Habana Vieja, La Habana, 28 de marzo de 2009, (SDP) En los bajos de mi casa, hay dos bares que expenden bebidas alcohólicas. En estos lugares se paga en dólares y la clientela oscila entre nacionales y extranjeros. En la otra esquina ofrece sus servicios el Bar-Restaurante "El Floridita", establecimiento comercial que el escritor y periodista Hemingway inmortalizó con su presencia en los años 40 y 50 del siglo pasado.
En la época de mis primeros lanzamientos como pitcher en el equipo de la agencia independiente Cuba Press y, por supuesto, aún sin el conocimiento de cómo son los corresponsales extranjeros en La Habana, cometí un acto de ingenuidad.
Había comenzado a fijarme en un señor sentado ante una mesa con una lata de cerveza, un cigarro entre los dedos, que miraba con suma atención el movimiento de la vida en el barrio.
El auto que usaba tenía en la chapa las siglas de periodista extranjero acreditado en la Isla. Cada vez que yo pasaba, fuese que saliera del edificio donde vivía o llegaba a mi casa, allí estaba él, impasible, mirándolo todo como un espía alemán. Confieso que llegué a pensar que podría ser un periodista reclutado por la CIA o el DGI cubano. De cualquier manera, el hecho de que fuera alemán y se hubiera aplatanado en tan poco tiempo, me intrigaba. Esto ocurría en el establecimiento "Castillo de Fornés".
Mi ingenuo error ocurrió una noche cuando me encontraba en la puerta del edificio. Lo vi llegar con su auto y aparcarlo frente a la panadería. Después de cerciorarse de que las cuatro puertas del auto se encontraban bien cerradas, encaminó sus pasos hacia el "Fornés", pero al pasar por mi lado, fue el momento en que aproveché para llamarlo y decirle que yo también era periodista.
Entonces le pregunté para qué periódico o agencia trabajaba, y en un español pasable me contestó - haciendo gestos con sus manos de "deja eso"- que él trabajaba para la Deustche Welle alemana y para otras radios en el centro de Europa.
Esa noche, como después pude comprobar de lejos sin necesidad de hablarle, estaba completamente borracho y continuó su camino dando tumbos.
Desde esa noche en el año 1997, nunca más he cometido el error de dirigirle la palabra, pero cada vez que paso por la acera del "Castillo de Fornés", allí esta él, sentado en una pequeña mesa circular sacada un poco hacia la acera pública, estilo Bulevar de París.
De entonces a la fecha, el personaje no ha dejado de mirarme, bien que yo le sostenga la mirada y él la desvíe hacia otra parte, bien que yo no lo mire al pasar y entonces siento como me mira fijamente, bien que este reunido con otros corresponsales extranjeros, colegas alemanes, que a veces, cuando he pasado casi rozando, se echan a reír…
Desde el principio, había idealizado a este reportero bebedor de cerveza que representaba para mí el símbolo del hombre libre. Pero desde que comencé a verlo en el bar ( en moneda nacional) en las esquinas de las calles Tejadillo y Aguacate, mientras toma ron barato, que es la última parada de los borrachos cubanos antes de pasarse al bando del alcohol de bodega (chispatren), dejé de verlo como al gran reportero.
De todos modos, ese mismo día por la noche, cuando regresé a mi casa lo he visto sentado en su mesa habitual con su lata de cerveza "Cristal". El tipo tiene dinero, pero es un borracho público y reconocido. Me he preguntado si la agencia o el periódico que le paga sabe que su corresponsal en La Habana es un borracho, y me he respondido que en Europa beber es un acto natural y cotidiano. Además, este periodista alemán es un borracho especial. Nunca se mete con nadie y jamás lo he visto formar broncas. Es un hombre callado, que por las mañanas se sienta en su mesa habitual del "Castillo de Fornés", y en vez de una lata de cerveza, lo que pide es una taza de café con leche mientras sobre una libreta escribe notas mientras lee el periódico "Granma". Esta visión de trabajo me ha permitido justificarlo. El tipo bebe, pero cumple con su trabajo.
También me he preguntado si en todo esto no habrá de mi parte un poco de envidia. Tal vez. Pero es un tipo sui generis que aparte de sus colegas, que se le reúnen en algún momento del día o de la noche, gusta de codearse y compartir tragos (él los paga) con los delincuentes y putas de la zona, muchos de los cuales trabajan para la policía. Estos delincuentes y estas putas siempre son los mismos, del mismo modo que el policía de posta en las esquinas de mi casa: Monserrate y Obraría, también siempre es el mismo.
Existe otro periodista que es su amigo y compañero, también alemán, desgarbado, flaco y de mal carácter, que en algunos momentos lo he visto alimentándose con las mismas cajitas que yo consumí durante los últimos años en los paladares de Tejadillo y Aguacate.
De este personaje sí puedo hablar. Tiene la tez roja como un tomate, señal inconfundible de los alcohólicos en su última etapa. Tiene mal carácter. Lo he visto “dándoles bateo” a los delincuentes que se le acercan para sacarle un dólar. Este otro periodista es el que frecuentemente se pierde de la zona. Supongo que porque sale del país y luego regresa.
Este material debería estar en "Fragmentos de un Naufragio". Pero he supuesto que para contar el sueño, he tenido que escribir algunos detalles.
El sueño en cuestión es corto y sencillo: "Es de noche. Y en el tramo entre la puerta del hotel "Monserrate" y el Bar-restaurante "Castillo de Fornés" aparece el alemán de marras abriéndome los brazos con una sonrisa en su rostro. No me dice nada, pero me abraza, y me felicita. También cerca de él hay una muchacha de aquí del barrio que tiene, hace tiempo, todas las probabilidades de estar un poco loca - es alcohólica- y ser informante de la policía."
ramon597@correodecuba.cu
Fragmento del libro de los sueños
En la época de mis primeros lanzamientos como pitcher en el equipo de la agencia independiente Cuba Press y, por supuesto, aún sin el conocimiento de cómo son los corresponsales extranjeros en La Habana, cometí un acto de ingenuidad.
Había comenzado a fijarme en un señor sentado ante una mesa con una lata de cerveza, un cigarro entre los dedos, que miraba con suma atención el movimiento de la vida en el barrio.
El auto que usaba tenía en la chapa las siglas de periodista extranjero acreditado en la Isla. Cada vez que yo pasaba, fuese que saliera del edificio donde vivía o llegaba a mi casa, allí estaba él, impasible, mirándolo todo como un espía alemán. Confieso que llegué a pensar que podría ser un periodista reclutado por la CIA o el DGI cubano. De cualquier manera, el hecho de que fuera alemán y se hubiera aplatanado en tan poco tiempo, me intrigaba. Esto ocurría en el establecimiento "Castillo de Fornés".
Mi ingenuo error ocurrió una noche cuando me encontraba en la puerta del edificio. Lo vi llegar con su auto y aparcarlo frente a la panadería. Después de cerciorarse de que las cuatro puertas del auto se encontraban bien cerradas, encaminó sus pasos hacia el "Fornés", pero al pasar por mi lado, fue el momento en que aproveché para llamarlo y decirle que yo también era periodista.
Entonces le pregunté para qué periódico o agencia trabajaba, y en un español pasable me contestó - haciendo gestos con sus manos de "deja eso"- que él trabajaba para la Deustche Welle alemana y para otras radios en el centro de Europa.
Esa noche, como después pude comprobar de lejos sin necesidad de hablarle, estaba completamente borracho y continuó su camino dando tumbos.
Desde esa noche en el año 1997, nunca más he cometido el error de dirigirle la palabra, pero cada vez que paso por la acera del "Castillo de Fornés", allí esta él, sentado en una pequeña mesa circular sacada un poco hacia la acera pública, estilo Bulevar de París.
De entonces a la fecha, el personaje no ha dejado de mirarme, bien que yo le sostenga la mirada y él la desvíe hacia otra parte, bien que yo no lo mire al pasar y entonces siento como me mira fijamente, bien que este reunido con otros corresponsales extranjeros, colegas alemanes, que a veces, cuando he pasado casi rozando, se echan a reír…
Desde el principio, había idealizado a este reportero bebedor de cerveza que representaba para mí el símbolo del hombre libre. Pero desde que comencé a verlo en el bar ( en moneda nacional) en las esquinas de las calles Tejadillo y Aguacate, mientras toma ron barato, que es la última parada de los borrachos cubanos antes de pasarse al bando del alcohol de bodega (chispatren), dejé de verlo como al gran reportero.
De todos modos, ese mismo día por la noche, cuando regresé a mi casa lo he visto sentado en su mesa habitual con su lata de cerveza "Cristal". El tipo tiene dinero, pero es un borracho público y reconocido. Me he preguntado si la agencia o el periódico que le paga sabe que su corresponsal en La Habana es un borracho, y me he respondido que en Europa beber es un acto natural y cotidiano. Además, este periodista alemán es un borracho especial. Nunca se mete con nadie y jamás lo he visto formar broncas. Es un hombre callado, que por las mañanas se sienta en su mesa habitual del "Castillo de Fornés", y en vez de una lata de cerveza, lo que pide es una taza de café con leche mientras sobre una libreta escribe notas mientras lee el periódico "Granma". Esta visión de trabajo me ha permitido justificarlo. El tipo bebe, pero cumple con su trabajo.
También me he preguntado si en todo esto no habrá de mi parte un poco de envidia. Tal vez. Pero es un tipo sui generis que aparte de sus colegas, que se le reúnen en algún momento del día o de la noche, gusta de codearse y compartir tragos (él los paga) con los delincuentes y putas de la zona, muchos de los cuales trabajan para la policía. Estos delincuentes y estas putas siempre son los mismos, del mismo modo que el policía de posta en las esquinas de mi casa: Monserrate y Obraría, también siempre es el mismo.
Existe otro periodista que es su amigo y compañero, también alemán, desgarbado, flaco y de mal carácter, que en algunos momentos lo he visto alimentándose con las mismas cajitas que yo consumí durante los últimos años en los paladares de Tejadillo y Aguacate.
De este personaje sí puedo hablar. Tiene la tez roja como un tomate, señal inconfundible de los alcohólicos en su última etapa. Tiene mal carácter. Lo he visto “dándoles bateo” a los delincuentes que se le acercan para sacarle un dólar. Este otro periodista es el que frecuentemente se pierde de la zona. Supongo que porque sale del país y luego regresa.
Este material debería estar en "Fragmentos de un Naufragio". Pero he supuesto que para contar el sueño, he tenido que escribir algunos detalles.
El sueño en cuestión es corto y sencillo: "Es de noche. Y en el tramo entre la puerta del hotel "Monserrate" y el Bar-restaurante "Castillo de Fornés" aparece el alemán de marras abriéndome los brazos con una sonrisa en su rostro. No me dice nada, pero me abraza, y me felicita. También cerca de él hay una muchacha de aquí del barrio que tiene, hace tiempo, todas las probabilidades de estar un poco loca - es alcohólica- y ser informante de la policía."
ramon597@correodecuba.cu
Fragmento del libro de los sueños
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