jueves, 30 de octubre de 2008

LA VIOLENCIA HECHA TERROR, Guillermo Fariñas Hernández



Santa Clara, Villa Clara, octubre 30 de 2008 (Cubanacán Press) “La violencia solo debe usarse, hasta lograr reducir a la obediencia a los detenidos”, dicen los reglamentos de todos los órganos competentes del estado cubano contemporáneo. Léase la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), el Departamento de Seguridad del Estado (DSE) o la Contra Inteligencia Militar (CIM).

Hasta donde se sabe, dos de estas entidades represivas, el día 16 de octubre del 2008, asaltaron la vivienda y sede de la Coalición Central Opositora (CCO). El asalto fue ejecutado por efectivos combinados de la Brigada Especial Anti-Motines de la PNR y oficiales de la Seguridad del Estado.

Los opositores no violentos que estaban dentro de la casa efectuaban una huelga de hambre en protesta por la golpiza sufrida la jornada anterior por disidentes en Santa Clara, cuando fueron a preguntar a la Unidad de Instrucción y Operaciones de la Policía Política por el destino de un matrimonio opositor arrestado.

El hecho insólito es que, ante el público, una puerta fuera destruida a patadas por unos forzudos agentes policiales, como en los seriales de acción estadounidenses. La visión imborrable de la desproporcionada pateadura dada a los pacíficos opositores quedó en las memorias de los ciudadanos de a pie.

Llama la atención de los analistas de la realidad cubana actual que este gobierno, a pesar de ser por esencia punitivo, siempre se ha cuidado de no mostrar la violencia en las calles y a la vista de todos. Generalmente, las mejores palizas son propinadas en locales fuera de la vista pública.

Pero el momento histórico presente en la isla es único e irrepetible. También lo es para los organismos represivos que apuntalan al régimen, pues estos son los encargados de mantener el orden y la estabilidad que necesitan los poseedores del poder político, aferrados a no cederlo bajo ninguna circunstancia.

En la Cuba de hoy, hasta darle una pateadura a un grupo de pacíficos disidentes tiene que ser autorizado por las máximas instancias encargadas de ejercer el castigo. En cuanto a reprimir o no a los oponentes gubernamentales, nunca se le deja nada a la casualidad.

Salta a la vista hasta para cualquier observador poco avezado que el escarmiento corporal se realizó a plena vista, porque así estaba planificado. Fue una manera de amedrentar, mediante el siempre humano sentimiento del miedo, la continuación y modelaje de acciones contestatarias sin violencia y puertas adentro.

Determinar quienes serian los auténticos blancos de implantación del terror es una cuestión que tiende a confundir a los investigadores. Pero, sin lugar a dudas de ningún tipo, se trató de amedrentar a los ciudadanos que todavía no forman parte de la oposición pacifista.

Un termómetro social indica el nivel de descontento en la ciudadanía cubana. Es la protesta constante ante las cuestiones insalvables de la vida cotidiana, que cada día los cubanos ejercen en voz más alta, algo que era asombroso antes de las pérdidas dejadas por el paso de los ciclones Gustav e Ike.

Quienes ejercen el poder totalitario y absoluto durante casi 50 años no se dejan engañar por las apariencias. Conocen que tras un periodo de protestas verbales, sin dudas vendrán las reprobaciones activas. Y ponen en práctica, cual método preventivo versus la ciudadanía, demostrar la violencia para que esta termine hecha terror.
cocofari62@yahoo.es

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