Calvario, La Habana, 28 de mayo de 2009, (SDP) Mirta es ama de casa y tiene 48 años de edad. Está preocupada. No sabe cómo prepararse para el futuro negro que se avecina. La incertidumbre, producto de los rumores callejeros, la agobia. No dispone de recursos monetarios para casos de contingencias.
Pensó que su esposo exageraba cuando le decía que el transporte había empeorado. Perdió la mañana en una cola en el mercado agropecuario estatal de Santa Catalina, en Diez de Octubre. Esperó más de una hora un ómnibus para regresar a casa. Gastó 200 pesos moneda nacional (8 CUC), más de la mitad del salario de sus esposo, y no garantizó los alimentos de una semana.
En la parada, y dentro de los nuevos ómnibus articulados, la gente repetía lo mismo: “la cosa cada vez se pone más mala”. Se comenta que en los preuniversitarios en el campo, el curso escolar acabará quince días antes de lo previsto, porque no hay comida.
Se dice, a nivel de pasillo, que se avecina un nuevo periodo especial dentro del interminable que se inicio a principios de los noventa. Se pronostica que el próximo sea aún más severo.
Lo triste es, que no se trata sólo de otra bola callejera. En la mesa ya se siente como empeora la situación económica. Los mini puntos de venta de viandas, vegetales y hortalizas, desaparecieron de los barrios. Ahora hay que trasladarse para los mercados agropecuarios estatales. En ese movimiento fue en el que perdió Mirta más de medio día.
En la calle, también se dice que China suspendió las exportaciones y que no quiere dar más créditos a Cuba, porque esta no paga. A una economía deteriorada, se suman los efectos negativos del paso de tres ciclones por el territorio. Todo eso, en medio de una crisis financiera que azota al mundo.
Se dice que los centros laborales menos productivos cerrarán. Que por disposición gubernamental la cuota de almuerzo de los trabajadores, disminuyó. Afirman que el Estado no esta en capacidad de subvencionar esos gastos.
Así van los comentarios de boca en boca. Se forman las bolas y al final, Granma anuncia que si no se reduce el consumo de energía, volverán los apagones planificados. La preocupación de Mirta aumenta.
En su cocina todos los equipos son eléctricos. No se imagina, ni quiere pensar que pasará si llega ese momento. La actual situación le trae malos recuerdos. Ella no quiere acordase de cuando tenía que aumentar el arroz con pedacitos de papa, calabaza, col, fideo, etc.
Los miedos de Mirta son los mismos que tienen muchas de las familias cubanas. Muy pocos tienen recursos para resistir las privaciones que vendrán. Entre tanta polémica, todos se preguntan hasta donde el pueblo aguantará nuevamente hambre y apagones. laritzadiversent@yahoo.es
Pensó que su esposo exageraba cuando le decía que el transporte había empeorado. Perdió la mañana en una cola en el mercado agropecuario estatal de Santa Catalina, en Diez de Octubre. Esperó más de una hora un ómnibus para regresar a casa. Gastó 200 pesos moneda nacional (8 CUC), más de la mitad del salario de sus esposo, y no garantizó los alimentos de una semana.
En la parada, y dentro de los nuevos ómnibus articulados, la gente repetía lo mismo: “la cosa cada vez se pone más mala”. Se comenta que en los preuniversitarios en el campo, el curso escolar acabará quince días antes de lo previsto, porque no hay comida.
Se dice, a nivel de pasillo, que se avecina un nuevo periodo especial dentro del interminable que se inicio a principios de los noventa. Se pronostica que el próximo sea aún más severo.
Lo triste es, que no se trata sólo de otra bola callejera. En la mesa ya se siente como empeora la situación económica. Los mini puntos de venta de viandas, vegetales y hortalizas, desaparecieron de los barrios. Ahora hay que trasladarse para los mercados agropecuarios estatales. En ese movimiento fue en el que perdió Mirta más de medio día.
En la calle, también se dice que China suspendió las exportaciones y que no quiere dar más créditos a Cuba, porque esta no paga. A una economía deteriorada, se suman los efectos negativos del paso de tres ciclones por el territorio. Todo eso, en medio de una crisis financiera que azota al mundo.
Se dice que los centros laborales menos productivos cerrarán. Que por disposición gubernamental la cuota de almuerzo de los trabajadores, disminuyó. Afirman que el Estado no esta en capacidad de subvencionar esos gastos.
Así van los comentarios de boca en boca. Se forman las bolas y al final, Granma anuncia que si no se reduce el consumo de energía, volverán los apagones planificados. La preocupación de Mirta aumenta.
En su cocina todos los equipos son eléctricos. No se imagina, ni quiere pensar que pasará si llega ese momento. La actual situación le trae malos recuerdos. Ella no quiere acordase de cuando tenía que aumentar el arroz con pedacitos de papa, calabaza, col, fideo, etc.
Los miedos de Mirta son los mismos que tienen muchas de las familias cubanas. Muy pocos tienen recursos para resistir las privaciones que vendrán. Entre tanta polémica, todos se preguntan hasta donde el pueblo aguantará nuevamente hambre y apagones. laritzadiversent@yahoo.es
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