jueves, 28 de mayo de 2009

FRENTE AL ODIO, LA MENTIRA Y EL MIEDO, Hildebrando Chaviano Montes



Plaza, La Habana, 21 de mayo de 2009, (SDP) Al ser humano no hay que enseñarlo a odiar, sino a amar. Es el amor lo que hay que cultivar entre los cubanos.

Debería haber una asignatura en las escuelas dedicada al amor, pero no es así. En Cuba se enseña a odiar, al capitalismo, al que piensa distinto, al que vive diferente, al que tiene familiares fuera del país, etc.

Por su parte, está el odio engendrado contra los que promueven el odio: odio al sistema, al gobierno, a los CDR, al Delegado del Poder Popular, a la PNR.

Llevamos en este país muchos años odiando, y aunque no se quiera ver así, una sociedad o sistema social cualquiera, fundado en valores negativos como son la mentira, los miedos y el odio, no puede avanzar. No importa cuáles sean los supuestos objetivos benefactores, la sociedad se frustra, el ciudadano no se identifica con un programa apoyado en valores negativos. Lo intuye por muy desinformado o temeroso que esté, se resiste a colaborar aunque aparentemente dé su apoyo en las plazas públicas. No es productivo ni creativo. Se conforma con sobrevivir con dificultad en ese marasmo de docilidad hipócrita.

Donde la honestidad se paga con altas penas de prisión, no se puede esperar otra cosa que la rebeldía oculta o la apatía evidente o ambas, lo que no redunda en absoluto en progreso. La sociedad cubana languidece con independencia del discurso oficial grandilocuente, amenazador y dogmático. El inmovilismo no puede conducir al desarrollo. La amenaza puede llevar a la obediencia negligente, no a la colaboración eficaz.

Se impone la necesidad de liberar las fuerzas creadoras del pueblo cubano y esto no puede ocurrir sino en un ambiente democrático. Las dictaduras son perjudiciales, sean de derecha o de izquierda. No hay dictadores buenos y dictadores malos, todos son malos, egocéntricos, caprichosos y criminales. Para cumplir sus delirios, aplastan los sueños de los pueblos y esto como bien sabemos, genera mucho odio. El dictador odia al pueblo porque sabe que el pueblo finge por necesidad, el pueblo lo odia porque el dictador lo obliga a ello.

Los seguidores del dictador que persiguen a los opositores están envilecidos por el odio, no hay conciencia en ellos, no hay amor, sólo la fría sistematicidad de mantener el terror: espiar, amenazar, impedir la libre expresión, el libre movimiento, la libertad de información y de reunión. Porque obedecen a los miedos y odios del dictador, son instrumentos sin voluntad propia.

El oprobio y la vergüenza han caído sobre este pueblo, la oposición política cubana representa la dignidad de la nación que ha resistido durante cincuenta años el avasallamiento de un déspota. Miles de fusilados y presos políticos dan fe de esta resistencia.

Al final, el amor de los cubanos por la Patria prevalecerá sobre los odios sembrados por la dictadura y limpiaremos la vergüenza.
hildebrando.chaviano@yahoo.com

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