jueves, 28 de mayo de 2009

EL CORREO DE ALÍ BABÁ, Rogelio Fabio Hurtado




Marianao, La Habana, 28 de mayo de 2009, (SDP) No creo que el periodista de Juventud Rebelde José Alejandro Rodríguez lo dude: el viceministro de comunicaciones que atiende el servicio de bultos postales si no está a las órdenes del célebre personaje de las Mil y Una Noches, es el propio Alí Babá, con una plantilla de operarios que pasa de 40.

Las metamorfosis que sufren estos bultos, aparentemente sin haber sido violados, ni perder un gramo del peso original, sólo reveladas al ser despojados del copioso papel precinta por el esperanzado receptor, son prodigiosas. Así, quienes esperan zapatillas Adidas y Celulares vírgenes, reciben variedad de objetos museables, un par de aquellos kikos plásticos, que tanto nos apretaron los pies, un cartucho de seborucos autóctonos y, de contra, una latica de jalea de leche Misha de 1980.

Puesto que los receptores de estos bultos no suelen comprender la intención educativa que anima estos retrueques, intentaré aclararla. En todos los casos, se interceptan artículos extranjeros, sólo al alcance de unos pocos, y en su lugar se le hacen llegar productos nacionales y socialistas, no contaminados por el vil dinero enemigo. Estos vanguardias anónimos de la batalla de ideas afrontan sus actividades, ilegales según el estrecho marco del derecho burgués que aún prevalece en esta etapa de transición al kaos, sabedores de que hay cosas que tienen que realizarse en silencio.

Se dirá que estas peligrosas mercancías, portadoras de ideología repugnante, no son aniquiladas como es debido, en actos de purificación masiva, sino puestas a circular en la mal llamada Bolsa Negra,- en realidad es multicolor.- Esta concesión está calculada para que su potencial de contaminación no pueda afectar a las puras masas de población, sino exclusivamente a las bien llamadas partes blandas, en su mayoría gente ya hace tiempo echada a perder. Las partes duras son sólo hueso y pellejo.

No obstante, hay gente que persevera en criticarlos, incluso se asombran de que el modo operativo de estos ladrones no pueda ser neutralizado. Un funcionario desconocido se arriesga a explicar que…”un grupo de trabajadores participantes en diferentes niveles del proceso tecnológico del Servicio Postal, actuando en concierto y comportándose como vulgares delincuentes, se asociaron entre sí para violar las normativas y los controles establecidos con el fin de sustraer artículos de los bultos postales, incluyendo el ocultamiento de las reclamaciones que los destinatarios formulaban ante la entidad”

Así que ahí tenemos una descripción a la antigua de lo que está pasando. Nótese que se reconoce una diferencia entre estas audaces brigadas de nuevo tipo y los “vulgares delincuentes” de antaño. Estos evidencian una capacidad de integración social diagonal para realizar el complejo de operaciones requeridas, así como un cierto grado de solidaridad y confianza como grupo que les facilita cumplir la tarea colectiva satisfactoriamente. Es lamentable que esa eficacia no aparezca en todas las áreas de la producción y los servicios.

El ciudadano que se queja termina elogiando los valores que sólo el socialismo es capaz de formar en los hombres y mujeres de nuestra sociedad” Lástima que ni él ni el colega José Alejandro profundicen en ese punto. Quizás el Ministerio de Comunicaciones pudiese practicarle algunos exámenes previos a los aspirantes a trabajar dentro de su proceso tecnológico pero, ¿cómo certificar esas virtudes o, más bien, como no certificarlas en hombres y mujeres que se han criado repitiendo que serían como el Ché y aplaudiendo a más no poder al Comandante en Jefe Ordene? Ni siquiera mediante mediciones indirectas, pues todas reflejarían el mismo (des) nivel de vida, repleto de carencias y de necesidades pendientes. Menuda dificultad para los responsables de personal en todas y cada una de las oficinas de correos de Cuba.

Puesto que el socialismo demanda tantos cuadros políticos, militares y administrativos, todo parece indicar que la cuota per cápita de virtudes (paradójicamente llamados hoy valores, término este propio del lenguaje bursátil o mercantil) no alcanza a ser repartida apropiadamente entre los simples trabajadores, quienes persisten en pensar como viven y no como los medios oficiales de difusión les inculcan. El hecho comprobado de que ya sean capaces de generar capacidad organizativa para apropiarse de la parte de la propiedad social que está al alcance de sus manos, ha de alarmar a la comunidad burocrática que torpemente administra en nombre de la clase obrera esa propiedad social.

Si los magos del Correo se inspiran en Alí Babá, los burócratas se identifican cada día más con los funcionarios corruptos del despótico Visir.
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