Santa Clara, Villa Clara, noviembre 27 de 2008, (SDP) El sentimiento de la envidia es un complejo de inferioridad, dicen los grandes estudiosos de la psiquis humana. Esto lo afirmaron en sus obras Sigmund Freud o Erich Fromm, quienes legaron grandes obras en el campo de la psicoterapia. Por eso, si se quisiera saber sobre este sentimiento, es recomendable acudir a ellos.
Los 20 países con las economías más fuertes del mundo se reunieron en Washington. El motivo de la cita es enfrentar la publicitada Crisis Financiera Mundial, porque la solución solo pueden resolverla los allí reunidos.
El gobierno cubano, a través del uso de los medios de difusión masiva, ha disfrutado la actual bancarrota.
Interpretar el apuro financiero vigente es menester de los economistas. Se necesita leer lo que escriben analistas económicos como Oscar Espinosa Chepe, Paulino Alfonso Estévez, Martha Beatriz Roque Cabello, Vladimiro Roca Antúnez y hasta el prisionero de conciencia Arnaldo Ramos Lauzurique.
Es a otros a quienes corresponde desentrañar las actitudes de los distintos gobernantes respecto a la reunión del G-20 en Washington.
Llamó la atención la Reflexión del Compañero Fidel Castro publicada el pasado día 15 de noviembre del 2008, bajo el titulo: “La reunión de Washington”. En ella, se trasluce la frustración por no asistir a ese conclave. Las frases escritas son de impotencia: “Ninguno de los que participarán en la reunión, convocada precipitadamente por el actual Presidente de los Estados Unidos, ha dicho una palabra sobre la ausencia de más de 150 Estados con iguales o peores problemas…”.
Existen todavía trasnochados estadistas en este planeta que no aceptan al poder económico como lo principal en la política. Por eso piensan que si poseen un alto nivel de desestabilización, subversión o discursos populistas, tendrán que ser tenidos en cuenta por los representantes de las grandes economías.
A quienes gusta hurgar en la historia, no les sorprende que varios procesos políticos, entre ellos las Revoluciones Rusa y China, fracasaran total o parcialmente por su notoria debilidad económica, a pesar de ser poderosas potencias a nivel mundial en cuanto a sus fuerzas militares.
La extinta Unión Soviética no pudo sostener la encarnizada Guerra Fría, debido a su debilidad en los capitales. Finalmente, sus posturas ideológicas tuvieron que aceptar la derrota y plegar sus banderas ante el sistema capitalista. Eso dio al traste con todo el campo socialista europeo, que ahora existe sólo en los manuales históricos.
Tras la muerte del líder de la Revolución China, Mao Tsé Tung, en 1976, este proceso social sufrió un viraje radical. Los comunistas chinos continuaron con los mismos preceptos ideológicos, pero en el área económica dieron un cambio hacia prácticas de la sociedad de consumo.
Se han convertido en una referencia en todo el mundo las altas cifras de crecimiento del Producto Interno Bruto (PBI) en China. La nomenclatura del gigante asiático ha implantado un Capitalismo de Estado, con un control social totalitario que aparenta construir una sociedad socialista.
Otro de los envidiosos es el autoproclamado Líder del Socialismo del Siglo XXI, Hugo Chávez Frías, quien declaró con un pueril despecho: “Estamos a pocas horas de la reunión del G-20 en Washington, a los países más pequeños del mundo ni siquiera nos consultan, no nos convocan y si nos convocaran, no iríamos…”
Es un hecho cierto que en el G-20 están sentados los jefes de estados de naciones muy distintas, como Arabia Saudita, donde se obliga a profesar el islamismo, o la República Popular China, que ideológicamente es comunista como estado. Lo esencial para haberse sentado allí, es ser fuerte económicamente.
Si las economías de los países con líderes demagogos al frente no gozan de una fortaleza reconocida, estos, ante su fracaso para proporcionar altos niveles de vida a sus gobernados, la emprenden contra los financieramente más eficientes. La cuestión como tal es culpar a alguien, menos a sus sabidas insuficiencias.
Para poder construir el socialismo, es necesario exacerbar a nivel social el sentimiento de la envidia. La Cumbre del G-20 lo ha confirmado nuevamente, porque existen gobernantes que desean ser reputados. Por eso despotrican contra los poderosos. Es la perreta de los no invitados a Washington.
cocofari62@yahoo.es
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