jueves, 2 de octubre de 2008

AL DERECHO O AL REVÉS, (cuento), Juan Juan A.

Antes que todo quiero expresar mi agradecimiento por haberme elegido a mí, entre otros tantísimos valiosos compañeros, para brindar de manera voluntaria esta entrevista espontánea. De no ser así, no podría ser de otra forma.

También quiero agradecer la amabilidad de enviarme el cuestionario de preguntas porque hoy los periodistas no son como los de antes, los de ahora andan haciendo preguntas capciosas y malintencionadas buscando solo la confusión, el caos y el más mínimo error para usarlo oportunistamente. Ya no existe el periodismo revolucionario, elegante, respetuoso y profesional. Los llamados periodistas de ahora no informan, solo andan criticando todo en vez de ponerse a trabajar. Compañeros, la caña necesita de hombres jóvenes y útiles, no sean babosos y vayan a cooperar.


Me gustaría además, porque tengo que ser sincero, ya que la sinceridad y la transparencia son cualidades propias de un revolucionario. Aunque la transparencia es la traducción del Glasnot y no nos gustó mucho. Tú recordarás todos los problemitas que trajo aquel famoso folletín subversivo que se llamaba Sputnik. Pero bueno, eso es otro tema; hoy simplemente tengo que expresar mi descontento al compartir mis palabras con las de un perro, una loca indigente que alucina con ser poeta, un abogaducho corrupto, un ladrón de tercera, un hipercrítico social, uno que mas que filosofar, filosolfea. Y… en fin, con un bulto de mangueros dementes que no buscan otra cosa que beneficios personales. Creo que seres con criterios como esos no están perdidos del todo, son recuperables; pero necesitan una sacudidita porque están bastante confundidos por la influencia de la propaganda enemiga y su diversionismo ideológico.

Uno no escoge el instante de nacer; pero en los momentos históricos que nos ha tocado vivir, es cuando tenemos que defender, que dar, que entregar un poquito de nuestro cada día. Porque esa es, o debe ser, nuestra razón de ser, nuestra mas pura esencia, y nuestro principio inalienable. Somos un pueblo altruista, voluntarioso, un pueblo abnegado, un pueblo que responde, y tenemos la tarea que nos legaron nuestros héroes y mártires que nos obliga a ser recíprocos con la dirección del partido, con el gobierno y con nuestros dirigentes.


Hoy, como tu bien sabes, algunos grupúsculos quieren una salida fácil, sin sacrificio, y lo más cómodo es meterse a artistas. Pero ya los artistas no son como los de antes, forjados con el acero de la dignidad, los de ahora solo sueñan ser millonarios y comprarse un carrito nuevo u ostentoso. Por ahí los ves, se la pasan bebiendo, abrazándose, hablando boberías, haciendo cositas raras y meneando groseramente las nalgas diciendo que están bailando. Esa no es la manera de ayudar a la revolución que nos ha dado todo, que nos enseñó a pensar, que nos enseñó a razonar, que nos mostró la luz del faro. Evadir nuestras deudas históricas y nuestras responsabilidades sociales se está convirtiendo en una moda. Tenemos que parar eso y estar preparados para cualquier ataque enemigo. Todos los días estamos siendo victimas de injerencias y de agresiones enemigas porque vivimos a menos de noventa millas del mayor enemigo del mundo, el imperialismo yanqui. Pero esta revolución es muy benévola y cuenta con la verdad para defenderse, a nadie se le pregunta si es o no revolucionario para ser atendido en un hospital.

Hemos enviado nuestros médicos al mundo entero, donde no llegan ni los galenos de países desarrollados. Hemos formado médicos extranjeros inculcándoles la gran sabiduría del deber, ¿cuántos enfermos pobres hemos salvado de las garras de enfermedades de las que sin dinero nunca hubiesen salido?, ¿a cuanta gente buena hemos devuelto la vista?, ¿y qué recibimos a cambio? Nada, solo el orgullo del deber cumplido porque ya casi ni los enfermos son como los de antes. Muchos médicos se quedan o se quejan sin agradecer la carrera que la revolución les dio con tanto sacrificio. Ya nada es como antes.


Yo soy miembro del núcleo del comité de base del sectorial de…. No, no te voy a decir, y no porque tenga miedo. Yo no le tengo miedo a nada y lo he demostrado en el campo de batallas; pero no, y no lo digo porque vivo en un país libre donde uno puede expresar lo que quiere y donde quiere, sino porque mis abuelos rompieron las cadenas en 1868. Porque por mis venas corre la sangre rebelde del Mambí, de la Sierra y del Moncada. Y porque no me da el deseo de decirte mi nombre.


¿Trabajo? Si, claro que trabajo, y no solo trabajo, sino que hasta la última gota de mi sangre diera por este país. Fui Internacionalista, combatiente, soy militante y tengo dos hijos muy bien formados.


Oiga compañero, yo nunca he visto una entrevista con alcohol; pero está bien, sírveme un trago de ron, del otro no porque el whisky me da dolor de cabeza.


Hmmmm, Ahhhhj, que sabroso, ¿sabías tú que nuestros mambíses tomaban canchanchara? Claro, tú ni conoces la canchanchara. Ustedes no son como los de antes, no se interesan por lo autóctono. Te explico; en una jícara, que es un recipiente hecho con la semilla seca del coco o de la güira, sirves aguardiente, miel y limón. Hay quien le agrega canela pero no, la canela le cambia el sabor. Es exquisito saborearlo como lo saboreaban los de antes. Deberías probarlo, te puede resaltar tu patriotismo mutilado

Sírveme otro. Gracias. Ahhhhj.


Como te decía, tengo dos hijos muy bien formados, Antonio y Gustavo. Antonio es ingeniero químico y trabaja en el turismo, Gustavo es graduado de ingeniero mecánico, hizo una especialidad y está trabajando ahora en Biotecnología, es de los consagrados. ¿Tengo que estar orgulloso de mis hijos? Claro.


Sírveme otro chico. Coño que bueno está el roncito este. Baja muy bien. Ehhhh. Los dos son militantes. En esta casa no hay cabida para otra cosa. El menor se llama así por Antonio Sánchez, el comandante Pinares, y el otro se llama Gustavo por Gustavo Machin. ¿Sabes quienes son no? Dos de los hombres que brindaron sus hermosas vidas en Bolivia con El Che, sin pensar en nada más que en la libertad de Latinoamérica, como los verdaderos hombres de antes. Antonio ya se nos casó hace poco, si hubieses venido hace un mes, hubieses disfrutado de un tremendo fiestón. Como dicen, tiramos la casa por la ventana. Gustavo se casó, se divorció y ahora está medio empatadito con una médico. Tiene tres hijos. Ya soy abuelo de tres fieras. Dos machos y una niña. Los dos varones ya están en la secundaria, el mayorcito tiene dos novias, el tipo es de ampanga, se llama Jesús; pero no por Jesucristo. Se llama Jesús por Suárez Gayol, otro de los guerrilleros de Bolivia. Y el menor lleva el nombre de su abuelo materno. La hembra, Melba, viene a la primaria de la esquina, esa es como su abuelo, inteligentísima, cada vez que sale el jefe en la televisión, coño, la chiquita se para tan firme como una vela. Estos niños de hoy parecen extraterrestres, se sientan en la computadora y hacen cada cosa. Pero ya ni los niños son como los de antes, no tienen educación, en la calle te llaman puro, tío, ya nadie te llama compañero. Ya no participan en las actividades de las organizaciones de masa. Ya no son autocríticos ni combativos. Ahora ven algo y miran para el otro lado, como un papalote cuando cambia el viento.


Compañero, no me canso de repetir que los revolucionarios tenemos que ganar la calle. No podemos ceder más adoptando actitudes pasivas.

Hablando de más, sírveme un traguito más. Eso es. No se puede permitir eso, la gente habla cada cosa que te quedas frío.

¡Hip!

Mira las novelas y los programitas cómicos, eso es contrarrevolución en vena, de la que penetra poco a poco. ¡Hip!; pero pierden el tiempo porque la retaguardia está segura, los pinos nuevos vienen despuntando rectos y buenos. Lo ves en la televisión, en los congresos de la Unión de Jóvenes Comunistas, en las reuniones de las federaciones estudiantiles, en el congreso de los pioneros. Oye, tú viste los planteamientos de esos niños, esos no son niños, son combatientes.

¡Hip!

Escucha sus inquietudes, mira su espontaneidad. El futuro está asegurado chico. Ya nos podemos morir. Ahí ves la obra dirigente del jefe. Eso es lindo mi hermano. Además, le demuestra al mundo entero que aquí hay Cuba para rato. Mis hijos participan en todo, son dos soldados, pero…. Dame otro traguito mi
hermano; pero llénalo, no seas malito. Eso es, hasta arriba.


¡Hip!


Te voy a confesar algo. ¡Hip! Tuve otro niño. Mi niño Ernesto. Ernesto como El Che. Ese nunca maduró. Se fue, como se fue El Che. Se empató con una loquita y se fue. Pero no se fue por política. ¡Hip! Se fue porque la mujer le pegó los tarros. Hace diez años que no lo veo. Sé de él cuando escucho las conversaciones de los hermanos. Ernestico nunca más me ha llamado. ¡Hip! Coño pero yo no lo puedo llamar. Soy su padre, es él quien tiene que llamar ¡Carajo!


Sírveme m’ijo, por favor. Te veo lento.

¡Hip!

¿Quieres que te cuente? No hay segundo que no piense en él. Estos dos ya están criados, pero ese muchacho solo dando tumbos por ahí. No hay nada peor que eso. Yo me imagino lo que pasó el jefe. ¡Hip! A él también se le fue una hija. Ernestico me reprochaba mucho. A veces veníamos mis amigos y yo
a celebrar nuestra activa participación en algún acto de repudio a actitudes no revolucionarias y él se marchaba de la casa diciendo que parecíamos estar echando la sonrisa de las hienas después de comer carroña. Se me enfrentaba como un gallito. El era muy joven y no entendía que al enemigo hay que
combatirlo con energía para que nunca regrese, y si le dimos golpes a toda esa escoria, estuvieron bien dados. ¡Hip!


Paso a paso mi Ernesto se fue alejando de mí y sin querer nos fuimos incomunicando. Decía que yo nunca me ocupé de él, que nunca estuve presente en ninguno de sus cumpleaños. Que cuando necesitó llorar nunca encontró mi hombro. Que cuando se recibió de bachiller tampoco pude asistir, y que cuando me necesitó yo estaba en Angola. ¡Hip! Pero coño yo tenía que ir a Angola, el pueblo angoleño necesitaba de nosotros y de nuestros modestos esfuerzos.

¡Hip!

Pero que muchacho tan egoísta ¿no? No entendió que la patria es lo primero y que no se le puede abandonar ni un segundo. Te confieso coño que yo lo adoro. Es cierto que no lo supe expresar porque pensé que él inferiría que todos los padres quieren a sus hijos. Puede que me haya equivocado un poco;
pero te confieso que cuando terminara con la patria me hubiese gustado salir y hasta dormir con él. ¡Hip! No tuvo paciencia, no quiso esperar y se fue.

¡Hip!

Cuando suena ese teléfono parezco un tonto, me escondo en el baño para no saltar sobre el aparato y gritarle que lo extraño, que lo quiero y que lo adoro. Parezco un imbecil adoptando la imagen de hombre frío porque sufro más, hasta conozco el timbre, cuando Ernestico llama a sus hermanos el teléfono timbra diferente. Dolor y Placer, eso es lo que siento. Soy un tonto.


Lléname el vaso que vengo enseguida, te voy a mostrar un tesoro.Gracias. Mira, esta es la foto de Ernestico. La tengo en la billetera y siempre va conmigo.


¡Hip! Ese hijo de puta no sabe lo que me duele su ausencia. Yo sé que vino hace dos años y que nadie me quiso avisar, no me dijeron nada. Se reunían en casa de una tía aquí cerca, detrás del palacio de los matrimonios. No quiso verme porque es igual que yo. Es un cabeza dura. Un día lo vi de lejos; pero no tuve los pantalones para enfrentarlo por temor al rechazo, está grandísimo mi niño. Ese si es como los de antes. Cuando era un chamaco, cada vez que yo llegaba del trabajo pasaba por su cuarto para verlos
porque ya ellos dormían, y lo tapaba. Ese muchacho tiene la cabrona costumbre de destaparse durmiendo.

¡Hip!

Se me aprieta el corazón de saber que nadie lo está tapando, el vive en Nueva York, y allí hay un frió del carajo. Si no se hubiese ido ahora fuera militar, como yo. ¡Hip! ¡Que digo! Si no se hubiese ido ahora estaría preso porque el tipo era un poco mala cabeza y todo lo veía mal. Ya no cabía aquí.Una vez cuando era un chama, me llamaron a la oficina porque el tipo me había robado el carro y lo habían agarrado con una muchachita en la playa de Varadero. ¿Te imaginas? ¡Que vergüenza! La madre tuvo que ir a buscarlo.

¡Hip!

Por mí se hubiese quedado preso un rato, solo como escarmiento. ¡Ahhhhj! Pero cometí el error de no aparecer, de no regañarlo, de no acariciarlo.Lléname el vaso otra vez m’ijo. Ahhhhj.

Debe estar tomando Bacardì con Coca Cola. A eso le llaman cubalibre. ¡Ja!, cubalibre, ni cubalibre, eso se llama cubasucia. El Bacardì no me gusta, también me da dolor de cabeza, y la Coca Cola me jode el intestino.

Dame otro roncito chico; pero sin tanto hielo que se me está aguando.

A estos muchachos los he criado con mano dura; pero a Ernestico parece que la mano dura lo pone rebelde. No lloró coño ni cuando el médico le dio la nalgada al sacarlo de las entrañas de su madre. ¡Hip! Me gustaría tener el valor de abrazarlo, de pedirle perdón, de decirle lo mucho que lo quiero. Puede que
algún día lo logre; pero ya tengo 83 años y es difícil que me llame. Quieres que te diga, yo vivo orgulloso de Ernestico, y de estos también, y de mis nietos; pero ese niño solo por ahí me está destrozando el alma.

Sírveme el último. ¡Ahhhhj! Bueno, el último no, échale un poquito mas, eso dicen los que piensan morir.

Mira, vamos a hacer una cosa, pero que quede solo entre tú y yo. Mañana te doy el teléfono, tu lo llamas y le dices que me llame, que olvide todo, que no me quiero morir sin escucharlo. Que he sido un poco estricto y un poquito permisivo; pero soy su padre.

¡Hip!

Que no permita que nada ni nadie nos separe. Que siempre lo llevo conmigo. Que por favor, yo lo adoro. Y que se acuerde que si un día me quedo en una cama, quien mejor que él para que me limpie el culo, para que me atienda y para que espante los fantasmas de mi vida.

Oye chama, tu ron estaba buenísimo. ¡Hip! ¡Ahhhhj! Al final no me hiciste la preguntas, ni yo te di mis respuestas; pero te dejo porque ya estoy medio borracho y me voy a acostar un rato. Cuando te vayas cierra la puerta.
Fin

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