Habana Vieja, La Habana, octubre 30 de 2008, (SDP) Durante varias semanas el Noticiero Nacional de la Televisión (NTV) con su habitual tono triunfalista y después del paso de los huracanes Ike y Gustav, reportó con imágenes y entrevistas la fase recuperativa que tiene lugar en todas las provincias de la Isla, con un especial esmero en el acento sobre la provincia Pinar del Río.
Los campesinos que participaron en estas entrevistas, fueron seleccionados para tal efecto porque sólo hablaron del poder de la revolución para atenuar los daños materiales de los huracanes que azotaron la Isla con sólo cuatro días de diferencia entre uno y otro.
Los campesinos entrevistados alababan, bañados en lágrimas, la voluntad política del estado en ayudarlos. La zona de ayuda más mencionada era Pinar del Río y sus habitantes que quedaron sin techo. También hubo menciones a los de Isla de la Juventud (antigua Isla de Pinos) donde oscilan entre las veinte y las treinta mil viviendas destruidas.
¿Pero de que tipo de techo hablamos? Pues bien, hablamos de uno conocido como ‘fibrocemento’. Este es una mezcla de papel, cartón y otros ingredientes aleatorios que con un poco de viento fuerte que lo zarandee de abajo hacia arriba o viceversa, sale volando como una hoja de papel.
Ha habido en la Isla temporadas ciclónicas en que huracanes y ciclones han tomado vacaciones. Pero cada vez que regresan, arrancan el techo a todas estas casas. De manera que todo es arar en el mar. ¿Es una política desquiciada la que lleva adelante el Ministerio de la Construcción de Cuba, esa que ahorra recursos al país con techos de babilla? ¿Esa que cada año tiene que gastar lo mismo?
Desgraciadamente, he tenido que llegar a la conclusión de que si la Isla estuviera habitada por japoneses o canadienses, hace muchos años que se dispondría de ciudades bajo tierra. Con inclusión, por supuesto, de suministro eléctrico, telefonía y agua corriente.
No obstante, un día el NTV se llenó de decoro y televisó una entrevista donde un campesino dijo que el estado le cobraba las tejas de fibrocemento en 8 pesos cada una. Que arrastraba una deuda bancaria con el estado por concepto de pagos de tejas de fibrocemento de anteriores huracanes. Que con cierto huracán el estado le repuso los equipos electrodomésticos que la lluvia dañó, como el refrigerador y el televisor. Estos andaban pendientes de pago por préstamo bancario, que aun no concluyó por pagar.
Pero, en esta ocasión, el gobierno municipal dijo que no podría reponer el televisor y el refrigerador dañados. En su caso había perdido sus equipos en dos ocasiones y desde ahora, ya no tendría forma de preservar sus alimentos.
Me sorprendió que la televisión oficial mostrara al pueblo restos parciales de bohíos, construidos en los años 1920-1930, cuyas paredes, hechas de madera de palma real, nunca fueron derribadas por los dos fenómenos atmosféricos y cuyas paredes, ennegrecidas por el tiempo, aun resistían.
En una segunda lectura, habla de que la provincia de Pinar del Río continúa aun como ‘La Cenicienta de Cuba’.
primaveradigital@gmail.com
Los campesinos que participaron en estas entrevistas, fueron seleccionados para tal efecto porque sólo hablaron del poder de la revolución para atenuar los daños materiales de los huracanes que azotaron la Isla con sólo cuatro días de diferencia entre uno y otro.
Los campesinos entrevistados alababan, bañados en lágrimas, la voluntad política del estado en ayudarlos. La zona de ayuda más mencionada era Pinar del Río y sus habitantes que quedaron sin techo. También hubo menciones a los de Isla de la Juventud (antigua Isla de Pinos) donde oscilan entre las veinte y las treinta mil viviendas destruidas.
¿Pero de que tipo de techo hablamos? Pues bien, hablamos de uno conocido como ‘fibrocemento’. Este es una mezcla de papel, cartón y otros ingredientes aleatorios que con un poco de viento fuerte que lo zarandee de abajo hacia arriba o viceversa, sale volando como una hoja de papel.
Ha habido en la Isla temporadas ciclónicas en que huracanes y ciclones han tomado vacaciones. Pero cada vez que regresan, arrancan el techo a todas estas casas. De manera que todo es arar en el mar. ¿Es una política desquiciada la que lleva adelante el Ministerio de la Construcción de Cuba, esa que ahorra recursos al país con techos de babilla? ¿Esa que cada año tiene que gastar lo mismo?
Desgraciadamente, he tenido que llegar a la conclusión de que si la Isla estuviera habitada por japoneses o canadienses, hace muchos años que se dispondría de ciudades bajo tierra. Con inclusión, por supuesto, de suministro eléctrico, telefonía y agua corriente.
No obstante, un día el NTV se llenó de decoro y televisó una entrevista donde un campesino dijo que el estado le cobraba las tejas de fibrocemento en 8 pesos cada una. Que arrastraba una deuda bancaria con el estado por concepto de pagos de tejas de fibrocemento de anteriores huracanes. Que con cierto huracán el estado le repuso los equipos electrodomésticos que la lluvia dañó, como el refrigerador y el televisor. Estos andaban pendientes de pago por préstamo bancario, que aun no concluyó por pagar.
Pero, en esta ocasión, el gobierno municipal dijo que no podría reponer el televisor y el refrigerador dañados. En su caso había perdido sus equipos en dos ocasiones y desde ahora, ya no tendría forma de preservar sus alimentos.
Me sorprendió que la televisión oficial mostrara al pueblo restos parciales de bohíos, construidos en los años 1920-1930, cuyas paredes, hechas de madera de palma real, nunca fueron derribadas por los dos fenómenos atmosféricos y cuyas paredes, ennegrecidas por el tiempo, aun resistían.
En una segunda lectura, habla de que la provincia de Pinar del Río continúa aun como ‘La Cenicienta de Cuba’.
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