jueves, 28 de mayo de 2009

INFORMACIÓN Y EPIDEMIAS, Adolfo Fernández Sainz





Prisión Provincial Canaletas, Ciego de Ávila, 28 de mayo de 2009, (SDP) Es escandaloso ocultar información sobre enfermedades.

En los peores años de la crisis económica que atravesó Cuba, tras la caída de la Unión Soviética y la desaparición del campo socialista, fui de visita a mi pueblo, San Luis, en Pinar del Río, en marzo de 1993.

Al preguntar por algunos de mis amigos y conocidos, coincidió que algunos de ellos estaban ingresados en el Hospital Provincial con un mal que les causaba serias dificultades en la visión. Todos con los mismos síntomas. Continué con mis preguntas y me dijeron que en el hospital había centenares de casos con la misma patología. Pregunté que decía la ciencia. Me respondieron que los médicos tenían prohibido informar a los pacientes.

Pasó un mes y aumentó el número de casos. Después en La Habana comenzaron a aparecer casos de una enfermedad parecida. En esta ocasión, se sentían débiles las rodillas con dolores y apenas podían tenerse en pie. Todo el mundo comentaba que en ambos casos, sufríamos las consecuencias de la aguda falta de alimentos a que éramos sometidos desde hacía un par de años.

La epidemia estaba extendida por todo el país. Todos coincidían que la causa era el hambre que pasábamos. La prensa y los noticieros no hablaban de esto. En abril de 1993, el periódico Granma publicó en primera plana una declaración sobre la enfermedad a la que llamaron ‘neuritis óptica’ o ‘neuropatía periférica’. En la larga explicación que dieron, mencionaron como causas posibles incidentes en la aparición del mal, al tabaquismo, al alcoholismo e incluso la posibilidad de que la mano oscura de la CIA, estuviera tras todo esto.

Ni una sola vez mencionaron la falta de alimentos, como causa de la enfermedad. No informaron el número de casos ni la extensión de la epidemia.

Más adelante, se comentó que se trataba de una especie de Beri Beri, enfermedad asociada con el hambre y que se vio por última vez en Europa en los campos de concentración nazis.

En septiembre de 2006, ya en prisión, fui ingresado en la sala de penados del Hospital de Ciego de Ávila para un chequeo médico. Desde agosto aparecieron muchos casos de dengue. En la Prisión de Canaletas, hubo centenares de casos. Fiebres muy altas y dolores musculares eran los síntomas. El hospital se llenó de enfermos de dengue. Al no alcanzar las camas, tuvieron que habilitar la Escuela de Medicina para dar ingreso al creciente número de casos. Se preparó también el Instituto Pedagógico.

La provincia avileña fue la región más infestada de todo el país. Todo el mundo en la calle hablaba de la epidemia de dengue y del gran número de casos. En ningún momento salió por la prensa ni por el Noticiero de Televisión la palabra dengue. Se insistía mucho en la necesidad de tomar medidas preventivas contra el mosquito Aedes Aegipty, en lo imperioso del control autofocal, pero sin decir nunca que se trataba de dengue. Sin informar nunca el número de afectados ni la extensión del contagio.

Tuvo que salir la revista católica Imago, que publica la Iglesia cada dos meses y que no se vende en estanquillos, sino en el templo, con un artículo titulado ‘Dengue SOS’ donde se hablaba de la enfermedad por su nombre y se brindaba bastante información.

Recuerdo que tiempo después, en las noticias de la sección Hilo Directo del diario Granma, leí sobre un brote de dengue en El Salvador.

No sé si habrá otros casos, pero en estos dos, recuerdo perfectamente que se ocultó información al pueblo.
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