jueves, 14 de mayo de 2009

ERROR DE CONTENIDO, Leonardo Calvo Cárdenas



Boyeros, La Habana, mayo 14 de 2009 (SDP) Con frecuencia los cubanos se quejan de que el nuevo presidente, el general de ejercito Raúl Castro, hace muy pocas manifestaciones públicas sobre los temas y problemas que cobran importancia e interés nacional, pero al escuchar los planteamientos realizados en sus últimas incursiones internacionales, no queda más que pensar que es mejor que guarde silencio.

Un rosario de incoherentes incongruencias y vacías bravatas desfasadas en el tiempo, llegaron a su punto culminante cuando en una intervención para el olvido, en el marco de la Cumbre Extraordinaria de la llamada Alternativa Bolivariana para las Américas ALBA (15-16 de abril 2009) en Venezuela, reafirmó su apego irrestricto a la soberanía nacional al manifestar su disposición a discutir con su adversario de siempre, el gobierno norteamericano, temas como derechos humanos, democracia y prisioneros políticos.

La magistral disertación era digna del selecto auditorio que lo escuchaba con arrobada obnubilación.

Allí estaba el comandante nicaragüense que lideró la guerra en su país desde un exclusivo barrio residencial habanero, quien no se sonrojó a la hora de intentar abusar sexualmente de su hijastra y ahora persigue a sus ex compañeros mientras comparte el poder con las víctimas de su inveterado latrocinio.

Allí se encontraba el piadoso obispo que se amancebó con una adolescente y que con su recién revelado rosario de amantes, causa la envidia de los más encumbrados jeques.

A través de las pantallas vimos al líder cocalero devenido presidente, que tuvo a bien declararse marxista-leninista-comunista, según dijo, para que lo expulsaran de la Organización de Estados Americanos (OEA) igual que a Cuba. A Evo Morales parece que el reciente ayuno le consumió las neuronas que le permitirían discernir que “él” no pertenece a la OEA y que ese organismo internacional se compone y trata con Estados y no con individuos.

No podía faltar el presidente Chávez, ese poco agraciado imitador de Fidel Castro que desafía a los Estados Unidos pero no deja de venderles su petróleo. El líder venezolano se presentó ante sus aliados como el seguro destructor de la Cumbre de las Américas para pocas horas después deshojarse cual margarita batida por el viento ante el encanto que el presidente Obama paseó también por los salones de Puerto España.

Lo dicho por el presidente cubano es una muestra más de la obsesión patológica que aqueja a los Castro con respecto a los Estados Unidos, pero sobre todo del desprecio que sienten por el pueblo que dicen amar y representar.

Sería abusivo de mi parte esperar que el general presidente tuviera percepción clara y definida de ciertas cosas, pero tal vez algún lúcido y osado asesor podría al menos, por el bien de su maltrecha imagen política, susurrarle al oído que con un gobierno extranjero se discuten los acuerdos y diferendos bilaterales, diplomáticos y comerciales. Sobre esos otros temas ―derechos, libertades, democracia― debe ante todo discutir con su pueblo.

Resulta obvio que tantos años de lucrar políticamente de los útiles pugilatos confrontacionales del añejo diferendo bilateral atrofian las referencias y capacidades al punto de mostrarse dispuestos a discutir con su enemigo sobre unos presos políticos que ni siquiera reconocen que existen o insistir en proponer un canje de prisioneros que sólo reafirma la inexistencia en Cuba de un Estado de derecho.

Sé muy bien que para alguien a quien su hermano mayor entregó masticado todo lo que políticamente debió digerir a lo largo de su vida, resulta sumamente difícil enfrentar los enormes retos de la coyuntura actual matizada por una crisis estructural tan profunda como irreversible, un pueblo sumido en el agobio y la desesperanza y un nuevo liderazgo norteamericano, al parecer, dispuesto y capaz de cambiar los cánones de la relación bilateral.

Está muy claro que determinadas tareas son difíciles, sobre todo cuando escasean ingredientes tan importantes como la valentía política y la capacidad de liderazgo. Pero cuidado, general. Aunque no es secreto que hace mucho tiempo abandonó las aulas, debe tomar conciencia que en el ámbito de la alta política, pretender discutir temas esenciales con el interlocutor equivocado, o intentar canjes feudales con naciones modernas constituyen, en la más pura terminología docente, garrafales errores de contenido.
elical2004@yahoo.es

Historiador y politólogo

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