Lawton, La Habana, octubre 9 de 2008, (SDP) El primero de octubre, el municipio capitalino Diez de Octubre amaneció bajo un intenso aunque incruento, operativo policial. Andresito, un anciano jubilado que se gana la vida a partir de la venta de tubos de pasta dentrífica, cigarrillos, paquetes de café y otros artículos normados de muy baja calidad, afirmó:
“No parecían los mismos policías. Llegaron y me preguntaron donde obtenía las cosas que vendo. Les dije que eran los productos de mi cuota, los de mi hijo y los de mi nuera. Les dije que ellos tenían medios y compraban la pasta, los cigarros y el café en la shopping. Me los ceden para que yo me busque unos pesitos de más…”
El último o uno de los últimos operativos de la policía, llamó la atención por el estilo que emplearon los uniformados. No hubo maltratos. Era como si buscaran algo más allá de los infelices y los buscavidas de siempre.
El gobierno parece haberse dado cuenta de la enorme presión social existente en las calles. La estrategia a seguir parece ser crear un enemigo para desviar sobre él la ira y la frustración popular. Este enemigo está delineado en la figura del intermediario o de los suministradores naturales del mercado negro. La nueva estrategia no parece aportar los resultados que de ella se esperan.
En su editorial del 29 de setiembre, titulado “Información a nuestro pueblo” el diario oficialista Granma amenaza con terribles castigos a los especuladores y mercaderes por cuenta propia. En una de sus ‘reflexiones’ Fidel Castro mencionó de pasada como, en otros países se condena a muerte a los especuladores y los que se dedican al mercado negro. Aunque aclaró que en Cuba, esa nunca fue norma a seguir, la gente ha puesto sus bardas en remojo.
Lo preocupante es que no hay indicio de racionalidad, no se habla de implementar medidas salvadoras de corte económico. El gobierno piensa aumentar el potencial represivo en las calles y se hacen exhortaciones veladas y ya no tan veladas, a la delación y a la satanización de los comerciantes alternativos de todos tipos, clases y colores.
En Cuba subsisten actividades declaradas extinguidas desde los primeros años del triunfo castrista de 1959. El juego declarado ilegal y perseguido de oficio por la policía, nunca se ha ausentado de la vida ciudadana. Junto con la prostitución, ha mantenido un espacio en cada barrio, tanto en la capital, como en el interior de la república. En el caso de la prostitución se ha hecho extensiva. Hoy existe prostitución masculina, los llamados ‘pingueros’ y hasta prostitución infantil. Lo que desapareció fue el burdel como centro social y eje del negocio.
Quizás deba ser Bebo, un hombre algo entrado en años que siempre se ha dedicado al ‘negocio’ y quien ha sido y es listero de bolita durante largos años a quien le toque decir su testimonio sobre este punto de la agenda social cubana. “En Cuba juega todo el mundo. Nadie puede con la bolita. Ahora funciona con un margen mayor de confiabilidad. La tiramos con la lotería de Miami y pagamos siempre. Somos más confiables que el gobierno. El caso es que con la Bolita, ganamos todos. Desde el policía hasta el más ladrón y esto incluye al más honrado. Todos…”
El gobierno reconoce la presión social presente en la Isla. El caso es que no se atreve a retirar los amarres totalitarios y declarar al menos, una precaria libertad empresarial. La necesidad de control social pone límites que ni Raúl Castro se atreve a trasponer.
jgonzafeb@yahoo.com
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