Playa, La Habana, octubre 2 de 2008, (SDP) Dicen que los ciclones tienen un ojo inmenso alrededor del cual nacen y crecen, girando siempre en forma de remolino hasta formar una gigantesca espiral. Pero con todo lo científica que sea tal aseveración, yo la pongo en duda pues de ser así proyectarían su trayectoria por lugares menos sensibles al dolor humano. Todo hace pensar que sean ciegos y no tuertos.
Sólo así se explica que nunca atraviesen las zonas exclusivas o “congeladas”
donde residen los “mayimbes” o alta cúpula dirigente del Partido Comunista y del estado, compuesta de generales, intelectuales de renombre, ministros, gerentes de mayor monta y otros por el estilo.
No se trata de ninguna malquerencia o sentimiento populista hacia estos representantes de la nueva clase abanderada del proletariado. Se sabe que algunos tiraron sus tiritos en la Sierra y es normal que en la ancianidad quieran rodearse de la comodidad y los melindres propios de la buena vida burguesa. Pero indudablemente, de haberse elegido ese itinerario, no tendríamos nada que lamentar. A esas residencias y apartamentos de lujo no le entran ni las balas; ni siquiera son penetrados por los malos espíritus. Estos últimos se asustan ante la presencia de tanta tecnología electro doméstica de último grito.
También podrían elegir al emblemático polo turístico Varadero con sus hoteles de cuatro y cinco estrellas a prueba de cualquier contingencia. A los extranjeros allí alojados no hay ciclón capaz de rozarle ni la punta del callo del dedo gordo. Si a los nacionales les está prohibido morirse a consecuencia del ciclón, mucho más a estos ciudadanos de primera clase. En cuanto sopla la primera racha y caen las primeras gotas, son evacuadas hacia lugares más seguros a pesar de hospedarse en recintos de alta seguridad y confortabilidad.
Pero nada, la ceguera ciclónica siempre enrumba por aquellos sitios donde vive el cubano humilde. Ese que se desliza sobre la cuerda floja de la subsistencia a través del invento y, si acaso, criando un puerquito con la esperanza de convertirlo en un macho rechoncho y corpulento que luego sacrificará para vender su carne en el mercado negro. Única forma esta de reunir para comprar un televisor como primer paso, antes de alquilar un cable y ver la programación de los canales 23 y 41 de Miami.
Ciertamente, agosto ha sido un mes desdichado para los cubanos luego de estos últimos tres años, transcurridos sin mayores percances ciclónicos.
Primero fue la tormenta Fay, a principios de mes, que aunque pronosticada como potencial huracán antes de su cruce por la isla, nunca pasó de ser una ventolina de poca monta. Su paso por Cuba coincidió con la etapa olímpica. Entre el poco ruido que hizo y el ensimismamiento de la gente por las medallas de metales baratos acompañadas de lágrimas de los atletas por haberle fallado al Comandante, pasó la tormenta sin penas ni glorias.
A Fay se le atribuyen, únicamente, el derribo de algunas matas de plátanos y la caída al suelo de unos pocos granos de café, así como 42 viviendas afectadas en la zona oriental, más que por los efectos de la tormenta por el estado deplorable de conservación de las mismas.
Pero este de ahora, que cruzó por Pinar del Río durante la noche del sábado 30, éste, fue un “ciclonazo” con todas las de la ley, como hacia buen tiempo no veíamos pasar por nuestra desdichada tierra. Como siempre, ensañándose contra los más pobres y desvalidos.
osmagon@yahoo.com
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