuar sobornados por el enemigo para despojarnos de las victorias. De igual manera se siembran las justificaciones para la próxima Olimpiada de Londres, donde los resultados serán mucho peores. Así se proyectan las cosas cuando el deshonor las tuerce.
chavi_glez@yahoo.com
En esta cita estival, la delegación cubana tuvo un pobre desempeño; solo dos títulos que la ubican en el lugar 28; todo un descalabro para una nación que lleva décadas ocupando los peldaños que van del 5 al 12. Hemos sido superados por varios de los países de la América que se encuentran al sur del Río Bravo, donde se destaca Jamaica con 6 medallas de oro. No obstante, como fruto del esfuerzo personal de atletas y entrenadores, los cubanos aún están alcanzando un buen número de preseas, 24, que son más de las que se corresponden con las condiciones que tienen. El INDER ha visto reducirse drásticamente su presupuesto. Buena parte de las instalaciones deportivas con que cuenta la fábrica de atletas de los Castro, se encuentra en franco deterioro, no pocas Escuelas de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE), tienen un estado calamitoso y las Escuelas Superiores de Perfeccionamiento Atlético (ESPA), no escapan a la depauperación. Se suma por otro lado la exclusión y el revanchismo político que le han impedido participar a algunos atletas que eran fuertes candidatos a medallas de oro, como es el caso de Guillermo Rigondeaux.
Los llamados baluartes de la revolución, los logros publicitados a bombo platillo: la salud pública, la educación y el deporte; se desmigajan como un mendrugo roído por ratones. Solo lo devenido naturalmente del deseo laborioso de los pueblos perdura, el fruto de la veleidad de un tirano como está sujeto por la fuerza, al suelo se tiene que venir en algún momento y eso es lo que está sucediendo. De la misma manera que la educación se ha convertido en un desastre y la salud pública está en perentorio deterioro; el deporte, que es el más ficticio de los tres, no podía tener otra suerte. Estamos asistiendo al fin de un mito, más bien de un engaño.
Cuba, por paradójico que pueda parecer, es uno de los países de América que menos instalaciones deportivas por habitante tiene. No existe masividad en la práctica deportiva, la generalidad de las escuelas primarias, secundarias, medio superior y universitarias; no tienen equipos deportivos de nada, ni implementos; tampoco tienen instalaciones en muchos casos y en otros, las mismas se encuentran muy deterioradas y en desuso. Esta situación no es nueva, porque lo cierto es que en la década de los años 80, en el pináculo de los logros revolucionarios, cuando yo daba clases de matemáticas en preuniversitario, en el Instituto de Química y en varias secundarias; reinaba el mismo problema en el sector de educación de que no se practicaba deporte en las escuelas. Sólo unos pocos alumnos, por iniciativa propia, acudían a alguna que otra instalación deportiva de la zona.
¿De dónde salen entonces las estrellas del deporte? Pues los cazadores de talento visitan las escuelas primarias y captan a aquellos niños que tienen el biotipo debido: los que se destacan por su agilidad y destreza en la educación física; también acuden a las pocas instalaciones para prácticas deportivas que existen donde se les recluta desde temprana edad para ingresarlos en las Pre-EIDE y ya están en la maquinaria de fabricar atletas (EIDE, ESPA, Equipos de alto rendimiento). Estos “atletas de laboratorio,” por no ser fruto natural, están divorciados de la realidad nacional. Así por ejemplo: a pesar de que Cuba tiene equipos de voleibol de talla mundial, el pueblo no asiste a las competiciones por el Campeonato Nacional de este deporte. Para que se tenga una idea de lo poco dado de este pueblo para asistir a competiciones fuera del baseball y el boxeo, baste decir que durante los Panamericanos de 1991 efectuados en La Habana, el gobierno le pagaba salario a miles de personas para que fueran a los estadios a modo de que estos no quedaran vacíos.
El gobierno cubano no se cansa de cuestionar al deporte rentado, enarbolando el suyo como más ético y sano, al que además califica de amateur; cosa en la que no lleva razón alguna. Los atletas cubanos más que representar a su pueblo, representan al régimen y al gobernante Fidel Castro, a quienes les reclaman que dediquen sus triunfos. Nuestros deportistas están atrapados por un antro de maldad. Cada uno de ellos es espiado en su vida privada, por el oficial de la Policía Política que se ocupa del equipo al que pertenece. El agente policial está atento al menor detalle, ansioso por descubrir a tiempo, cualquier rasgo de indocilidad al régimen que se pueda traducir en la posibilidad de deserción, en cuyo caso; queda vetada su participación sin importar las posibilidades de éxito que tengan. Los citados oficiales, acompañan a sus equipos a los campeonatos en el extranjero, no les permiten al atleta portar su documentación, les vigilan constantemente controlando con quien hablan y que dicen. El deportista, al viajar, deja como rehén en garantía de que volverá a sus familiares, bajo la amenaza de que si desertan, estos pagarían en su lugar quedando secuestrados durante diez años. ¿Es ésta la ética de que habla el Comandante?
Pero hay más, los atletas cubanos de alto rendimiento perciben un salario por practicar deporte. No de manera directa como los profesionales, sino peor: cometen el fraude de ubicar a una persona que no ha trabajado nunca, en un puesto de trabajo cuya labor desconocen, perteneciente a la plantilla de una entidad estatal cualquiera, a la que solo van a cobrar; y así pueden aparecer como médicos personas que no saben ni que cosa es una aspirina. De modo que estamos en presencia de deportistas profesionales en toda la extensión de la palabra, pero mal pagados.
¿Qué razón mueve al Comandante a tener esa animosidad contra el deporte rentado? Serlo no envilece a nadie, tampoco dejan de representar a su país de origen y por otro lado se convierten en una fuente de inversión e ingresos para la nación. ¿Cuál es el problema entonces? Pues sencillamente porque son deportistas libres, que determinan por sí y no dependen de nadie; cosa muy molestas para un hombre que quiere controlarlo todo y a todos, para ponerles en función de sus intereses personales de gloria y poder; cosa que logra mediante el terror, la represión y el chantaje.
El desagradable incidente donde el atleta cubano de taekwondo Ángel Valodia Matos, luego de haber sido puesto fuera de combate por su adversario, reaccionó intempestivamente dándole una patada al árbitro con el apoyo de su entrenador, razón por la cual suspendieron a ambos de por vida, parece más que casual, preconcebida. Era una de las últimas competiciones de los cubanos, ya habían perdido los boxeadores, a quienes a decir de Fidel les quitaron las victorias. Si se tiene en cuenta que: Primero, Jalisco nunca pierde y cuando pierde arrebata. Segundo, que no es costumbre que los cubanos hagan cosas que se vayan fuera del marco de lo que se les ha ordenado. Tercero, el apoyo a ultranzas que el Comandante le ha dado. Se hace evidente que el mismo cumplía una encomienda del gobernante en fase de retiro. La acción, además de una muestra de arrogante prepotencia, cumple una suerte de paliativo al descalabro. Se culpa a los jueces de actuar sobornados por el enemigo para despojarnos de las victorias. De igual manera se siembran las justificaciones para la próxima Olimpiada de Londres, donde los resultados serán mucho peores. Así se proyectan las cosas cuando el deshonor las tuerce.
chavi_glez@yahoo.com
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