jueves, 16 de octubre de 2008

RECOMENDACIONES PARA REPARAR SU VIVIENDA, Rogelio Fabio Hurtado


Marianao, La Habana, octubre 16 de 2008, (SDP) Aunque pueda parecer increíble, ni la reparación ni el mantenimiento constructivo de las viviendas se incluyen entre los servicios comunales que presta el denominado Poder Popular. Cuando a usted, después de algunos aguaceros comienza a filtrársele el techo, no tiene a donde dirigirse, ni siquiera para que lo apunten en un interminable Listado. Si encamina sus pasos al encuentro de su delegado, este lo remitirá a un local municipal donde alguien le tomará número de circunscripción, nombre completo y dirección para que, algún día, los compañeros inspectores se personen allí y evalúen tanto su grado de necesidad como otros aspectos personales, con vistas a que, algún mes de algún año, pueda ser incluido su caso entre los dignos de recibir materiales. La mano de obra corre por su cuenta. A menos que usted sea reconocido a nivel municipal como revolucionario o familiar de revolucionario destacado, los preciosos recursos no llegarán a sus manos, por muy deteriorada que esté su casa.

Por supuesto, ahí no terminan sus posibilidades, sólo que tendrá que penetrar en la cara oculta del peculiar sistema cubano: la poderosa Bolsa Negra, donde casi siempre podrá encontrar lo que anda buscando, desde un flightback hasta un colchón de muelles, sin burocracia, sólo observando unas pocas normas prácticas.

La primera y más importante de ellas es no presentarse como cliente con un atuendo inadecuado y, muchísimo menos, portando un maletín ni un portafolio. Tampoco es recomendable vestir camisa de cuadros, pantalón oscuro y zapatos recién lustrados. Si además de eso, lleva el pelo corto y las mejillas rasuradas, le aseguro que no se empatará en las rinconeras ni con una vendedora de maní: su aspecto de inspector estatal o de seguroso hará desaparecer alrededor suyo todo vestigio de ilegalidad y el sol del mundo moral brillará tanto como en la televisión. El único inconveniente de tamaña belleza ética se lo advertirá su esposa a la hora de cocinar.

No obstante, también esto tiene solución: la amiga del barrio que se las sabe todas y conoce dónde y quién vende cada cosa en varias manzanas a la redonda. La de mi cuadra es una mujer de unos sesenta años, de mediana estatura, sobre lo gorda. No sé como dice su documento de identidad que se llama, pero ella responde, presta y ágil, por el apodo de Parte el Alma y uno puede encomendarle cualquier tipo de mandado con entera confianza, pues su discreción corre pareja con su eficacia. Las personas decentes y las forzadas a guardar las apariencias cuentan con ella para todo menester.

Estas personas nos facilitan la vida cotidiana, a la vez que cooperan con los activistas de la economía sumergida, me temo que gratuitamente, pues ya sabemos lo codiciosos que resultan estos caballeros del capitalismo criados por el totalitarismo de estado.

Volviendo a las viviendas, hemos de reconocerle a nuestra versión libre del socialismo concebido por Marx y Engels un aporte considerablemente beneficioso al menos para un sector de la clase obrera: los trabajadores de la construcción. Los fundadores alemanes aseguraron que el patrón compraba la fuerza de trabajo del proletario con el dinero necesario para que el trabajador costease su sustento; actualmente para contratar a un operario usted tiene que garantizarle almuerzo, merienda y comida durante los días que demore la obra, pagarles íntegramente el jornal acordado y obsequiarles los materiales sobrantes. De lo contrario, no sueñe con encontrar a ningún obrero calificado socialista que se rebaje a laborar para un particular. Si antes aconsejé evitar el look de persona pudiente al ir en busca de los materiales, ahora es lo contrario: échese encima su mejor coba, pida prestadas algunas prendas, un reloj que sea o parezca japonés, búsquese un socio dirigente o maceta que lo lleve en su carro cuando vaya en busca de la fuerza de trabajo que le hará falta. Me consta que si estos humildes trabajadores socialistas no huelen que usted cuenta con un baro largo de verdad, declinarán su oferta.

Lamento profundamente no poderles recomendar prácticamente nada para armarse, dentro de las condiciones de este socialismo criollo, de ese baro largo de verdad, sin el cual resulta realmente muy sacrificada la vida cotidiana del hombre nuevo.
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