jueves, 23 de octubre de 2008

MUSEOS A LA ITALIANA, (Fragmento del libro “Italianos en Cuba”), Richard Roselló



La Habana, octubre 23 de 2008, (SDP) En el siglo XIX, otro entretenimiento de gran atractivo para el cubano de ciertos recursos lo constituía la visita a las "galerías de arte". Pero no imaginen amplios y silenciosos salones donde las obras permanecen estáticas e intocables; nada más alejado de aquellos establecimientos donde los italianos -artistas devenidos comerciantes y viceversa- exponían desde una vajilla de porcelana hasta la más delicada escultura. Hoy los llamaríamos tiendas de arte. Los objetos exhibidos -estatuas, flores, cuadros, trajes, adornos de biscuit o cristal...- podían alquilarse o ser comprados.

En marzo de 1863 se abrió al público el primer museo de bellas artes con carácter especulativo que tuviese La Habana. Su director, de apellido Sannoni, ofrecía figuras decorativas confeccionadas en mármol de Carrara. Poco después, José Alvazzi regentaría dos establecimientos. El primero se hallaba ubicado en la calle Prado, cerca del actual Parque Central, y exhibía, además, colecciones de jarrones, animales, pinturas, modelos para dibujos, repisas, esquineros, adornos arquitectónicos... Miles de objetos de mármol, terracota y biscuit. Adjunto, poseía un taller de esculturas. La segunda galería de Alvazzi abrió sus puertas en la calle O'Reilly, junto a la antigua plazuela de Monserrate, y se llamó Museo Optico y Mecánico.
Italianos fueron igualmente quienes pusieron de moda en la capital los "museos de cera". Durante la década de 1860 -existen noticias de otras en años anteriores- varias exposiciones de este tipo aparecen anunciadas en las páginas de los diarios. Ellos nos cuentan, por ejemplo, que en el número 25 de la calle Obispo, entre Villegas y Bernaza, los asistentes podrán disfrutar de un Leonardo Da Vinci, un Napoleón III, de José Garibaldi, de Lola Montes... y hasta del "nacimiento de nuestro salvador a tamaño natural".
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