Habana Vieja, La Habana, noviembre 27 de 2008, (SDP) Hay una etapa de pureza que se descompone a lo largo de la existencia. Comienza con el nacimiento y termina cuando reventamos con la muerte. Especialmente para aquellos que tienen el desgraciado privilegio de conocer niveles leves o profundos del “infierno”.
El proceso para conocer que vivimos en un mundo donde reina la ‘hijeputiña’ está determinado por nuestra personal ingenuidad o que somos dormilones de la ignorancia aferrados al tranquilo sueño de pasar por la existencia y no querer ‘despertar’.
Los jóvenes entre los veinte y los treinta años, aunque vivan en el infierno, aún tienen virtudes y una natural inclinación para saber distinguir entre lo ético y lo no ético.
Cuba es un estado totalitario donde desde el más humilde timbiriche hasta una entidad ministerial, funcionan con la doble moral.
Los ejecutivos y burócratas que dirigen estas entidades están agrupados en pequeñas mafias que por un lado roban y por el otro responden a la política absoluta del estado.
El estado totalitario lo sabe todo. Sabe como y cuando estas mafias roban. Pero el estado lo acepta, porque su poder depende precisamente del nivel de compromiso y corrupción de estos subordinados sin moral que apoyan incondicionalmente al estado totalitario.
Para que un joven pueda ser promovido a estos niveles de dirección, hay que esperar a que pierda la virginidad de la conciencia: la ética y los escrúpulos.
Por supuesto, hay jóvenes (personas) cuyo hijoputómetro, desde que nacen, funciona a su máxima capacidad y no hay necesidad de perder tiempo, porque ya nacen con el Diablo en el cuerpo.
El relevo en Cuba no está asegurado. Sea porque las circunstancias, la cotidianeidad, directa o indirectamente creadas por el propio sistema de gobierno, hace de la mayoría de los jóvenes amorales, iletrados, delincuentes, que, paradójicamente no les importa la nación, ni la patria.
Creo que la mayoría de los jóvenes, no está dispuesta a derramar su sangre por la patria. Sí creo que cualquier joven está dispuesto a arriesgar la vida por un DVD, un PC, un teléfono móvil, una conexión a Internet o cualquiera de las chucherías electrónicas que se inventan y fabrican en el mundo libre, al cruzar el Estrecho de La Florida. A enfrentar a los tiburones para eso.
En fin, en Cuba ni se fabrica ni se inventa nada. La penetración de la cultura y la propaganda de Norteamérica son enormes. Ningún joven emplea su tiempo en ver la Mesa Redonda y mucho menos, en leer a nuestro apóstol, José Martí.
Hoy ciertos periodistas oficiales preguntan por qué no hay promoción de jóvenes a cargos de dirección. Este es un espacio corto para responder y explicar un asunto que merece un ensayo. Pienso que el relevo no existe porque la gerontocracia teme perder el poder y tendría que dar muchas explicaciones a jóvenes con quienes nunca ha tenido un diálogo sincero.
primaveradigital@gmail.com
El proceso para conocer que vivimos en un mundo donde reina la ‘hijeputiña’ está determinado por nuestra personal ingenuidad o que somos dormilones de la ignorancia aferrados al tranquilo sueño de pasar por la existencia y no querer ‘despertar’.
Los jóvenes entre los veinte y los treinta años, aunque vivan en el infierno, aún tienen virtudes y una natural inclinación para saber distinguir entre lo ético y lo no ético.
Cuba es un estado totalitario donde desde el más humilde timbiriche hasta una entidad ministerial, funcionan con la doble moral.
Los ejecutivos y burócratas que dirigen estas entidades están agrupados en pequeñas mafias que por un lado roban y por el otro responden a la política absoluta del estado.
El estado totalitario lo sabe todo. Sabe como y cuando estas mafias roban. Pero el estado lo acepta, porque su poder depende precisamente del nivel de compromiso y corrupción de estos subordinados sin moral que apoyan incondicionalmente al estado totalitario.
Para que un joven pueda ser promovido a estos niveles de dirección, hay que esperar a que pierda la virginidad de la conciencia: la ética y los escrúpulos.
Por supuesto, hay jóvenes (personas) cuyo hijoputómetro, desde que nacen, funciona a su máxima capacidad y no hay necesidad de perder tiempo, porque ya nacen con el Diablo en el cuerpo.
El relevo en Cuba no está asegurado. Sea porque las circunstancias, la cotidianeidad, directa o indirectamente creadas por el propio sistema de gobierno, hace de la mayoría de los jóvenes amorales, iletrados, delincuentes, que, paradójicamente no les importa la nación, ni la patria.
Creo que la mayoría de los jóvenes, no está dispuesta a derramar su sangre por la patria. Sí creo que cualquier joven está dispuesto a arriesgar la vida por un DVD, un PC, un teléfono móvil, una conexión a Internet o cualquiera de las chucherías electrónicas que se inventan y fabrican en el mundo libre, al cruzar el Estrecho de La Florida. A enfrentar a los tiburones para eso.
En fin, en Cuba ni se fabrica ni se inventa nada. La penetración de la cultura y la propaganda de Norteamérica son enormes. Ningún joven emplea su tiempo en ver la Mesa Redonda y mucho menos, en leer a nuestro apóstol, José Martí.
Hoy ciertos periodistas oficiales preguntan por qué no hay promoción de jóvenes a cargos de dirección. Este es un espacio corto para responder y explicar un asunto que merece un ensayo. Pienso que el relevo no existe porque la gerontocracia teme perder el poder y tendría que dar muchas explicaciones a jóvenes con quienes nunca ha tenido un diálogo sincero.
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