Prisión Provincial Canaletas, Ciego de Ávila, 28 de mayo de 2009, (SDP) Habían transcurrido sólo tres años de la nueva organización político-administrativa en la Cuba revolucionaria. Esa en que todos seríamos iguales. En esos momentos nació, en el municipio especial Isla de la Juventud, Luis Alfonso Montero.
Si se pregunta por qué reemplazaron la inmemorial Isla de Pinos, conocido por los cubanos en la memoria del apóstol, donde Martí sufrió presidio político, al igual que otros patriotas cubanos. Alfonso Montero, con sus 29 años cumplidos, discrepa de cualquier razón. Él insiste en llamar a su terruño, Isla de Pinos.
Este muchacho, de mirada triste y carácter jovial, recuerda que su madre biológica lo abandonó a los cuatro años y su padre para esa época, ya estaba en prisión. Como casi siempre ocurre, los abuelos se encargaron de la custodia del niño. Por cierto, los abuelos maternos. Ellos, en su afán protector, consentían al niño en cada bribonada y esto fue fatal para el menor.
En el horario de clases, Luis se ausentaba una y otra vez. Se entretenía con el hurto de palomas mensajeras, después robaba bicicletas y caballos. Cuenta que montaba los corceles por los campos de la Isla, disfrutaba del paisaje. Menospreciaba el daño que se hacía. A los 11 años, ingresó en la escuela de conducta de su localidad y argumenta que lejos de reeducarse, se convertía en un monstruo humano.
Cuando cumplió los trece años, amigos mayores lo sedujeron para que fumara marihuana y lo hizo. A partir de esto, se sintió el facineroso consumado. Cumplidos los 16 años, fue detenido en una riña por la policía. Desafió a los agentes de la autoridad y este fue su error más sobresaliente. Fue sancionado a tres años de privación de libertad por desacato y desobediencia.
Ingresó al Combinado del Este en la capital, siendo casi un niño. Se vio, sin imaginarlo en una de las mayores prisiones del país, con capacidad para más de seis mil reclusos. También una de las más rigurosas. Pronto Luis Alfonso Montero se buscó una y otra causa. Desde tentativas de asesinato, hasta desfiguraciones de rostros. Ya nunca más sería libre otra vez. Al menos con la justicia penal.
Manifiesta que en prisión hay que ser ‘guapo’, máxime si entras muy joven. De lo contrario terminas traicionando a tus padres en las garras de un sodomita o de muñeco de trapo.
A mediados de junio de 2004, cuando tomaba sol en compañía de otro recluso, en el patio de la prisión de Quivicán, aprovechó la distracción momentánea de un funcionario de Orden Interior y escapó en el carretón usado para transportar la basura. Se convirtió en un fugitivo muy buscado. No quiso entregarse, a pesar de los ruegos de su madre, que para esa fecha, ya estaba en contacto con él. Era muy tarde para confiar en ella.
Es curioso, al morir sus padres, los abuelos de Luís, le remordió la conciencia. Pero como dijo Luis, ya era demasiado tarde. Luis Alfonso cometió un sinnúmero de fechorías a lo largo y ancho del país. Viajaba de una punta a la otra, de Occidente a Oriente. Si alguien preguntaba, daba una falsa identidad. Esta patraña la escuchó de alguien en Chirona y la hizo realidad.
El 27 de mayo de 2008, terminó el mundo de evadido para este descarriado joven. Fue sorprendido por la policía, en el Crucero de Villa, provincia de Ciego de Ávila. Montaba en un bici taxi junto a Argeo Boza Ruiz. Lo robaron en la terminal de trenes de la capital avileña. Fueron acusados de robo con violencia, con intimidación a las personas.
Pasó una semana en el Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) de la policía de Ciego de Ávila. Confesó su falsa identidad y algunos delitos menores cometidos en la fuga. Regresó a la semana al mundo que tanto odiaba. Se cumplió el presagio que soñó.
En su periplo de fuga, allá por Matanzas encontró a un homosexual infestado con VIH SIDA. A sabiendas de todo, sostuvo relaciones sexuales con él. Lo hizo para contraer la enfermedad e ir a parar a una prisión en que las condiciones fueran más humanas, en caso de que fuera capturado.
La enfermedad aun no se ha manifestado. Le han hecho las pruebas de VIH y serologías. Este pobre muchacho, no conoce el verdadero rostro del SIDA. Ojala que aquel contacto no arroje los resultados deseados.
Me cuentan otros presos que el caso de Luis Alfonso, no es un caso aislado. Otros se han hecho contagiar con tuberculosis. En casos así, son aislados y la alimentación es mejor. Sólo mentes enfermas o muy desesperadas optan por tales soluciones.
Luis Alfonso, no se ha casado ni ha tenido hijos. Le quedan diez años de prisión y una causa pendiente. No cree que saldrá. Ve su futuro incierto. Odia a la revolución cubana con pasión y ensañamiento. Lamenta haber gritado cuando niño ‘¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!’.,
Tiene dos tatuajes en su cuerpo. Uno de ellos dice, ‘Contra el comunismo hasta la muerte’ y el otro, ‘Me cago en el comunismo’.
primaveradigital@gmail.com
Si se pregunta por qué reemplazaron la inmemorial Isla de Pinos, conocido por los cubanos en la memoria del apóstol, donde Martí sufrió presidio político, al igual que otros patriotas cubanos. Alfonso Montero, con sus 29 años cumplidos, discrepa de cualquier razón. Él insiste en llamar a su terruño, Isla de Pinos.
Este muchacho, de mirada triste y carácter jovial, recuerda que su madre biológica lo abandonó a los cuatro años y su padre para esa época, ya estaba en prisión. Como casi siempre ocurre, los abuelos se encargaron de la custodia del niño. Por cierto, los abuelos maternos. Ellos, en su afán protector, consentían al niño en cada bribonada y esto fue fatal para el menor.
En el horario de clases, Luis se ausentaba una y otra vez. Se entretenía con el hurto de palomas mensajeras, después robaba bicicletas y caballos. Cuenta que montaba los corceles por los campos de la Isla, disfrutaba del paisaje. Menospreciaba el daño que se hacía. A los 11 años, ingresó en la escuela de conducta de su localidad y argumenta que lejos de reeducarse, se convertía en un monstruo humano.
Cuando cumplió los trece años, amigos mayores lo sedujeron para que fumara marihuana y lo hizo. A partir de esto, se sintió el facineroso consumado. Cumplidos los 16 años, fue detenido en una riña por la policía. Desafió a los agentes de la autoridad y este fue su error más sobresaliente. Fue sancionado a tres años de privación de libertad por desacato y desobediencia.
Ingresó al Combinado del Este en la capital, siendo casi un niño. Se vio, sin imaginarlo en una de las mayores prisiones del país, con capacidad para más de seis mil reclusos. También una de las más rigurosas. Pronto Luis Alfonso Montero se buscó una y otra causa. Desde tentativas de asesinato, hasta desfiguraciones de rostros. Ya nunca más sería libre otra vez. Al menos con la justicia penal.
Manifiesta que en prisión hay que ser ‘guapo’, máxime si entras muy joven. De lo contrario terminas traicionando a tus padres en las garras de un sodomita o de muñeco de trapo.
A mediados de junio de 2004, cuando tomaba sol en compañía de otro recluso, en el patio de la prisión de Quivicán, aprovechó la distracción momentánea de un funcionario de Orden Interior y escapó en el carretón usado para transportar la basura. Se convirtió en un fugitivo muy buscado. No quiso entregarse, a pesar de los ruegos de su madre, que para esa fecha, ya estaba en contacto con él. Era muy tarde para confiar en ella.
Es curioso, al morir sus padres, los abuelos de Luís, le remordió la conciencia. Pero como dijo Luis, ya era demasiado tarde. Luis Alfonso cometió un sinnúmero de fechorías a lo largo y ancho del país. Viajaba de una punta a la otra, de Occidente a Oriente. Si alguien preguntaba, daba una falsa identidad. Esta patraña la escuchó de alguien en Chirona y la hizo realidad.
El 27 de mayo de 2008, terminó el mundo de evadido para este descarriado joven. Fue sorprendido por la policía, en el Crucero de Villa, provincia de Ciego de Ávila. Montaba en un bici taxi junto a Argeo Boza Ruiz. Lo robaron en la terminal de trenes de la capital avileña. Fueron acusados de robo con violencia, con intimidación a las personas.
Pasó una semana en el Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) de la policía de Ciego de Ávila. Confesó su falsa identidad y algunos delitos menores cometidos en la fuga. Regresó a la semana al mundo que tanto odiaba. Se cumplió el presagio que soñó.
En su periplo de fuga, allá por Matanzas encontró a un homosexual infestado con VIH SIDA. A sabiendas de todo, sostuvo relaciones sexuales con él. Lo hizo para contraer la enfermedad e ir a parar a una prisión en que las condiciones fueran más humanas, en caso de que fuera capturado.
La enfermedad aun no se ha manifestado. Le han hecho las pruebas de VIH y serologías. Este pobre muchacho, no conoce el verdadero rostro del SIDA. Ojala que aquel contacto no arroje los resultados deseados.
Me cuentan otros presos que el caso de Luis Alfonso, no es un caso aislado. Otros se han hecho contagiar con tuberculosis. En casos así, son aislados y la alimentación es mejor. Sólo mentes enfermas o muy desesperadas optan por tales soluciones.
Luis Alfonso, no se ha casado ni ha tenido hijos. Le quedan diez años de prisión y una causa pendiente. No cree que saldrá. Ve su futuro incierto. Odia a la revolución cubana con pasión y ensañamiento. Lamenta haber gritado cuando niño ‘¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!’.,
Tiene dos tatuajes en su cuerpo. Uno de ellos dice, ‘Contra el comunismo hasta la muerte’ y el otro, ‘Me cago en el comunismo’.
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