jueves, 2 de octubre de 2008

LISTA DE ESPERA, Alejandro Tur Valladares.



Cienfuegos, octubre 2 de 2008, (SDP) Dentro de la religión Budista existe la creencia de que el alma humana viene sucesivamente a la vida, encarnación tras encarnación, con el único propósito de experimentar infinitas vivencias. Las llevan a desarrollar unas cualidades o atributos que posee en potencia, pero que debe descubrir y desplegar. Este proceso es conocido en el occidente como evolución espiritual.

Pensando en cual atributo habría venido a desarrollar mi alma durante esta encarnación en la Cuba de Castro, me encontraba el pasado 20 de marzo en la Terminal de reservaciones de ómnibus, luego de 12 horas de espera, tuve la certeza de que era la paciencia.

Había llegado justo a las 11 de la mañana y tras padecer una cola que me pareció infinita, me dieron una tira de papel conteniendo el número de reservación o de lista de espera. Descubrí entonces que tenía doscientos y tantos números por delante. Con el ticket ya en la mano me resigné a esperar por mi oportunidad de abordar el ómnibus ¿que otra cosa podía hacer?

Una mirada detenida me devolvió una visión deprimente del lugar. Decenas de personas acostadas en el suelo sobre tenues planchas de cartón que les aislaban del suelo, el polvo, las colillas de tabaco y cuanta suciedad se pueda imaginar, mostraban un cuadro surrealista. Luego supe que muchos de ellos llevaban allí hasta tres días sin asearse y apenas sin comer.

Vi como una señora relativamente joven intentaba infructuosamente sensibilizar a un funcionario que se encontraba vendiendo boletos en la taquilla. Ésta le rogaba y le pedía que le ayudase a embarcar a su madre hacia oriente, ya que padecía de cáncer. Luego supe que su premura no sólo se debía al padecimiento de su progenitora, sino por ella misma, pues había dejado todo listo para ingresar en un hospital al día siguiente, ya que, ella se encontraba sufriendo también la terrible enfermedad.

Casi simultáneamente otra persona que caminaba con dificultad pues le habían amputado su pierna derecha, se acercó al mismo funcionario pidiéndole que le diera prioridad a su caso. El burócrata sin siquiera levantar la mirada anclada en unos papeles del buró, le respondió que si no traía carta de viaje dada por alguna entidad, con permiso para emitirla, el nada podía hacer; que se remitiese a la fila por ver si le daban un chance. El impedido físico se volteó y luego de percatarse con la cara de pocos amigos con que le miraban los desesperados viajeros, desistió de la empresa.

Deambulando sin sentido ni dirección mis pasos me llevaron hasta un rincón que daba justo frente a la puerta de la oficina del jefe de turno- máximo responsable administrativo del lugar-. Este hecho azaroso me daría la posibilidad de tener unas vivencias jamás imaginadas.

Estando allí y pasando desapercibido para quienes estaban dentro del local, pude enterarme de las prácticas depravadas y perversas que estos implementaban a favor de sus bolsillos y en perjuicio de los pasajeros.

Fui testigo de cómo los policías asignados a la Terminal descuidaban sus funciones y se dedicaban a cazar viajeros desesperados que estuviesen dispuestos a pagar sumas de dineros jugosos a cambio de un pasaje. Vi como estos, en contubernio con el Jefe de Turno, “resolvían” los pasajes por los que cobraban una cantidad que oscilaba entre cien pesos moneda nacional y diez dólares; la diferencia estaba dada en la premura con que el “cliente” necesitase el pasaje. A mayores cuotas de dineros abonado, mayores posibilidades de marchar primero.

En esta práctica incurrían no sólo los policías. Debo subrayar que todo el personal que se encontraba laborando en el lugar, estaba en función de conseguir alguna “víctima”; el mozo de limpieza, los dependientes, los taquilleros, hasta quienes ostentaban cargos de dirección. Todos, en un perfecto equipo, se guardaban la ropa para que no se les mojaran.

Tras la presencia súbita de dos inspectores que se subieron a uno de los autobuses para indagar sobre las irregularidades denunciadas por los viajeros impedidos de embarcar debido a las sucias artimañas, fue que escuché por primera vez la expresión “tiñosa” empleada por los corruptos trabajadores para hacer referencias a un “explote”, o lo que es lo mismo, a una transacción que les ha salido mal.

Otro de los trucos que descubrí fue como se empleaba el carné que poseen los trabajadores del Ministerio del Transporte, particularmente los empleados de terminales. Gracias a una disposición del ministerio, estos trabajadores tienen prioridad a la hora de abordar un ómnibus. Vi con indignación contenida como el carné de uno de los presentes en aquella oficina era utilizado para burlar a los vigilantes pasajeros dispuestos a no dejarse pasar una más.

Por suerte para mí, llegó una guagua extra fuera de horario. Abordé el carro Habana- Cienfuegos luego de 12 horas de contemplar impávido tanta maldad. Con gran cargo de conciencia por no haberme rebelado contra lo mal hecho y con la certeza de que son las ineficiencias y los descuidos del actual gobierno el caldo de cultivo de tanta corrupción e inequidad, me fui alejando velozmente de aquella Terminal.
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