jueves, 5 de febrero de 2009

POLICÍAS Y PARQUEADORES, Oscar Mario González



Playa, La Habana, febrero 5 de 2009, (SDP) El Sistema de Estacionamiento de la Ciudad (SEC), entidad perteneciente a la empresa que dirige y controla los aparcamientos de la capital, acaba de suscribir un convenio con la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) en aras de una mayor eficiencia en el enfrentamiento a delitos e ilegalidades relacionados con el parqueo de vehículos en Ciudad de la Habana. De acuerdo a lo convenido parqueadores y policías se unen en una cruzada “contra la corrupción y las ilegalidades concernientes a los parqueos de la Ciudad de la Habana”.
Desde hace algún tiempo el régimen le tiene “el ojo echao” a los parqueadores. El propósito detenta plena justificación. La actividad posee un valor informativo de primer orden para el control policial y de inteligencia. El parqueador tiene mucho que decir sobre el número de pasajeros y sus características físicas, el tipo de vehículo, chapa, hora de entrada y salida y así por el estilo. Tal peculiaridad es sumamente útil para un régimen que basa su poder en el control más estricto de los ciudadanos.

La regla de juego de cada parte esta recogida en un protocolo firmado entre policías y parqueadores a través de sus respectivas entidades. El acuerdo tuvo lugar en el recién inaugurado aparcamiento de Galiano y Concordia en esta capital.

Según el documento a la PNR le corresponde instruir a los parqueadores en el Reglamento policial mientras que éstos deberán informar a los puestos de mando de la policía del municipio “sobre toda la actividad delictiva observada no sólo en los parqueo, sino en su entorno”. Esto dicho en buen cubano significa que el parqueador deberá, además de cuidar los vehículos a su cargo, convertirse en informante de la policía.

El hecho no tiene nada de relevante y forma parte de la cotidianidad totalitaria. Desde edad muy temprana el niño pionero es educado en la necesidad y obligatoriedad de informar. Ya de mayorcito deberá comunicar de toda “incidencia” que detecte durante la guardia nocturna de su comité de vigilancia vecinal. También el casero ha de mostrar disposición para informar sobre el vecino en caso de que se recabe su cooperación. Cada cual ha de tener un criterio del otro y comunicarlo llegado su momento, en un juego macabro donde todos vigilan y a la vez se sienten vigilados.

A escala mundial y a medida que el progreso va ganando terreno, la presencia física del guarda cochero disminuye con la introducción en las áreas de parqueo, de equipos y dispositivos digitales. Cuba fue uno de los primeros países del mundo en introducir los parquímetros automáticos en fecha tan temprana como marzo de 1957. Entonces el gremio realizó acaloradas protestas al ver amenazado los puestos de trabajo por el novedoso invento.


A raíz del triunfo revolucionario de 1959 los parquímetros sufrieron el destrozo por parte de las turbas fanáticas alentadas por los rebeldes. El hecho fue, a mi juicio, una de las tantas barrabasadas cometidas al influjo del embullo populachero de aquellos días. Porque si bien es cierto que la importación de tales equipos corría a cargo de la Compañía de Parquímetros Cubanos S.A propiedad de Fulgencio Batista, los beneficios de su explotación iban a parar a la antigua “Organización Nacional de Estacionamientos Públicos”(ONEP), organismo estatal autónomo que destinaba los fondos a obras benéficas.

De cualquier manera los parquímetros representaban una conquista técnica encaminada al progreso y al bienestar cuya bondad supera cualquier consideración política o ideológica.

Hoy, en ausencia de equipos y dispositivos la tarea, en su totalidad, corre a cargo del parqueador. Con esta nueva encomienda informativa que se le adiciona éste tiene el futuro garantizado, en tanto el país se rija, como se rige hasta el presente, por el modelo totalitario vigente desde hace medio siglo.
osmagon@yahoo.com

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