Managua, La Habana, febrero 5 de 2009, (SDP) El comandante-compañero ha publicado tres artículos de opinión en menos de dos semanas. Había anunciado después de un silencio de cerca de dos meses, que sus “reflexiones” dejarían de estar tan cercas en el tiempo una de otra.
No quería crear ningún tipo de obstáculos a sus compañeros dentro del aparato gobernante, dijo.
Esa no parecía una buena idea (la de no “reflexionar”). Ahí había visos de error craso. Dije craso.
Una de las narraciones más conocidas, y quizás mejor lograda, del escritor cubano Onélio Jorge Cardoso, es el cuento “El Cuentero”.
Las acciones se desarrollan (sinopsis apretada con la memoria como fuente) en un sitio alejado de la vida urbana. Un grupo de hombres, cinco o seis, que se dedican a faenas del campo conviven juntos.
En las noches, tras el duro trabajo, uno de ellos comienza a contar historias, en las que siempre él había sido el principal protagonista.
Las “anécdotas”, por lo regular, tenían una fuerte dosis de exageración. Así que sus compañeros, cansados de lo que consideraban embustes, comenzaron, utilizando la ironía, a poner en duda todo lo que el cuentero decía.
El hombre montó en cólera y tras unos cuantos exabruptos, decidió alejarse de sus incrédulos compañeros.
Aunque en un principio se pusieron contentos por librarse de tamaño mentiroso, pasado unos días de la ruptura, el grupo comenzó a enfermar de tedio, y todos mostraron arrepentimiento de haber provocado la partida del cuentero.
La moraleja, salta a la vista: hay situaciones en que para un grupo, numeroso o reducido, los cuenteros son más que necesarios, son imprescindibles.
fornarisjo@yahoo.com
No quería crear ningún tipo de obstáculos a sus compañeros dentro del aparato gobernante, dijo.
Esa no parecía una buena idea (la de no “reflexionar”). Ahí había visos de error craso. Dije craso.
Una de las narraciones más conocidas, y quizás mejor lograda, del escritor cubano Onélio Jorge Cardoso, es el cuento “El Cuentero”.
Las acciones se desarrollan (sinopsis apretada con la memoria como fuente) en un sitio alejado de la vida urbana. Un grupo de hombres, cinco o seis, que se dedican a faenas del campo conviven juntos.
En las noches, tras el duro trabajo, uno de ellos comienza a contar historias, en las que siempre él había sido el principal protagonista.
Las “anécdotas”, por lo regular, tenían una fuerte dosis de exageración. Así que sus compañeros, cansados de lo que consideraban embustes, comenzaron, utilizando la ironía, a poner en duda todo lo que el cuentero decía.
El hombre montó en cólera y tras unos cuantos exabruptos, decidió alejarse de sus incrédulos compañeros.
Aunque en un principio se pusieron contentos por librarse de tamaño mentiroso, pasado unos días de la ruptura, el grupo comenzó a enfermar de tedio, y todos mostraron arrepentimiento de haber provocado la partida del cuentero.
La moraleja, salta a la vista: hay situaciones en que para un grupo, numeroso o reducido, los cuenteros son más que necesarios, son imprescindibles.
fornarisjo@yahoo.com
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