Managua, La habana. Octubre 30 de 2008. (SDP) Cada cierto tiempo, como un temblor sísmico de baja intensidad, se escucha decir que el régimen está tratando de destruir, o al menos neutralizar, a los oposicionistas internos que le son más molestos.
Ahora estamos en uno de esos picos estadísticos del rumor sobre todo tipo de preparativos y estratagemas del Estado comunista para desembarazarse, de alguna forma, de los enemigos políticos intramuros.
Cada vez que el régimen se siente amenazado, ya sea por peligros internos o externos, se escucha hablar de planes para dejar fuera de combate o exterminar a los opositores pacíficos.
Que esas intenciones sean ciertas en su totalidad, es algo muy lógico. Los totalitarismos o los autoritarismos son en esencia tan débiles que tienen que aplicar en toda su magnitud la máxima de que no hay enemigos pequeños.
Los presuntos o reales lineamientos apocalípticos de La Habana contra los que dentro de la isla desean que la democracia gane terreno, no son nuevos, ni son directivas que los gobernantes cubanos puedan patentizar como ideas propias.
En l961, poco antes del desembarco por Bahía de Cochinos de la Brigada 2506, miles de ciudadanos, a todo lo largo y ancho del país, fueron detenidos sin que hubieran cometido delitos, sólo porque no simpatizaban con el gobierno.
Si el desembarco armado hubiera logrado avanzar con algún éxito hacia algunas otras zonas del territorio nacional, el destino de esos detenidos hubiera sido poco envidiable.
A varios ex presos políticos que por esos tiempos estaban recluidos en la prisión de Isla de Pinos, entre ellos Joaquín Montero Durán, a quien estuve vinculado por lazos familiares, les escuché decir que ese reclusorio estaba preparado para ser demolido con explosivos, con toda su población penal dentro, si el régimen se veía en peligro de colapsar.
Se conoce que Adolfo Hitler dio la orden de destruir Lyón cuando El Tercer Reich que iba a durar mil años, estaba boqueando. Los depositarios de esa directiva tuvieron la sensatez de no llevarla a la práctica aunque Nurember no estaba visible y la palabra holocausto no era muy común.
Hace unos años leí, entre otros detalles, hasta el supuesto nombre de la operación y de las entidades encargadas de llevar a cabo en Cuba el exterminio, en caso necesario, de innumerable cantidad de personas nada afines con los intereses del grupo o casta gobernante.
Si eso ocurre, en lo que a mi respecta, no me parece infructuoso, si esa fuera la última canallada a cometerse en nuestra nación. Si eso sirve para borrar de nuestra geografía política a los opresores.
Los finales de espanto son de un traumatismo relativo. Lo terrible, en una proporción sin parangón, son los espantos sin final.
fornarisjo@yahoo.com
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